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Almuñécar contra la corrupción

Podemos somos todos

Agustín Moreno

…y por eso cultivaban jardines de sueños / y los
exportaban con grandes lazos de colores / y los profetas
 de la oscuridad se pasaban noches/ y días enteros /
 vigilando los pasajes los caminos buscando estos
peligrosos cargamentos / que nunca se dejaban
atrapar / porque el que no tiene ojos  par soñar / no
ve los sueños ni de día ni de noche.
Gioconda Belli

 El 25 de mayo yo no voté a Podemos. No obstante, comparto la mayor parte de su programa, tengo muchos amigos y amigas que pertenecen a Podemos y avalé con mi firma su candidatura. Los resultados de las elecciones europeas, como ya analicé, además de una derrota del bipartidismo han supuesto un giro a la izquierda y la demostración de que la política de recortes no goza de impunidad. Me alegré mucho de la aparición de Podemos y del avance de Izquierda Unida y de Equo-Compromís. La irrupción de Podemos fue como un ladrillazo en el charco de las aguas estancadas de la política española. Por ello celebré sinceramente su éxito electoral, como nueva fuerza que tiene muchas cosas que decir y que ha sido capaz de galvanizar a nuevos sectores del electorado progresista e indignado a los que IU y otros no eran capaces de llegar.

Aunque que puedo tener algunas diferencias con ellos, eso no es lo más relevante: tengo claro que estaría en Podemos si ésta fuera la suma de toda la izquierda y no una fuerza más. Llevo tiempo defendiendo la necesidad de construir una alternativa unitaria para echar al PP del gobierno y he participado por la Marea Verde en asambleas de proyectos de convergencia como Alternativas desde Abajo y Suma. Creo que Podemos tiene que resolver varios retos y su futuro dependerá de que lo hagan con éxito. Tendrán que poner en coherencia su discurso y su práctica en materia de participación democrática. Más allá de las wiki-consultas por internet, deberán articular la participación de miles de activistas que quieren ser protagonistas del proceso de empoderamiento y cambio, así como dotarse de una auténtica dirección colectiva. Podemos ha sido una especie de resurrección para muchos viejos militantes de la izquierda desencantados con la política institucional: el desafío es construir una organización en la que todos sean albañiles y arquitectos.

También deben resolver la política de alianzas con el resto de la izquierda. Tendrán que decidir si apuestan por construir la unidad con otros o por intentar romperles, como podría deducirse de las declaraciones de algún dirigente en relación a IU. Es evidente que 2015 va a ser un año decisivo y una parte importante de la población espera respuestas y soluciones urgentes a sus problemas. En mi opinión, no sería el momento de priorizar la autoconstrucción de las organizaciones, sino los acuerdos de unidad que hagan posible el golpe de timón en el panorama político. Ante esta demanda, que creo mayoritaria en la izquierda, no valen excusas de método de ningún tipo, porque si el método es importante la unidad lo es más aún. Lo anterior se resolverá mejor o peor en función de cómo Podemos haga la digestión de los resultados electorales del 25M y si evita una euforia política incontrolada ante las tendencias que apuntan las encuestas. Espero que no cometan el error de pensar que la alternativa son ellos solos, en vez de la unidad de todos, incluyendo a mareas, movimientos sociales y fuerzas jóvenes y veteranas de la izquierda como IU que, aunque tenga cosas que cambiar, tiene mucho que decir y aportar.

Pero el paroxismo de la derecha y del bipartidismo hacia Podemos no ha parado de crecer. Y se manifiesta en varios planos. Por una parte, con el intento de articular trampas electorales  para asegurar el control del poder y salvaguardar un bipartidismo que se resquebraja (elección de alcaldes por la lista más votada, cambio de las reglas electorales a través del sistema de circunscripciones como plantea el PP de Madrid, etc.).

