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Con un par de sermones

Con un par de sermones

LUIS MUÑOZ. La Opinión 

Hay que reconocerlo: el arzobispo de Granada, don Javier Martínez, tiene un par de sermones bien puestos. Sobre todo los dos últimos, uno referido a lo malos que somos con el aborto y con los condones, y otro a cuenta de la baja calidad de nuestra democracia, que ni es democracia ni es na, ya que una democracia que no tiene en cuenta a Dios y a los valores de la Iglesia es más bien una dictadura. Lo dicho, con dos sermones. Si tras la primera carta pastoral de destrucción misiva nos quedamos estupefactos y patidifusos, sobre todo tras la categórica afirmación de que los condones propagan el sida, tras la segunda nos hemos quedado bastante mosqueados, aunque sin llegar al punto del cabreo, sobre todo porque no hemos entendido muy bien eso de que somos unos relativistas morales y unos nihilistas culturales, aunque viniendo de quien vienen tampoco creemos que sean elogios.

Arrimando el ascua a su sardina (con perdón de la expresión) sonseñor opina que para que una democracia sea como Dios manda tenemos que aceptar el principio de la teología política, o por decirlo en lengua vernácula, que tenemos que hacer lo que nos digan nuestros pastores, que son los únicos intérpretes de la voluntad divina. Por supuesto, los pastores buenos, que también los hay de los malos, ya que los musulmanes, los calvinistas, los testigos de Jehová, los evangelistas, los budistas, los sintoístas, los ortodoxos, los judíos y demás patulea predican el mal y no hay que hacerles ningún caso, y menos a los descreídos, que ya no tenemos remedio y vamos a ir de cabeza al infierno.

Para saber cómo debe funcionar una democracia divina, don Javier nos propone el ejemplo de la Iglesia Católica, en la que 500 millones de fieles están al cuidado de un pastor alemán que en su juventud formó parte de las Juventudes Hitlerianas y que llega al cargo a los 80 años de edad, tras ser elegido por 120 cardenales tan viejunos como él y que a su vez fueron elegidos por los papas anteriores. Una vez elegido por voluntad divina, el Papa elige a su vez a los arzobispos y a los obispos, que a su vez nombran a los vicarios y a los párrocos, que a su vez escogen a los sacristanes y a los monaguillos.

Como ven en todo este democrático proceso hay muy poco relativismo moral, a excepción hecha quizás de las iglesias irlandesa, estadounidense y australiana (por citar sólo tres casos) donde se les han colado unos cuantos cientos de curas y obispos pederastas, pobres ovejas descarriadas dignas del perdón divino, que en el fondo no eran tan malos, ya que las relaciones carnales con niños y niñas fueron a pelo, que si hubieran utilizado condón, sí que hubiera sido un pecado imperdonable . En este punto hemos de dar gracias a Dios, ya estas cosas de la pedofilia no ocurren en España y si ocurren sólo es una puntita, pero muy pequeña.


Y sin chistar

De esta democracia tan participativa hay que apartar a los homosexuales, a los que han abortado, a los divorciados y a los que se han fecundado in vitro, incluida la secretaria general del PP, doña María de los Dolores de Cospedal, que ha tenido un hijo sin conocer varón, salvo que lo fuera el que manejó la probeta. Aunque en este caso tampoco habría que dictar una orden específica, ya que doña Lola es mujer y como tal no es digna de participar en tan democrático proceso. A lo mejor es que la menstruación ofende a Dios.

Aunque en este punto hemos de convenir que es una jugada interesante excluir a la mitad de la población, que en la vida seglar las mujeres ya nos tienen comido el terreno. Qué alegría vivir en el seno (también con perdón) de una institución en la que para empezar no hay suegras y las mujeres se dedican sin rechistar a sus labores, que no son otras que fregar suelos, preparar pucheros y zurcir calzoncillos. A lo mejor es el momento de hacernos creyentes, aunque mejor lo pensamos un poco más, ya que tendríamos que explicárselo a la descreída parienta, que no entiende mucho de estas espiritualidades. Además, para ello sí que nos harían faltan un par de sermones. Y conservarlos después en su sitio.

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