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A propósito de la crisis griega:Por un concepto extenso de socialismo

A propósito de la crisis griega:Por un concepto extenso de socialismo

Francisco Umpiérrez Sánchez

Rebelión

Antecedentes

Uno: Participo en un foro de economistas marxistas moderado por Diego Guerrero. Ahí mantengo una lucha de ideas acerca de particularizar las luchas contra el capitalismo. Defiendo que si las luchas teóricas no se particularizan, si solo se lucha contra el capitalismo en general y se ve al capitalismo como un bloque compacto, estamos promoviendo la inacción. Dos: Estoy estudiando el capítulo II de la sección tercera del Anti-Dühring de Engels, de donde he extraído ese concepto extenso de socialismo que sirve de título a este trabajo. Y tres: Leí con interés y entusiasmo el “Comunicado de ATTAC España sobre Grecia y los ataques especulativos al euro”, que fue publicado en Rebelión el 10 de mayo de 2010. Dicho comunicado lo reenvié al foro mencionado arriba acompañándolo del siguiente mensaje: una respuesta particular a una situación particular.

Una cuestión de fondo

Sin duda que lo mejor, a los ojos de un economista marxista, es que el capitalismo desaparezca de la faz de la tierra y en su lugar aparezca una exitosa sociedad socialista. Pero no se puede vivir de las palabras ni de sueños. Hay que mirar a la realidad y calibrarla tal y como es. Si la única lucha que puede librar la izquierda marxista es la destrucción del capitalismo, entonces esto significa no hacer nada. Supone quedarnos con los brazos cruzados y contribuir a la inacción. Y ante esto sin duda que es mejor cualquier otra cosa y que no es poca cosa: reformar el capitalismo. Una de esas luchas reformistas y en la que se quiere poner al frente ATTAC España es la reforma del mercado financiero. Es una buena causa como lo fue en su tiempo la lucha por la jornada laboral de ocho horas o la lucha por una sanidad pública. Y aclaro: la lucha por reformar el capitalismo no supone abandonar la idea de que el capitalismo haya que transformarlo en socialismo. Pero mientras esa posibilidad llega, habrá que hacer algo que mejore la suerte y el destino de la humanidad.

Un ejemplo analógico

Todo objeto con masa ejerce una fuerza de gravitación sobre cualquier otro objeto con masa. La Tierra tiene en relación con los seres humanos una fuerza de gravitación inmensa. De hecho si nos asomamos a la ventana y soltamos el vaso que tenemos agarrado con la mano, cae al suelo y se hace trisas. Se pone así de manifiesto la enorme fuerza de gravitación de la Tierra. La centralidad de esta causa en la caída de los cuerpos nadie la pone en duda. Siendo cierto el papel central que desempeña esta fuerza en la caída de los cuerpos, no por ello debemos despreciar o ignorar multitud de otras causas.

Un señor muy embriagado se asoma al balcón. La barandilla sólo le llega a la cintura. Se asoma más de lo conveniente y sin poderlo evitar, porque el alcohol ha mermado sus fuerzas y sus sentidos, se precipita al vacío y muere. Sin duda que la causa de este accidente debemos situarla en la embriaguez del sujeto víctima del accidente. A nadie se le ocurriría decir que la causa fue la ley de la gravitación universal. No obstante, esa causa está presente; si no estuviera presente, nada caería. Pero no es la causa inmediata de la caída del hombre embriagado. Un segundo ejemplo: un señor se asoma a un balcón de una casa muy vieja. De forma tal vez imprudente se apoya en la barandilla y ésta cede y se rompe, con tan poca fortuna que el hombre se precipita al vacío e igualmente muere. Aquí también ha estado presente la fuerza de gravitación universal, pero no ha sido la causa inmediata de la caída del señor, sino el estado precario en el que se encontraba la barandilla del balcón. Un tercer ejemplo: un señor se asoma a un balcón de una vivienda situada en la undécima planta de un edificio. De forma silenciosa otro señor se aproxima por detrás y empuja al primero, éste se precipita al vacío y muere. Sin duda que de nuevo está aquí presente la fuerza de gravitación universal, pero no es la causa inmediata de la caída. La causa inmediata es el señor al que debemos catalogar de asesino.

