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Almuñécar contra la corrupción

Desde Tenerife con Amor; a un Pueblo...

  Desde luego, lo de Almuñécar no tiene nombre.
            O sí: se llama corrupción, manipulación, abuso de poder, mentira, mentira, mentira...
Estoy tan avergonzada de mi pueblo, en el que he crecido y me he formado como persona, que jamás, y lo digo desde el fondo del alma, volvería a vivir allí mientras haya chusma política como la que lleva años campando a sus anchas.      

La sensatez, la honradez y el respeto brillan por su ausencia en las esferas circundantes a Benavides. Y lo peor es que está arropado por numerosos ciudadanos que creen que votarle y apoyarle es estar en el bando de los ganadores... a costa de machacar, anular y explotar a un pueblo que cada día está más hundido.
Mientras no cambie la mentalidad de la gente, mientras apoyar a un dictador se considere lícito, mientras el egoísmo y la falacia sigan en unos medios de comunicación, no ya comprados, sino creados por los propios embusteros, nada cambiará.
            Pobre Almuñécar. Y mientras escribo esto tengo miedo de que mis palabras puedan hacerle daño a alguno de los míos... como si las sentencias judiciales no hubiesen demostrado ya con creces que lo que digo es verdad. Como si la MAFIA que domina el municipio, vertebrada, estructurada, dominante, no fuese tan palpable, tan evidente, tan real como los peñones.
            El hecho de que haya una resistencia me hace tener fe en que la cultura política del municipio pueda cambiar, en que, algún día, la gente vote por el bien de la comunidad, y no sólo por el propio enriquecimiento, por intereses sangrantes que han hecho de Almuñécar un área de cemento saturada de coches que ya no ofrece nada atractivo porque no le interesa... pan para hoy, hambre para mañana ¿no, señor Benavides? Enhorabuena, SIPLA, por RESISTIR.
            Enhorabuena por seguir en la brecha.
            Algún día caerá.
            Y espero ese día para poder celebrarlo.
            Aunque lo que deja, la cultura política que hemos mamado desde siempre, esa no sé si la superaremos.
            Una pena.

Natalia

28 de octubre de 2006

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