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En 1978, el PSOE no se escondió: se abstuvo cuando se votó que “la forma política es la Monarquía parlamentaria”

En la defensa de su posición, con un voto particular en el debate constituyente, los socialistas arguyeron que "ninguna generación puede comprometer la voluntad de las generaciones sucesivas"

Público

“Es un axioma que ningún demócrata puede negar, la afirmación de que ninguna generación puede comprometer la voluntad de las generaciones sucesivas. Nosotros agregaríamos: se debe incluso facilitar la libre determinación de las generaciones venideras”. Son palabras de Luis Gómez Llorente, un socialista histórico. Tan histórico, que no eran pocos los militantes socialistas que veían en él entonces la alternativa a Felipe González, un referente a su izquierda, para liderar al PSOE en aquel tiempo de la transición política en España.

“Defendemos la República como forma de Gobierno”
Esas palabras Gómez Llorente las pronunció en un momento clave, el 11 de mayo de 1978, cuando habló ante el Congreso constituyente para defender un voto particular del PSOE en el debate sobre la elección de la Monarquía parlamentaria como forma política del Estado. Un voto que el propio Gómez Llorente dejó claro desde su primer párrafo, cuando anunció que “cumple a este diputado el honor” defender el voto particular del Grupo Parlamentario Socialista al párrafo tercero del artículo 1º del anteproyecto de Constitución “por el que defendemos la República como forma de Gobierno”.

Eso era lo que se debatía aquel día en el Parlamento. La forma que tras la dictadura tendría “un Estado de nueva planta bajo la inspiración de principios totalmente distintos”. Y dentro de ese debate, Gómez Llorente, siempre hablando en nombre del GPS, recordó que “asumimos la obligación de replantear todas las Instituciones básicas de nuestro sistema político sin excepción alguna”. Y por tanto, eso incluía, dijo el dirigente socialista asturiano, “la forma política del Estado y la figura del Jefe del Estado”.

La mayoría no lo iba a aprobar, pero el PSOE “por lealtad con su electorado” defendió voto particular

Apuntando ya la postura que el PSOE defendía, Gómez Llorente dijo: “ni creemos en el origen divino del Poder, ni compartimos la aceptación de carisma alguno que privilegie a este o a aquel ciudadano simplemente por razones de linaje. El principio dinástico por sí solo no hace acreedor para nosotros de poder a nadie sobre los demás ciudadanos”. Y recordó a continuación cómo la monarquía que en aquellos momentos ocupaba la jefatura del Estado lo hacía por deseo de Franco, “dictador extinto que, secuestrando por la fuerza la voluntad del pueblo, y suplantando ilegítimamente su soberanía, pretendió perpetuar sus decisiones más allá de su poderío personal despótico”.

Gómez Llorente, entonces, como ahora le sucede a la dirección socialista, era consciente de que el deseo de la instauración de un régimen republicano no contaba con el respaldo de la mayoría del Congreso, y se planteó por tanto en su discurso por qué mantener su voto particular. Y él mismo se respondió: “por honradez, por lealtad con nuestro electorado, por consecuencia con las ideas de nuestro partido (…porque…) podemos y debemos proseguir una línea de conducta en verdad clara y consecuente”.

Los valores de la república
Los socialistas, conscientes entonces de la fragilidad del proyecto democrático que comenzaba a fraguar, dijeron que con su postura “no pretendemos fragilizar el nuevo régimen”, ni querían dejar “en precario ninguna de sus instituciones”, pero no por ello renunciaron a destacar que creían en la república por una serie de valores que Gómez Llorente fue detallando: racionalidad, el mandato popular, los límites de tiempo y poderes frente a “las magistraturas vitalicias, y más aún las hereditarias”… o como destacábamos al inicio de este artículo, porque “ninguna generación puede comprometer la voluntad de las generaciones sucesivas”.

Igualmente brillante estuvo Gómez Llorente al recordar que no hay hombre superior ni que pueda moverse por encima de los intereses, “pues todo hombre tiene sus intereses, al menos con la institución misma que representa y encarna”, y el juicio de cualquiera “es tan humano y relativo como el de los demás ciudadanos a la hora de juzgar en cada caso el interés común”.

Y concluyó su discurso Gómez Llorente tomando un compromiso: “nosotros aceptaremos como válido lo que resulte en este punto del Parlamento constituyente. No vamos a cuestionar el conjunto de la constitución por esto. Acatamos democráticamente la ley de la mayoría. Si democráticamente se establece la Monarquía, en tanto sea constitucional, nos consideraremos compatibles con ella”.

La abstención a la hora de votar
Llegó después, el 4 de julio de 1978, el momento de votar sobre el artículo 1 de la Constitución en el que se definía la forma de Estado. Un artículo con tres apartados, cuya aprobación se fue votando, a petición del PSOE, por medio de Gregorio Peces Barba, y del PNV, por boca de Xavier Arzalluz, apartado a apartado.

Y cuando llegó el momento de votar el tercero de ellos, en el que se establecía que “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”, el PSOE se abstuvo. Un voto que el portavoz del Grupo, y padre constituyente, explicó basándose en los argumentos que semanas antes había defendido Gómez Llorente, pero volviendo a recordar que en el PSOE “aceptaremos plenamente el resultado que se produzca en esta Cámara”.

Francisco Medina, director adjunto de ELPLURAL.COM, en Twitter es @ffmedina3

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