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Almuñécar contra la corrupción

La caída del último icono del GIL

La caída del último icono del GIL

Granada Hoy

La condena al alcalde de La Línea, Juan Carlos Juárez, a seis meses de inhabilitación, que ayer adquirió firmeza con la ratificación del fallo por parte de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Cádiz, provocó de manera inmediata la renuncia del edil a sus cargos municipales.

Con ello cae, de nuevo por la acción de la Justicia, el último icono que quedaba del GIL, que obtuvo arrolladores triunfos en los comicios locales de los años noventa; precisamente uno de los primeros que optó por abandonar el barco gilista cuando empezaron los escándalos en Marbella y que se cobijó bajo el paraguas del único gran partido que aceptó integrarlo, el PP andaluz.

Juárez llegó a La Línea, un pueblo entonces muy castigado socialmente, con promesas de transformarla. Ciertamente, la imagen del pueblo cambió mucho, pero, como en otros sitios donde gobernó el GIL, con métodos democráticamente discutibles, si no directamente ilegales.

Juárez cae ahora como autor de un delito de desobediencia por no atender por cuatro veces las órdenes judiciales de pago a la empresa Palex, suministradora de un centro de diálisis sufragado por las arcas municipales.

Pronto será juzgado por otros casos más graves, primero por el denominado caso de los contratos -114 incorporaciones al Ayuntamiento que el juez instructor considera ilícitas- y más adelante por el caso Roseworld, una oscura operación urbanística.

Por eso esta condena tiene una doble virtualidad: primero, por ser la que le obliga a dejar el cargo -sorprende que Javier Arenas resalte ahora la "coherencia" del condenado, porque ¿le quedaba otra opción que irse aunque tratara de retrasarlo unos meses?- y segundo, por la trascendencia penal que tendrá este fallo, puesto que al haber delinquido previamente y en virtud del Código Penal, podría significar el ingreso en prisión de Juárez, si es condenado a cárcel en otros casos.

Por ello, ante esta condena, es momento de que el PP haga por fin limpieza y deje de amparar a ex gilistas y apueste por un relevo en La Línea que rompa con esa tendencia. Eso le permitiría presentarse en 2011 ante los ciudadanos con un proyecto que destierre esos modos de hacer política -plagados de autoritarismo y sectarismo y con visos de corrupción-, tanto con el GIL como en el PP.

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