Supongamos que hay un partido, al que llamaremos el partido defensor de la centralidad, que defiende a capa y espada que la causa central en todos los casos mencionados la tiene la fuerza de la gravedad, y que las demás causas carecen de valor científico en la explicación de los hechos. ¿Qué consecuencias lleva aparejada mantener tal posición? Pues dejar de lado las causas inmediatas de los accidentes y no hacer nada por la solución particular de los problemas particulares. Supone negar la particularidad de los problemas y centrarse sólo en su causa general. Supone no reformar el mundo. He relatado tres accidentes y en cada uno de ellos ha actuado una causa inmediata distinta: en el primero la causa inmediata fue la embriaguez de la víctima, en el segundo caso fue el mal estado del balcón, y en el tercer caso la causa inmediata fue un asesino. Como el mundo hay que reformarlo y no solo revolucionarlo, una sociedad civilizada tendría que poner soluciones a estos males y tomar las medidas oportunas para cada caso. Para el caso de la persona embriagada tomará medidas contra el consumo de alcohol o dictará normas para que las barandillas de los balcones sean más altas; para el caso del balcón en mal estado tomará medidas para que las viviendas sólo puedan ser habitadas después de una inspección que mida el grado de seguridad y estado de construcción de los balcones; y para el tercer caso pondrá en marcha el aparato policial para que el asesino sea capturado, juzgado y encarcelado.

La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia

En el pensamiento económico de Marx la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia ocupa un papel estelar. De todos modos, a mi juicio, muchos marxistas han desproporcionado el papel de esta ley en el capitalismo e incluso la malinterpretan. Su esencia consiste en lo siguiente: conforme el capitalismo avanza la inversión en maquinarias e instalaciones (capital constante) crece proporcionalmente más que la inversión en fuerza de trabajo (capital variable). Pero como la ganancia (o plusvalía) sólo brota del capital variable, la ganancia arrojada por el capital global será menor. Hay aquí, no obstante, que precisar algunas cuestiones: hay que precisar que no es lo mismo hablar en términos relativos que en términos absolutos. Pongamos un ejemplo y así despejaremos todas las dudas. Supongamos que en 1960 hay una nave de 500 metros cuadrados donde la inversión en capital constante asciende a 60.000 de euros y la inversión en fuerzas de trabajo asciende igualmente a 60.000 euros. En 1960 había contratado en esa empresa 10 trabajadores que “costaban” anualmente 6.000 euros cada uno. En 1970 los dueños de esta empresa se hacen con una nave de 50.000 metros cuadrados donde la inversión en capital constante asciende a 6 millones de euros y la inversión en mano de obra asciende a 600.000 euros. En 1970 había contratado en dicha empresa 50 trabajadores que “costaban” anualmente 12.000 euros cada uno. ¿Qué nos dicen estos datos? Que el capital constante ha aumentado 100 veces, de 60.000 euros a 6.000.000 de euros, mientras que el capital variable ha aumentado sólo 10 veces, de 60.000 euros a 600.000 euros. Si en términos relativos es cierto que el capital variable ha disminuido respecto del capital constante, en términos absolutos el capital variable ha aumentado 10 veces.

Sigamos: la cuota de ganancia se obtiene dividiendo la ganancia por el capital total desembolsado. Y el capital total desembolsado es la suma del capital constante y del capital variable. Supongamos una tasa de explotación del 100 por ciento. De manera que los 10 trabajadores que “costaban” en conjunto 60.000 euros producían una ganancia de 60.000 euros, mientras que los 50 trabajadores que costaban 600.000 euros producían una ganancia de 600.000 euros. En 1960 la cuota de ganancia era del 50 por ciento, que resulta de dividir la ganancia (60.000 euros) por el capital total desembolsado (120.000 euros), mientras que en 1970 la cuota de ganancia era del 9 por ciento, que resulta de dividir la ganancia (600.000 euros) por el capital total desembolsado (6.600.000 euros). ¿Qué conclusiones extraemos de estos datos? Que mientras la cuota de ganancia ha disminuido el 41 por ciento, la masa de ganancia ha aumentado el 10 por ciento. De manera que en principio la disminución de la cuota de ganancia supone un aumento de la masa de ganancia. Si la masa de ganancia no aumentara, sería imposible la reproducción ampliada, sería imposible que los negocios de hoy fueran más grandes y facturan más que los de ayer. Esto es conveniente precisarlo porque muchos marxistas dan a entender que la disminución de la cuota de ganancia supone ipso facto la disminución de la ganancia. Esta disminución progresiva de la cuota de ganancia es observable fundamentalmente en el sector industrial, por ejemplo en el sector automovilístico; ahí se manifiesta de forma muy remarcada. No ocurre lo mismo en el sector de la construcción y mucho menos en el sector de servicios. Las condiciones técnicas de la producción de inmuebles impiden que muchas operaciones, como la de levantar paredes, se automaticen por medio de maquinarias.

