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La CIA en el Tibet

La CIA en el Tibet

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En 1951, los comunistas tomaban el poder en el Tibet. En el curso de los dos siglos anteriores, ni un solo país en el mundo había reconocido al Tibet como un país independiente. Durante estos doscientos años, la comunidad internacional había considerado el Tibet como una parte integrante de China o, al menos, como un Estado vasallo. Ya en 1950, India afirmaba que el Tibet era una parte integrante de China. Inglaterra que, hacía cuarenta años que ocupaba una posición privilegiada en el Tibet, siguió la posición india al pie de la letra.


Tan sólo los EEUU se mostraron vacilantes. Hasta la Segunda Guerra mundial, consideraron al Tibet como una parte de China e incluso frenaban a Inglaterra sobre sus avances en el Tibet. Pero, tras la guerra, los EEUU quisieron hacer del Tibet un enclave religioso contra el comunismo. 

En 1951, la mayor parte de la elite tibetana, incluyendo la Asamblea General ampliada, aceptó el acuerdo de negociar con China una “liberación pacífica”. Pero esto cambio cuando, en 1956, las autoridades decidieron aplicar una reforma agraria en los territorios tibetanos de la provincia de Sicuani. La elite local no aceptó que sus propiedades y sus derechos se vieran afectados. Estos hechos condujeron al levantamiento armado de 1959.

La revuelta armada se preparó durante varios años, bajo la dirección de los servicios secretos americanos, la CIA. Esto aparece claramente descrito en «The CIA's Secret War in Tibet» (La guerra secreta de la CIA en el Tibet) de Kenneth Conboy.

Otro libro, «Buddha's Warriors – The story of the CIA-backed Tibetan Freedom Fighters» (Los guerreros de Budha – La historia de los combatientes tibetanos de la libertad apoyados por la CIA), de Mikel Dunham, explica cómo la CIA llevó cientos de tibetanos a los EEUU, les condujo y les armó, les mandó paracaídas cargados de armas sobre su territorio, les formó en la utilización de las armas de fuego a la vez que se movían a caballo, etc.

El prólogo de esta obra ha sido redactada por “su Santidad el Dalai-Lama”. Sin duda este último considera un honor el hecho que la rebelión separatista armada haya sido dirigida por la CIA. En el prólogo, escribe “Aunque tenga el profundo sentimiento de que la lucha de los tibetanos sólo podrá triunfar por un enfoque a largo término y utilizando medios pacíficos, siempre he admirado estos combatientes de la libertad por su valor y su determinación inquebrantables” (página XI).

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