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Almuñécar contra la corrupción

Españoles de bien

Españoles de bien

Rafael Calero

El presidente del gobierno tiene una nueva atribución: decidir quiénes o quiénes no, son españoles de bien.

Válgame dios. Ahora resulta que yo no soy un español de bien. Lo ha dicho Rajoy hace unos días. Según el Presidente del Gobierno de los mejores, los españoles de bien —cito de memoria— no salen a la calle a dar por culo, ni son noticia en los telediarios, ni se ponen delante de los maderos para que les den de hostias, ni cuestionan el orden social imperante, ni hacen huelgas, ni se manifiestan al grito de ¡Que no, que no, que no nos representan!, ni asaltan hipermercados para repartir la comida entre los más necesitados, ni protestan. Y ya puestos, ni siquiera se cagan en la santa casta de los políticos. No. Los españoles de bien no hacen ese tipo de cosas.  

Los españoles de bien, aunque Rajoy no lo ha dejado muy claro, hacen otras cosas. Los españoles de bien son, según el presidente Rajoy, los que, en estos tiempos asesinos, permanecen en sus casitas viendo la telemierda, si es posible las cadenas del PP, dejándose manipular por los telepredicadores ultraderechistas, o tragándose la enésima reposición en la RTVE, la que pagamos todos con nuestros impuestos y cada día es peor, de Curro Jiménez o Verano Azul. O dejándose atontar por el fútbol. ¡Esos sí son españoles de bien!

Ahora resulta que no importa nada que uno se levante todos los días para ir a su curro y trate de hacerlo lo mejor que puede, a pesar de los sueldos de mierda y de las condiciones laborales impuestas por la dictadura de la mayoría absoluta, del FMI y de la UE; ahora resulta que no importa nada que uno pague impuestos a tocateja, aunque esos impuestos no repercutan en mejores escuelas para nuestros hijos, en más y mejores médicos para todos, incluidos los inmigrantes, en carreteras más seguras, en servicios universales y gratuitos, en pensiones honrosas para los jubilados; ahora resulta que no vale una mierda que uno sea solidario con los demás, y colabore con sus vecinos, y preste su ayuda a la gente que la necesita, porque están en el paro, o porque son ancianos sin recursos, o por cualquier otra razón.

Qué va. Nada de esto vale. Los españoles de bien son, lo ha dicho Rajoy, los que se quedan en sus casitas. Los que no cuestionan sus políticas estúpidas, asfixiantes, involucionistas, neoliberales. Los que se tragan el cuento de la democracia representativa, los que van a votar como borregos cada vez que se les convoca, y mejor si votan al PP. Los españoles de bien son los que salen a la calle con las banderitas patrias a celebrar los éxitos deportivos de la selección, los que no se cuestionan los privilegios de la familia real ni la unidad de España, los que no abortan, los que no se paran a preguntarse cuáles son las causas de esta terrible crisis/estafa que estamos viviendo, los que no se oponen a que con el dinero de todos se rescate a los bancos, los que no sacan las uñas para defenderse, los que no se plantan y les dicen a toda esta gentuza en su cara: Ya estamos hasta el moño de vosotros y de vuestro sistema corrupto.      

A mí me importa una mierda lo que diga Rajoy. Voy a seguir manifestándome siempre que tenga ocasión, iré a la huelga cada vez que lo considere justo, y haré todo lo que tenga que hacer para que el mundo sea un lugar más solidario, más humano, menos malo. Y seguiré plantándoles cara en la medida de mis posibilidades. Sin miedo. Porque como dice el poeta Antonio Orihuela en uno de sus magníficos poemas, si les tenemos miedo, no podremos darles miedo. Y seguiré siendo un mal español. A mucha honra.   

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