Blogia
Almuñécar contra la corrupción

El techo electoral de Izquierda Unida y el mundo del trabajo

El techo electoral de Izquierda Unida y el mundo del trabajo

Son muchos los análisis que se han realizado de las recientes elecciones, las que han coincidido con el éxito de las movilizaciones del 15-M. Sólo me voy a centrar en los limitados resultados de la izquierda con representación institucional con candidaturas en todo el Estado: los de la federación Izquierda Unida. Básicamente todos los analistas que he leído a su izquierda y derecha coinciden en achacar su discreto crecimiento a cuestiones internas de la organización: programáticas, organizativas, comunicación, etc...

Muchas de las críticas son razonables pero algunas versan sobre cuestiones que son totalmente ajenas a su potencial electorado que ni conoce ni le interesan sus cuitas internas, y ninguna explica satisfactoriamente el porqué de su techo electoral en una coyuntura de crisis económica y con un PSOE en descomposición. Dentro del espectro político, IU se ha destacado por su defensa de derechos económicos, sociales y laborales de la clase trabajadora. En la presente legislatura sólo un pequeño grupo de partidos de izquierda se opuso al tijeretazo del gobierno de Zapatero, ninguno de ellos ha salido bien parado en las últimas elecciones.

A mi parecer, el crecimiento moderado del voto a Izquierda Unida hay que relacionarlo con la reciente historia de derrotas y retrocesos sociales. Desde que tengo uso de razón sólo una vez la izquierda ha conseguido una victoria en el ámbito económico-laboral: la retirada del plan de empleo juvenil tras una exitosa huelga general que se hizo a un gobierno de Felipe Gonzalez [1] en 1988. Todas las demás batallas se han perdido, no se ha conseguido ninguna mejora para trabajadores, parados o pensionistas. Cada vez hay más paro, es más fácil y barato el despido, las condiciones de laborales son más precarias cada año, se comienza más tarde a trabajar y nos jubilaremos más tarde, se recortaron las prestaciones por desempleo, etc. Son muchos los ciudadanos que acaban abandonando su militancia cansados de perder y no hay bastantes jóvenes que tomen el relevo.

A cambio existen otras cuestiones de diversa índole, como reivindicaciones descentralizadoras, de género, medioambientales... en las que sí se han conseguido ciertos avances: matrimonio de homosexuales, desarrollo de energías renovables, más autonomías territoriales, ley de dependencia, medidas contra la violencia de género... Al rebufo de estos movimientos sociales sí que han surgido nuevas izquierdas que se proponen metas más viables y accesibles que no afectan a los pilares del modelo neoliberal, en contraposición de la izquierda transformadora que pide un gran esfuerzo personal para alcanzar objetivos difíciles y lejanos: pleno empleo o la nacionalización de la banca. Intentar mantener el escaso estado de bienestar que teníamos hasta antes de la crisis es calificado como utópico y trasnochado, así como, por ejemplo, dudar del papel de la OTAN como nueva policía mundial

Sin minusvalorar ningún tipo de reivindicación, es evidente que la política laboral, la independencia económica, las pensiones, la sanidad y la educación son los pilares sobre los que gravita nuestra vida diaria. Es cierto que el nuevo modelo social por el que hay que luchar tiene que estar basado en la sostenbilidad ecológica y políticas de decrecimiento del “primer mundo”. Sin socialismo no habrá justicia ni democracia, pero sin economía planificada tampoco se podrá hacer un uso equitativo y sostenible de los limitados recursos naturales. También, y en esta línea de pensamiento, el poder político cada vez se encuentra en mayor desventaja frente a los poder económico que sí que tiene carácter internacional.

Esta es la situación en la que nos encontramos y cuando el gobierno o “los mercados” anuncian una nueva medida para transferir rentas de los trabajadores a los capitalistas, predomina la fatalidad de lo inevitable, el desánimo generalizado y la desesperanza, que impide o dificulta cualquier tipo de movilizaciones y allana el éxito de las contrarreformas.

Gran parte de la responsabilidad de que estas “condiciones subjetivas” primen en la clase trabajadora recaen en los dos sindicatos mayoritarios. Es cierto, son burócratas, acomodados, todo lo que digamos se queda corto... pero cuando llamaron a la huelga general y a la huelga del sector público, con el apoyo del resto de sindicatos a su izquierda, el seguimiento de los trabajadores no fue el que se merecía. Se piensa que los sindicatos son los que movilizan a los trabajadores, pero también una mayor concienciación y combatividad de los trabajadores podría movilizar a los sindicatos.

De lo que se puede responsabilizar a nuestros dirigentes sindicales de finales de los 70 e inicios de los 80 es de que no se dieron cuenta de que el cambio de modelo de organización del trabajo, del empleo estable al precario, no sólo perjudicaba los derechos de los obreros, sino que significaba la condena a muerte de un sindicalismo fuerte y combativo. Es muy recomendable releer sobre este tema, el “Informe Petras” que no ha envejecido con el transcurso de los años.

Ineludiblemente el futuro de IU o de la izquierda transformadora está asociado al mundo del trabajo y sindical. La pérdida de los sindicatos de clases tendrá como consecuencia asociada la pérdida de la izquierda en las instituciones, véase el caso de EE.UU.

La esperanza es el factor más movilizador. La esperanza de conseguir mejoras para los trabajadores, para nuestros hijos y nuestros mayores es el motor de las luchas obreras. En Venezuela la población no estaba organizada ni participaba de la vida política de aquél país hasta que llegó Hugo Chávez, que alimentó la esperanza y a los desheredados de Venezuela, se sintieron partícipes del cambio de un modelo, dejaron de perder siempre para comenzar a ganar. Sólo la existencia de una esperanza puede ayudar a entender que miles de personas habitantes de surburbios de Caracas que no participaban en política ni votaban comenzaran, no sólo a votar, sino a manifestarse casi diariamente en defensa de un proyecto político.

En Europa, en el mundo rico pero lleno de pobres, sigue siendo más atractiva para la mayoría de la población la solución individual que la colectiva.

Para no rendirnos, es aconsejable escuchar una reciente entrevista a Eduardo Galeano  que hizo un alegato en favor de los llamados “perdedores”. Recordaba que la historia está repleta de grandes hombres que perdieron hasta su vida y puso de ejemplo a Socrates o Jesús de Nazareth. A los que podríamos añadir muchos más, desde Espartaco a Rosa Luxemburgo, los republicanos españoles o el Che Guevara.

Para combatir el desánimo, en primer lugar, debemos fortalecer la organización sindical en los centros de trabajo, esa es la principal vía de entrada a la militancia política. Y posteriormente plantearnos alguna meta con un contenido social inequívoco y organizarnos para conseguirla. El movimiento “Democracia Real Ya” nos ha demostrado que se puede sumar con base en objetivos comunes. Recuperar una inercia positiva pasa por organizar a los trabajadores y conseguir alguna victoria, por pequeña que sea.

 

Nota:

[1] El éxito de aquella huelga fue debido, en parte, al apoyo de la derecha.

0 comentarios