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Carta abierta a Federico Mayor Zaragoza

Carta abierta a Federico Mayor Zaragoza

El silencio se debe al temor a perder lo poco que tienen y al yugo de la hipoteca a 30, 40 o 50 años que les mantiene uncidos a ellos y a sus descendientes a la carreta de los vencedores.

Federico Mayor Zaragoza ha publicado el 30-11-2006 en El País un artículo: “Delito de silencio”, reproducido posteriormente en esta web, con el que estoy totalmente de acuerdo. En él cita a Martín Luther King: “Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan”. Me permito reforzar su argumentación con otra cita del mismo autor: “Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerán lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas.”

Me pregunto por la causa de ese silencio por parte sobre todo de los “nuevos esclavos” del siglo XXI (Ignacio Ramonet), esclavos que no tenemos que ir a buscarlos entre los extranjeros inmigrantes en España “sin papeles”, que, por supuesto, no pueden hablar. También hay esclavos entre nuestros compatriotas, de raza blanca, algunos con estudios superiores y hablando varios idiomas, sujetos a empleos precarios, al acoso laboral o con el temor a que sus puestos de trabajo sean deslocalizados a países en los que los “nuevos amos” encuentren mano de obra más dócil, más esclava y sobre todo más barata.

La respuesta a la causa de ese silencio no es otra que el temor a perder lo poco que tienen y al yugo de la hipoteca a 30, 40 o 50 años que les mantiene uncidos a ellos y a sus descendientes a la carreta de los vencedores.

Únicamente los jubilados, que no tenemos nada que perder ya, que ya estamos amortizados y próximos a la extinción por ley de vida, podemos permitirnos alzar la voz sin temor. “Somos el tiempo que nos queda” (Caballero Bonald). No es mérito nuestro, es un privilegio que nos debe unir más todavía a los sin voz. ¡Jubilados de todo el mundo, uníos!. Recurro a Miguel Hernández para decir: “Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta”.

Admiro a todos aquellos que en la flor de la vida y de las fuerzas trabajan por ser la voz de los “sin voz”. Para ellos mi más sentido agradecimiento porque ellos sí que son valientes y no son “un pueblo de bueyes”. Responsabilidad de todos es eliminar las causas que provocan este escandaloso silencio. 

5-12-2006

Francisco Altemir

Attac Madrid

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