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Almuñécar contra la corrupción

¿Qué quieren los mercados?

¿Qué quieren los mercados? Francisco Cervilla (Costa Digital)
Me encuentro en la prensa con unas imágenes de un exultante Sr. Rosell. Sonrisa amplia y satisfecha. Esa alegría, que es suya, personal y no de sus representados, resulta inoportuna e inaceptable, dado el contexto en el que tiene lugar, momento previo a una reunión en las esferas del poder político, para tratar sobre la recién aprobada reforma laboral.

¿De qué se ríe el Sr. Rosell? Realmente no lo sé, aunque atribuyo su regocijo a la aprobación de esa reforma que tanto ha reclamado y que por fin ha conseguido. Podríamos pensar que la causa inmediata de su risa es un buen chiste que le ha contado su vecino de mesa, lo cual, seguiríamos pensando, no deja de ser una buena excusa para dejar salir su gozo más íntimo por la realización de sus deseos. ¡Barra libre Sr. Rosell, sírvase usted mismo!

Lo preocupante no es lo que quiera el Sr. Rosell, pues a fin de cuentas él quiere lo que dictan los mercados, y como éstos sólo dicen una parte de lo que quieren, el Sr. Rosell sólo sabe una parte de lo que él mismo quiere. Lo demás es una opacidad que produce una esquizofrenia generalizada. A la locura del consumo la ha sustituido la locura de los recortes. Cualquier medida es insuficiente, con el agravante de que se exige simultáneamente la medida contraria.

Paseando por Internet leo en la web de Caballo de Troya lo siguiente: Diccionario para hoy. Clase media: conjunto de almas cándidas que a pesar de haber sido condenadas a las penas eternas del Infierno creen estar en el Purgatorio.
Es decir que nos engañamos porque no aceptamos que lo perdido, perdido está. Acusados por nuestros excesos pasados como culpables de la crisis, estamos dispuestos a expiar nuestros pecados y a aceptar con mansedumbre, según se espera, nuestro sacrificio, bajo la idea ilusoria de que, una vez hayan terminado con el festín, volveremos a recuperar más tarde todo lo cercenado. Pero se acabó el paraíso, no lo hay más, si es que alguna vez lo hubo.

¿Qué quieren los mercados? Una parte de lo que quieren no lo sabemos. Pero cada vez es mayor la siniestra sensación de que hay material humano sobrante. Sobran trabajadores, pensionistas, subsidiados, enfermos, dependientes, inmigrantes. Existen toneladas de gente sobrante. Y da la espantosa impresión de que los mercados las quieren para consumirlas, tal como indica el funcionamiento ciego de su disparatada maquinaria.

Hay una diabólica indeterminación que atenaza y a la que no se le ve fin: dónde terminan las demandas o las exigencias de los mercados, que es la que determina, visto lo visto, dónde pueden comenzar las nuestras.

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