No obstante, a pesar de lo dicho, muchos marxistas se empeñan en demostrar que al final la masa de ganancia termina disminuyendo y que la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia es la causa central de las crisis en el capitalismo. (Yo creo que la causa principal de la crisis se encuentra en la contradicción entre producción y consumo, pero bueno, dejemos esto para otro debate y supongamos que tengan razón). Sigamos. Gérard Duménil y Dominique Lévy en el capítulo III de su libro “Crisis y salida de la crisis” se expresan en los siguientes términos: “Esta primera investigación termina, pues, afirmando un diagnóstico: la centralidad de la tasa de ganancia en la explicación de la crisis, de la pérdida de ritmo de la acumulación y del ascenso del desempleo”. Esta opinión es compartida por muchos marxistas célebres. Pero todos incurren el error en el que incurría el partido de la centralidad del ejemplo analógico: pierden de vista lo particular de cada crisis y, en consecuencia, no defienden medidas particulares. Para ellos defender medidas particulares contra la crisis es hacerle el favor a la burguesía y cargar de ilusiones infundadas a los trabajadores. Para mí, por el contrario, a lo que llevan todos estos defensores de la centralidad de la tasa de ganancia es a la inacción. A estos teóricos marxistas les cuesta muchísimo centrarse en lo particular y hacer defensas de políticas particulares. Para ellos las vanguardias marxistas lo único que pueden defender es la destrucción del capitalismo, esto es, lo único que pueden hacer es lanzar palabras muy sonoras al viento.

Compruebe, estimado lector, la diferencia entre estas ideas de la centralidad de la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia y el comunicado de ATTAC del que les hablé al inicio de este trabajo, compruebe la diferencia entre las generalidades y las particularidades. Les transcribo uno de sus fragmentos: “En este enfrentamiento entre la ciudadanía y los especuladores financieros estos han ganado la batalla en 1992 y 1993 en Europa; en 1997 y 1998 en la mayoría del sudeste asiático, pero no en China, que controla políticamente su política monetaria y a su Banco Central, ni a quién impuso controles al movimiento de capitales. Vencieron en Argentina, Rusia y Méjico; pero fueron vencido por Lula en Brasil que impuso una tasa del 1,5% a la especulación financiera con su deuda soberana, y por Correa en Ecuador, que se negó a reconocer la deuda sin una auditoría previa, y no se atreven con Bolivia. Como demuestran todos los países que han combatido con éxito la actual crisis, son los bancos públicos, la regulación y control político de su sistema financiero e, incluso, un impuesto a la especulación financiera como el vigente en Brasil del 2% lo que explica su escasa incidencia y rápida recuperación”. Pero para los marxistas defensores de la centralidad todas estas propuestas de ATTAC España no sirven sino para ayudar al capitalismo y para crear falsas ilusiones en la gente. No obstante, a mi juicio, los que se equivocan y de manera profunda son los marxistas pertenecientes al partido de la centralidad, que se niegan a ver las causas inmediatas de la crisis y la necesidad de tomar medidas prácticas contra ellas.

Por un concepto extenso de socialismo

Después de que Engels, en el capítulo “Cuestiones teóricas” de su texto titulado “Anti-dühring”, afirmara que la burguesía tuvo que destruir las relaciones de producción feudales para que las fuerzas productivas se desarrollaran con total libertad, dice lo siguiente: “Las nuevas fuerzas productivas han rebasado ya la forma burguesa de su aprovechamiento; y este conflicto entre fuerzas productivas y modos de producción no es un conflicto nacido en la cabeza de los hombres, como el del pecado original humano con la justicia divina, sino que existe en los hechos, objetivamente, fuera de nosotros, independientemente de la voluntad y el hacer de los hombres mismos que lo han producido. El socialismo moderno no es más que el reflejo mental de ese objetivo conflicto, su reflejo ideal en las cabezas, por de pronto, de la clase que lo sufre directamente, la clase trabajadora”.

