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Almuñécar contra la corrupción

La sicilianización, o peor

La sicilianización, o peor

Francisco Cervilla. Costadigital

Resulta que llevábamos razón. Que lo que sospechábamos desde siempre, o lo que creíamos saber, lo que habíamos visto en cine, lo que habíamos leído como relatos de ficción o no ficción, las denuncias vistas, oídas o leídas, sobre una realidad pervertida, todo eso resulta que es verdad y lo que teníamos bajo sospecha, y que nos costaba trabajo aceptar como auténtico debido a una extrema ingenuidad, se ha convertido en certeza.

Estábamos asistiendo entre impávidos y alarmados a la caída libre de la bolsa, cuyos vaivenes especulativos hasta ahora poco nos importaba, a la vez que la prima de riesgo, gran desconocida, subía como si quisiera ascender a los cielos; estábamos siendo amenazados con un rescate de cifras tan escalofriantes como para dejar endeudada y empobrecida a nuestra generación y a la siguiente; nos hemos interesado y acostumbrado forzosamente en pocos días a una jerga económica totalmente extraña, puesto que de su actividad se derivan severas consecuencias reales en la vida de las personas: se nos amenaza con ruina, con menos ingresos, con pérdida del poder adquisitivo, o simplemente carecer de ese poder, nos hemos hecho al insólito planteamiento de que tenemos que ganar menos y gastar más, trabajar más y ganar menos, pagar más impuestos y perder derechos sociales, ahorrar y consumir simultáneamente, estábamos pues en esa espiral loca del capitalismo feroz, destructivo y dictatorial, cuando Wikileaks ha puesto a orear los documentos secretos de Estados Unidos, y nos enteramos que junto a la ruina económica tenemos ruina moral, en una continuidad canallesca que comercia con las personas igual que con el dinero. Tanto da. 

Así que uno descubre al mirar hacia arriba, es decir a los altos estamentos, que la red de alcantarillado, las cloacas, no están en el subsuelo como uno pensaba, ocultos a la vista y al olfato. No. Están por ahí arriba, en la prensa, en la televisión, en la radio, en las papeletas con las que votamos.

Hace días tuve curiosidad por ver un programa televisivo de vergonzante título, acorde con los tiempos: Mujeres ricas. En la serie se visitan millonarias mansiones que son mostradas por sus millonarias dueñas. Una de estas ricas decía: dicen que estamos en crisis, pero es cuando más dinero se gana. Ignoro si era consciente de sus palabras, pero resumen bien el fenómeno actual. El dinero fluye en una sola dirección. Sale de una mayoría, ajena al origen del problema y que se empobrece, y va hacia una minoría, causante del problema y que se enriquece, aún más.

Leonardo Sciascia que sabía mucho de la mafia, decía que en el mundo se había producido una sicilianización. Quería decir Sciascia que el hombre normal, el hombre de la calle como algunos nos llaman a la mayoría, no cuenta. Es mero peón. Instrumento útil en manos de los poderosos. Y quería decir también Sciascia que la libertad individual, la idea de la democracia, el interés común, en suma, está sometido y supeditado al interés exclusivo y arrollador de grupos particulares, los grupos económicos, o el mercado, como se dice ahora, que son quienes realmente gobiernan pues son los que dictan las políticas a los gobiernos. Poder político sometido al poder económico. Anticipaba Sciascia que la mafia, como modelo, iba a triunfar en el planeta, como así ha sido. Puesto que sabía del asunto, habrá que leerlo atentamente para entender todo esto.

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