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Almuñécar contra la corrupción

¿Dónde estaba entonces la sensibilidad de Carlos Herrera?

¿Dónde estaba entonces la sensibilidad de Carlos Herrera?

Cada vez que Cuba o Venezuela surgen a la palestra, el periodista Carlos Herrera se apresta a ejercer de tamborilero en la orquesta imperialista. A tenor de un artículo suyo, publicado recientemente en ABC, podría pensarse que estamos ante un hombre preocupado por la vida ajena. Error. En 1981, José Ignacio Arregui Izaguirre, murió en el Hospital Penitenciario de Carabanchel. No me consta que Carlos Herrera informara que el fallecido tenía un pulmón encharcado, bronconeumonía, hematomas diversos y quemaduras de segundo grado en los pies.

También en 1981 murió Juan José Crespo Galende, a causa de una huelga de hambre con la que reivindicaba el cese de palizas en las mazmorras españolas, denunciaba el estado de las celdas (propias de animales), las prohibiciones de hablar (incluso silbar), o que en los minutos de patio, sólo podían mirar hacia el suelo, reclamaciones éstas, que nada tienen que ver con las de poseer televisor, cocina y teléfono en un calabozo cubano, que sí han afectado la emotividad del periodista.

¿Denunció que en septiembre de 1979, en la Dirección General de Seguridad a Crespo Galende le destrozaron los pies, le golpearon los testículos con porras y lo dejaron deformado, como todo el mundo pudo ver tres años después (seguro que Herrera también), en unas fotos publicadas por la revista El Tiempo, que fueron sacadas a la luz pública, porque un PSOE, acabado de llegar al Gobierno, quería demostrar que el partido saliente (UCD) torturaba y el PSOE era “demócrata”?

¿Dijo algo compasivo el 25 de mayo de 1990, cuando José Manuel Sevillano moría en el madrileño hospital Gregorio Marañón, tras 177 días en huelga de hambre, pidiendo el fin de la dispersión de los presos antifascistas? El Gobierno, presidido por Felipe González, no cedió un milímetro y contó con el apoyo del Partido Popular. Hasta el periódico El Mundo comparó la situación de los antifascistas, que iniciaron huelgas de hambre simultáneas, con los “horrores del nazismo”. Sólo hay que tirar de hemeroteca.

En las fechas citadas, Carlos Herrera ya llevaba tiempo ejerciendo el periodismo. Parece que entonces tenía menos sensibilidad que ahora, por las condiciones de los presos y las huelgas de hambre. Si Dios existiera, este personaje, fiel a semanas santas y romerías de pandereta, tendría vetada la entrada en la Gloria. No me cabe duda.

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