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Almuñécar contra la corrupción

Confianzas y aplausos

Confianzas y aplausos

Tomás Hernández. Costa Digital

Los sueños de poder deben de ser perturbadores. A veces, dicen quienes los sueñan, sus máscaras son confusas y sus palabras engañosas. ‘Al poder por la confianza’ parecía ser el lema de Rajoy. Confianza, confianza, confianza, era el leit motiv, el mantra incansable bajo el bigote de Rajoy. Mientras el lamentable trienio negro de Zapatero le iba abriendo de par en par las cancelas, si es que las hay, del palacete de la Moncloa.

    Pero la confianza duró ‘lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rock’, y los sueños, ya lo dijo el gran don Pedro (Calderón de la Barca), sueños son. La confianza se esfumó en ellos o se fugó con ‘la prima’. La díscola ‘prima’ cuyas veleidades no ha podido meter por vereda el adusto de don Mariano.

    Ahora estamos intervenidos aunque Rajoy lo niegue como san Pedro a Cristo, con la misma contumaz obstinación con la que su antecesor en la Moncloa negaba la crisis cuando ya el barco empezaba a hacer agua por todas partes.

    Estar intervenidos o rescatados, o aherrojados para poder decidir nuestro futuro, y nuestro presente, es una manera suave de llamar al golpe de estado económico que se anunció ayer en el Parlamento y que se ejecutará en el consejo de ministros del viernes.
   
    Y lo peor no es el golpe de estado impuesto, como reconoce el propio Rajoy, no lo del golpe, claro, pero sí la imposición ordenada, lo peor es que no parece servir para mucho. Grecia es un país desesperado y pobre. A los ‘irmaos’ portugueses no parece irles mucho mejor.

    Quienes no sabemos de economía, muchos, incluso entre los ministros del ramo, desconocemos las soluciones. Pero ¿por qué no se preguntan si están haciendo lo correcto? ¿Por qué don Mariano se ha transmutado en ‘Marianico el Corto’ y calándose la boina hasta las orejas persiste en ‘sostenella y no enmedalla?

    Los diputados del PP aplaudían la valentía con la que su líder iba desgranando sus maldiciones bíblicas. La ministra de Italia sollozaba al verse obligada a leer las suyas ante su Parlamento. Cuestión de estilos.

    ¿Tendrán paga de Navidad sus señorías?

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