¿Cuál es sin duda la gran fuerza productiva de la última década? La globalización. Ya lo fueron en el siglo XVI el descubrimiento de América y el mercado mundial. La globalización ha permitido, aunque sólo sea esto, reunir los recursos monetarios de todo el mundo para invertirlos en el desarrollo económico. Ha pasado incluso lo impensable: que los ahorros de los países en vía de desarrollo han servido para desarrollar la economía de los EEUU. El euro es uno de los grandes y nuevos productos sociales del mundo contemporáneo. Expresa la aspiración de 27 pueblos de Europa a constituir una unidad económica. Su dimensión social es tan grande que sería una inconciencia por parte de las instancias gubernativas europeas permitir que se especule con dicha moneda. Pero los mercados financieros, con los especuladores a la cabeza, lo hacen y ponen en peligro la estabilidad económica de 500 millones de personas. Ponen en riesgo la unidad de Europa, ponen en riesgo el euro y quieren socavar la soberanía de los Estados. De este conflicto es del que habla Engels. Es un conflicto entre el desarrollo de las fuerzas productivas, -sin duda que la globalización podría ayudar a la humanidad a vivir un periodo de auge en el crecimiento económico sin precedente y representa una oportunidad única para reducir la pobreza en el mundo- y el modo que tiene el capitalismo de producir la riqueza. Y el reflejo de esta contradicción en la cabeza de los hombres y mujeres del mundo entero debemos llamarlo, siguiendo a Engels, socialismo. Así que todas las organizaciones sociales que luchan contra los especuladores y contra los males generados por la globalización, todos los reformadores del capitalismo que buscan el fortalecimiento del Estado frente a los mercados, y muchas otras fuerzas sociales y personalidades independientes que buscan la mejora de la humanidad, pertenecen, de acuerdo con esta definición amplia facilitada por Engels, al socialismo.

Aunque los marxistas en la práctica no representan nada, no obstante, quieren teóricamente representarlo todo. Creen que sólo ellos pueden conducir exitosamente a la humanidad hacia el socialismo. Creen que sólo ellos tienen la verdad del capitalismo entre sus manos. Y todo lo que no sea socialismo marxista, es considerado socialismo no verdadero, que en nada ayuda a la clase obrera en su toma de conciencia sobre su papel en la historia. Pero a los marxistas no les quedará otro remedio que considerarse una sola de las corrientes del socialismo moderno, una sola de las corrientes que reflejan la contradicción entre el desarrollo trepidante de las actuales fuerzas productivas y el modo capitalista de producir riqueza. Si no lo hacen así, el sectarismo se apoderará aún más de ellos y permanecerán para siempre aislados.

Una cosa es Marx y otra los marxistas. Una cosa es Lenin y otra los leninistas. Pero los marxistas y los leninistas hablan como si fueran Marx y Lenin e incluso como si fueran más que Marx y Lenin. La soberbia teórica que padecen algunos teóricos marxistas los lleva inconcientemente al desprecio de las demás formas de pensar. Les cuesta ver que desde otros puntos de vistas, desde otras percepciones y conceptos, se pueden ver y conocer cosas del mundo que ellos no ven ni conocen. Y también les cuesta comprender que bajo el punto de vista práctico hay muchas fuerzas sociales no marxistas que dan pasos muchos más decisivos en el camino del socialismo que las fuerzas marxistas. Sólo basta pensar en Venezuela y en Hugo Chavez. Lo he dicho en otras ocasiones: muchos marxistas están atrapados en el socialismo solo pensado, en el socialismo carente de vida y de práctica, en el socialismo donde todo ocurre a la perfección. Y desde ahí, desde un espíritu encarcelado en verdades puras, nada hay en la realidad que tenga valor, nada sirve. Es la forma sectaria de existencia del pesimismo sobre el socialismo.

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