Por otra, a través de una campaña de  brutales ataques a Podemos en la que ha participado la flor y nata de los partidos dinásticos. Haciendo un poco de recuento, han entrado a saco Rajoy, Felipe González, Esperanza Aguirre, Ignacio González, Carlos Floriano, Ignacio Sotelo, Susana Díez, Sáenz de Santamaría, Pedro Sánchez y un largo etcétera, por no hablar de la caverna tertuliana, incluidas las páginas de El País. Los epítetos son muy recurrentes: etarras, boliviarianos, populistas, antisistema, mesiánicos, curanderos, falsos, dictadores, goebbelianos… Más allá de que algunas formas puedan no gustar, es muy fuerte que el bipartidismo les acuse de populismo, cuando tanto PP como PSOE se caracterizan por incumplir radicalmente sus programas electorales.

Como paradigma de esta estrategia está EsperanzaAguirre, que se monta su campaña electoral hacia la alcaldía de Madrid en base al insulto a Pablo Iglesias, intentando movilizar a la ultraderecha del PP e incluso a los tuiteros para que aporten información para atacarle en lo que parece un auto de fe. Aunque quizá lo que hace es aplicar la estrategia de la gallinita de la Pampa, que da los gritos en un sitio y pone los huevos en otro, por ejemplo, para desviar marrones como el que desvelaba La Vanguardia: su gobierno camufló como contratos 657 concesiones a la trama Gürtel.

Veremos hasta donde es capaz de llegar el hostigamiento desde los poderes fácticos. Pero lo cierto es que ante la tremenda campaña desatada es una obligación moral y política posicionarse. Ante este linchamiento político y social no cabe otra actitud más decente que la solidaridad y decir como demócratas que Podemos somos tod@s. Y algo más importante aún y muy serio: responsabilizar al PP, a Rajoy y al ministro del Interior de lo que pueda suceder por incitar al odio y alentar los más bajos instintos de la parte más reaccionaria de este país. Esperemos que nadie tenga la tentación de echar mano de las cloacas del viejo aparato del Estado, como prolongación de la agresión mediática que están realizando hacia Podemos y sus dirigentes.

Pero el desafío para todos los que creemos que es preciso un cambio radical, sigue siendo el mismo: cómo construir la unidad de la izquierda, cómo hacer visible lo invisible, cómo hacer política desde una perspectiva ética frente a los políticos profesionales de la mentira. Más aún cuando la renovación lampedusiana del PSOE probablemente quede en nada. Porque mucho no se puede esperar de un secretario general que tiene como modelo de referencia a Felipe González, que aprovecha a su favor en la campaña de primarias la correcta posición de Madina defendiendo la sentencia de la audiencia Nacional sobre el cerco al Parlament, y que defiende la inevitabilidad del rescate a la blanca con el argumento de la gran depresión.

Por ello, la cuestión sigue situada en 2015, en si se impone la gran coalición o la unidad de la izquierda. Una Unidad Popular ante el riego de que el PP siga en el poder con un porcentaje muy bajo de votos. O que se configure una gran coalición PP-PSOE, impulsada por el propio PP como gran beneficiario y por personajes como Felipe González, convertido en guardián de las esencias del régimen de la segunda restauración borbónica.

Como ya ha dicho alguien, ojalá Podemos sea objeto de estudio en el futuro en las facultades de Ciencias Políticas. Pero no como un brillante y efímero fuego artificial o como una ola a punto de romper. Sino como los que tuvieron el mérito de acercar a la política a una generación de jóvenes que siente más simpatía por Matrix que por Marx. Como los que ayudaron a dinamizar cambios en otras formaciones de izquierda como IU. Como una fuerza política con recorrido, capaz de transformar la política y la sociedad española en unidad con otras formaciones progresistas. Podemos tiene tanto potencial de esperanza como interrogantes. Porque todo lo nuevo tiene mucho de viejo y de clásico, y lo nuevo no es ser más o menos moderado o de izquierdas, lo nuevo sería la coherencia. Y ese es el reto: no apartarse de la lucha popular y del compromiso con la gente.

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