Blogia
Almuñécar contra la corrupción

¿ Ni paz entre pueblos, ni guerra entre clases ?

Emilio Delgado, miembro de la plataforma Comuner@s.

Hoy quiero dirigirme a todas las personas que puedo sentir cercanas, no por sus posicionamientos políticos, sino por sus acciones cotidianas. Por su forma de estar y ser en el mundo. Algún vecino, familiares, personas anónimas que intentan dar brazadas en este naufragio colectivo sin hundir a nadie, sin aprovecharse de la desgracia ajena.

           

Madres solteras con un empuje inusitado y una generosidad desbordante, hombres buenos que aparcaron una vez y otra sus sueños para tirar de un carro, de dos, de tantos que no recuerdan ni que soñaban. Adolescentes espontáneos, llenos de vida pero desorientados en una espiral de consumo e insatisfacciones que no encuentran espacio ni reconocimiento, porque rara vez existen.

Nos han dado mapas falsos, guías de viaje que no conducen a ningún sitio. Necesitamos, debemos, pararnos. Repensar nuestra identidad, nuestra forma de ser.

Debido a mi profesión soy testigo privilegiado del abandono y el desprecio institucional cotidiano hacia quienes más necesitan una red de servicios públicos (Sanidad, servicios sociales, atención a mayores, discapacitados, empobrecidos…). Much@s de ell@s quisieron verse dentro de una ilusoria clase media, blindada frente a la intemperie económica, protegida, después de varias generaciones de la pobreza. Ya eran modernos, europeos, occidentales. Acudían al Hiper en familia, vacaciones en verano.

Otr@s much@s nunca gozaron de ese estatus. Pasaron de la adolescencia a la jubilación a tropezones. Pagando estudios de l@s hij@s, cuidando de familiares enfermos, callando tantas veces ante tantos jefes, adelantándose a la salida del sol en inviernos ásperos e infinitos, superando abandonos, fregando escaleras, imaginándose en el lugar de las viejas estiradas que aparecían en Salsa Rosa.

           

Petra, Manuela, David, Fátima, Karim, Mohamed, Jonatan…rostros invisibilizados, víctimas anónimas, seca estadística.

           

Ajenos a las instituciones que gobiernan nuestra vida, analizabais todo desde un punto de vista individual, atribuyendo la “mala suerte” a vuestra torpeza, a una especie de destino trágico fijado de antemano, a otr@s más dañad@s que vosotr@s.

           

No hubo tiempo para el estudio, para la comprensión del sistema que se levanta por encima y atraviesa el reducido espacio de vuestro existir. La explicación de todo eso quedaba en manos de unos medios de comunicación que eran propiedad de otr@s. Precisamente de aquell@s que escriben y explican la vida como mejor les parece.

           

Si soy nacionalista es porque he sentido como propio el dolor de mi pueblo. No creo en esencialismos, detesto la idea de que seamos ni peor ni mejor que otros pueblos. Soy consciente de que si hubiera nacido en Palestina, en China o en Groenlandia, podría haber vivido el mismo proceso pero con otras gentes.

           

Nací, en Madrid. Soy castellano. Mi orgullo no proviene del lugar donde nací sino de la elección consciente, de mi opción como ser humano de vincularme a los lugares, ideas y gentes que escogí yo, no a los que me dio el enemigo.

           

Borraron nuestra memoria colectiva, sustituyeron nuestras formas económicas tradicionales como la agricultura o la ganadería, enterraron nuestra cultura, empujaron a nuestro pueblo a un mercado de trabajo controlado por los señoritos de siempre. Chantajearon a nuestros jóvenes colocándoles entre el trabajo basura y el tráfico de drogas, establecieron formas de ocio alienantes, limitaron la vida en la calle. Sólo se podía beber en lugares donde beber se convertía en negocio. Mientras, los bancos blanqueaban el dinero de las drogas que consumen cada vez más temprano l@s adolescentes desencantados, que buscan la felicidad en el mercado. En cualquier mercado. Coches, gafas de sol, cocaína, ropa de marca.

