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Almuñécar contra la corrupción

Las eternas obras de los parking

Las eternas obras de los parking

La Opinión

BALTASAR G. CANO. Las obras de dos aparcamientos subterráneos en los paseos marítimos de las playas de Velilla y San Cristóbal, en Almuñécar, tienen a los vecinos y a los comerciantes en pie de guerra. Pocos quieren hablar del tema "por miedo a represalias" y, los que se deciden a hacerlo, solicitan expresamente que su nombre o su negocio "no aparezcan ni en foto".

Las obras comenzaron en octubre de 2007 y su finalización estaba prevista para el verano de 2008, pero la empresa concesionaria se quedó sin dinero "debido a la crisis", lo que retrasó los trabajos. El Ayuntamiento tuvo que buscar una nueva sociedad que se hiciera cargo de continuar la actuación. La promotora del Grupo San José Cartuja Inmobiliaria asumió la continuidad de los trabajos en octubre, aunque la intervención no comenzó hasta principios de este año.

El aparcamiento subterráneo de Velilla tendrá una capacidad de 421 plazas, de las que un porcentaje será rotativo y el resto se arrendará a particulares por un período de 50 años. La inversión supera los cinco millones de euros, una cifra algo inferior a la del subterráneo de San Cristóbal, que ofrece 300 plazas, de las que buena parte tenían la venta o alquiler asegurados, ya que un hotel de la zona se comprometió a quedarse con 80 estacionamientos para sus clientes y otras tantas más se repartirían entre los vecinos.

Todo apunta a que este verano las zanjas seguirán abiertas, con el perjuicio que ello ocasionará a los vecinos y visitantes. Una agencia que se dedica al alquiler de apartamentos para turistas manifestó a este periódico que "de las pocas solicitudes que se hacen debido a la crisis, el 80% exige que el apartamento no esté cerca de la zona de obras", y es que nadie quiere pasar quince días de descanso estival "escuchando un martillo pilón desde las ocho de la mañana".

El tráfico, además, está interrumpido desde enero. En el caso de playa Velilla, esta zona residencial ya no se comunica con el municipio a través del litoral, por lo que otro de los perjudicados será el parque acuático, el único de la Costa Tropical, que sólo tendrá una vía de acceso y ha perdido muchos aparcamientos.

En el sector de la hostelería, el malestar es evidente y algunos comentan que, después de que el turista llegue, "tras varias horas de colas en la carretera, más que cobrarle las raciones, tendríamos que disculparnos primero y después invitarlos a comer".

Al descenso de la recaudación en el sector servicios se añade la restricción del tráfico en algunas zonas, que ahora sólo tienen acceso peatonal, "lo que además de frenar la llegada de clientes, dificulta que los repartidores puedan servirnos sus productos", lamenta el propietario de un restaurante.

Precedentes. No es la primera vez que las obras de los aparcamientos dan problemas en Almuñécar. En el verano de 2006, la construcción del subterráneo del Paseo del Altillo también crispó los ánimos de los comerciantes de la zona. La propietaria de una cafetería explica a este periódico que aquella época "ya por fin se ha olvidado y la mejora es considerable, ya que los clientes vienen tranquilos porque saben que pueden aparcar con comodidad".

Antonio Carrascosa, un vecino de Velilla, no duda en admitir que si hubiera más interés por parte del Ayuntamiento "las obras ya estaría terminadas, pero seguro que el alcalde busca otro culpable, siempre se repite la misma canción en este pueblo". Carrascosa huye de Almuñécar durante el período estival y alquila su piso a veraneantes que eligen como destino la costa sexitana. "Con ese dinero puedo vivir el resto del año y, además, me alejo del bullicio, pero este año parece que vamos a pinchar en hueso". A su apartamento sólo se puede llegar andando y los escasos aparcamientos que hay cerca "son de pago, quién inventaría la zona azul", declara. El sentir general se traduce en malestar por el atraso de unas obras que ya deberían estar terminadas y en resignación por parte de los afectados, que temen, incluso, pagar las consecuencias de sus declaraciones públicas.

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