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Paseos con Octubre

Paseos con Octubre

17 de julio del 2009. Tomás Hernández. Costadigital

De nuevo volvermos a  tomar prestado del Costadigital este artículo de Tomás Hernández que nos ha gustado

A veces se producen extrañas e imprevisibles relaciones de contigüidad entre sucesos distantes. Una mañana, hará unos dos años, me despertó el estrépito de los motores de unas máquinas que en precario equilibrio se sostenían por las pendientes del Peñón del Lobo. Detrás de las máquinas devoradoras llegaron los camiones con sus enormes tolvas de hormigón. Según se iban retirando los camiones en una caravana ininterrumpida y hormiguera, crecían los muros de contención grises y poderosos, y desaparecía el suelo de pizarra frágil de la ladera. Luego alzaron los primeros esqueletos del primer grupo de casas. Una día, de repente, la mañana clareó limpia de ruidos, los camiones de hormigón perdieron el rumbo y desaparecieron, las máquinas voraces yacían a la sombra de una higuera, al abrigo de una tapia, o muertas y solas en medio de los montes. Volvió a ser limpio el aire por las lomas.

Esta mañana de verano mientras paseaba por la playa, vi un bóxer. Y recordé a mi perro Octubre, que era de esa raza. Y recordé de él, no sé por qué eso y no otra cosa, los largos paseos que dábamos subiendo desde la Playa del Muerto hasta las alturas del Peñón del Lobo, y seguir luego el hermosísimo camino hasta el Alcázar. Todavía no se había construido ese atentado a la estética, no sé si a la ética, que es el hotel, ni se había cegado el camino con vallas de alambre y montones de escombro. Y recordé también que empecé a escribir un libro, ‘Peñón de las Caballas’, con el ruido de aquellas máquinas, para hablar de la belleza desolada de aquel monte que tantas veces había andado con Octubre y que ahora desaparecía para siempre delante de mis ojos y de los suyos ya muertos.

De regreso a casa, mientras tomo un café y miro la prensa en Internet, leo que volverán las orugas al Peñón del Lobo, las máquinas desmontadoras, la hilera de camiones ciega e incesante, el ruido continuo de las hormigoneras. Leo la denuncia valiente y solitaria, una vez más, y fundamentada, de Izquierda Unida. Pero volverán las máquinas a llenar la ladera de más casas vacías, y pienso en esas extrañas coincidencias que a veces nos sorprenden, mientras enciendo un cigarrillo.

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