           

No la encontrarán. La única felicidad posible para nosotr@s está en la vinculación con el resto. En la construcción colectiva de la vida y la cultura. En protegernos y cuidarnos. En la alegría de luchar juntos y reconocernos como hermanos de clase. Reír, claro, pero sabiendo de qué nos reímos. Y sin embargo, fuisteis ingiriendo el veneno que os dieron. Poco a poco, mentira tras mentira, hasta inyectar en vuestra mente y vuestra alma sus explicaciones, interpretaciones, deseos, sentimientos, cadenas…

           

Así nos enfrentaron. Ya no éramos obreros, sino Españoles. No éramos trabajador@s sino recursos humanos. No éramos clase, sólo individuos separados, aislados. Cada cual con sus miserias. Sus aspiraciones de separarse del resto y dejar de ser cordero para transformarse en lobo. Si algo no iba bien, la culpa era de l@s inmigrantes, de l@s vascos o l@s catalanes, de la gente “que es mala y no merece”. “Tu a lo tuyo”, “la política para l@s políticos”, la culpa de todo era del PSOE o era del PP, o era de los nacionalistas que como judíos avaros pedían más y más.

           

Consiguieron darle la vuelta al viejo lema: “Ni paz entre pueblos, ni guerra entre clases.” Impusieron una visión del mundo que era como un espejo roto, fragmentado e inconexo.

           

La mayor parte de los problemas que sufrimos, hipotecas, deudas, trabajos no reconocidos y mal pagados, violencias sociales, desamparo….provienen de nuestra falta de autoestima colectiva, de nuestra creencia en que es imposible cambiar las cosas. No encontraremos nunca la salida por ese camino, en el cielo de l@s ricos no hay asientos para tod@s.

           

A menudo creo que nuestra relación con el poder tiene componentes que se hallan presentes en las relaciones de violencia de género. A fin de cuentas, hablamos de dominación. Nos pensamos incapaces de salir de ese infierno como la mujer maltratada cree imposible escapar del círculo de la violencia. Si el poder se enfada es porque algo hicimos mal, porque perdimos las formas. De la misma forma que la mujer esclavizada piensa que si hubiera tenido la cena lista no habría enfurecido a su maltratador.

           

Y sin embargo, este pueblo tiene todas las condiciones necesarias para levantarse y hacer su revolución. Reapropiarse de su vida y su futuro. ¿Quién pensáis que ha levantado el nivel económico de este país sino nosotr@s.?

           

En una escena de la película de David Fincher “El club de la lucha” uno de los personajes le dice a un poderoso: “Perseguís a la gente de quien dependéis, preparamos vuestras comidas, recogemos vuestras basuras, conectamos vuestras llamadas, conducimos vuestras ambulancias y os protegemos mientras dormís. . . Así que no te metas con nosotros.”. Más claro, agua.

           

Somos quienes construyen el futuro, sólo nos queda decidir que futuro queremos. Tenemos la capacidad de hacerlo. Tenemos la historia de nuestro pueblo de la que aprender, como el levantamiento Comunero de 1521 en el que el pueblo apostó por el común e hizo temblar a nobles y reyes. Tenemos el apoyo de otros pueblos oprimidos por el mismo poder que vive de nosotr@s.   

           

Para ello es necesario recordar a Malcom X y comenzar a amar a l@s oprimidos y odiar a l@s opresores, justo al contrario de lo que sucede demasiado a menudo.

           

Nuestra sociedad permanece anestesiada porque ha vivido según las normas de otr@s. el día que este pueblo abra la boca, el rugido será enorme. Entrará en la Moncloa y en los despachos de administración de esas empresas que en plena crisis especulan con el petróleo y los alimentos, recorrerá las mansiones de la Moraleja y sus campos de golf. Y ya nada volverá a ser igual. Pero

           

Cada decisión que tomamos nos conduce a uno u otro lugar, podemos elegir una parodia de existencia con la esperanza de hacernos ricos y escapar a nuestro destino. O podemos elegir mirar de frente a la vida y reclamar nuestra dignidad maltrecha, nuestro espacio en un mundo distinto en el que las personas no vivan del sudor de otras, en el que nadie se ahogue intentando huir de la miseria, ni haya niñ@s mendigos o muertos por guerras para robar el petróleo de su país. Podemos vivir en un mundo en el que no haya que avergonzarse de ser humanos.

           

No hay nada escrito, todo depende de nosotr@s. Pero yo sé que... ¡PODEMOS!.

0 comentarios