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Uno de los mártires, torturador

Uno de los mártires, torturador

Gabino Olaso Zabala fue un padre de la orden de los agustinos. Como los otros 497 futuros beatos de la Iglesia Católica, fue asesinado en la Guerra Civil a manos del bando republicano. Pero él, además, también martirizó a otro sacerdote.

Su víctima fue Mariano Dacanay, un sacerdote filipino acusado de simpatizar con un movimiento que pedía la salida de los españoles de la ex colonia asiática.

La narración de las torturas

El propio Dacanay contó el martirio sufrido a través de sus escritos.

"La víctima es obligada a ponerse en cuclillas. Se coloca una fina caña de bambú bajo sus rodillas y se atan a ella sus muñecas con una cuerda, cada una a un lado. En esta posición, la víctima es sólo una pelota con lo que, si intenta moverse, rodará por el suelo. En esta humillante y dolorosa posición, los guardias me golpearon mientras me insultaban cada vez que no les decía lo que querían oír, dejándome el cuerpo terriblemente inflamado y amoratado".

Dacanay describió también el papel de los agustinos durante esta tortura, incluyendo a Olaso.

"Él estaba presente durante ese horrendo espectáculo en el que el prior y los siete superiores del seminario, en lugar de solidarizarse con mi sufrimiento por la cruel tortura, contemplaban mi martirio con signos visibles de placer. Incluso pedían a los guardias que me trataran con más crueldad, el padre Gabino Olaso, por ejemplo. Y cuando caía a causa de los golpes y el cansancio, rodando por el suelo, contribuían a mi sufrimiento dándome patadas como si fuera una pelota. Cuando me caí, me golpeé la cabeza contra un poste, hiriéndome. En otra ocasión rodé cerca del padre Gabino, que estaba tranquilamente contemplando la escena, y me dio una tremenda patada en la cabeza que me dejó completamente noqueado".

La iglesia no se ha pronunciado

A pesar de este reseñable hecho, en la biografía de Olaso Zabala que circula por páginas cristianas no se comenta nada de esto. Según cuentan, "fue ordenado sacerdote en 1893. Al año siguiente fue enviado a Filipinas, como misionero y profesor del Seminario Conciliar de Vigam. Regresó a España el año 1900".

Precisamente ha sido una página cristiana  la que ha sacado a la luz este hecho, pero no en España, sino en Estados Unidos. John L. Allen cuenta los hechos y se cuestiona la idoneidad de la beatificación: "Hacer de alguien un santo, según la teología católica, nunca ha significado que él o ella hayan tenido una vida perfecta, lo cual es un principio que se aprecia de forma más evidente en los mártires", comenta.

Según continúa, "aunque hayan sido grandes pecadores, son redimidos tras haber derramado su sangre por la fe, al menos según la visión de la Iglesia". Y añade que descubrir que un mártir "tiene muertos en el armario no cuestiona la valía de su sacrificio. No obstante, puede provocar grandes interrogantes: si no acerca de la santidad de su muerte, sí sobre el hecho de publicitar y aplaudir sus vidas".

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