Blogia
Almuñécar contra la corrupción

CONTRA EL GILISMO, DEMOCRACIA

Jorge M. Reverte 

Este artículo fue escrito el 17-8-2003. Se puede volver a leer con total inquietud porque no ha perdido interés ni actualidad.

Marbella supone una ocasión para demostrar que la política puede ser la herramienta democrática para que la actividad de una institución responda a criterios de decencia y de interés general

Los políticos tienen ahora la palabra para resolver la crisis de Marbella. Ellos y nadie más. Esta es una de esas ocasiones en que se demuestra de una manera terminante que la política puede (debe) ser la herramienta democrática para que la actividad de una institución responda a criterios de decencia y del interés general.

Los expertos en derecho constitucional coinciden, y la ley de bases de régimen local es muy explícita. Además, está el sentido común. Sólo un desviado o alguien tocado por el virus de la corrupción puede poner en duda que en Marbella se da la terrible circunstancia de que las reglas del juego han sido torcidas por intereses que son cualquier cosa menos oscuros: se ha constituido una mayoría de políticos tránsfugas con el fin de favorecer los intereses más sucios y obscenos, los de Jesús Gil. Detrás de la crisis marbellí no hay otra ideología que la del dinero ni otra estética que la representada por la grasa abdominal del personaje.

 

PARTIDO Andalucista y PSOE han sufrido la traición de varios concejales. Los votantes de estas formaciones se han visto traicionados por seis delincuentes políticos que intentan alcanzar la fortuna con un discurso que --eso hay que agradecerlo-- no tiene retórica. Nadie en Marbella duda de sus intenciones.

¿Cuál ha sido el pistoletazo de salida? Pues que el alcalde saliente, Julián Muñoz, había decidido rendirse a las presiones de la Junta de Andalucía, y mostró voluntad de ceñir sus planes urbanísticos a las leyes. Por ahí no podía pasar Gil. El PP se ha librado de ese mal, pero ha sufrido el inverso, el de la traición de sus potenciales votantes, que se le fueron con Gil.

Todo depende ahora de las direcciones nacionales de los tres partidos que han quedado en minoría frente a los golfos unidos. Ponerse de acuerdo no es tan difícil. Y a partir de ahí, el Gobierno podría actuar, con la autorización del Senado, y disolver el ayuntamiento más encanallado del país.

Luego vendrá la segunda, que es afrontar las elecciones para formar una nueva corporación. Y vencer en las urnas a un entramado que ha logrado la complicidad de muchos ciudadanos. La tarea no es sencilla, porque afecta a miles de personas que han llegado, también ellas, a un grave estado de catatonia colectiva.

No nos engañemos sobre los votantes de Marbella: saben a quiénes han dado su confianza. Esos votantes sólo pueden responder a tres posibles biotipos marcados por síndromes identificables: el de la imbecilidad profunda, el de la pillería de segunda división y el del fascismo irredentista. Alguno de esos tremendos síndromes tienen, al menos, posibilidad de ser paliados.

El de la imbecilidad es reducible a base de pedagogía política, haciendo que esa actividad sea más transparente, democrática y limpia, y de pedagogía cultural, eliminando, por ejemplo, de las televisiones públicas toda la basura que alienta la vaciedad y la impostura envuelta en un glamour de casquería.

El de la pillería también está ligado a la pedagogía, pero sobre todo al funcionamiento de la justicia y de la Administración: ¿por qué sigue Gil, cuya actividad delictiva está probada, fuera de la cárcel? ¿Por qué no se dinamitan con prontitud los edificios ilegales?

El del fascismo no se libra de la pedagogía democrática, pero hay también que atacarlo desde la ley y la estética.

 

A DEMASIADOS publicistas les hace gracia lo que pasa en Marbella. A mí, ninguna. Si no se actúa con energía contra esta cuadrilla de facinerosos, el cáncer antidemocrático que representa el gilismo se correrá como la pólvora. En Madrid ya lo sentimos venir. Tamayo y la muda, de los que se aprovecha el PP, son la vanguardia. Detrás vienen muchos otros.

¿A qué hay que esperar para poner en marcha los mecanismos constitucionales existentes para remediar situaciones como ésta? En Marbella asistimos por televisión a un flagrante delito contra los intereses generales, que no son sólo los de los votantes marbellís. Son de todos.

0 comentarios