BANDOLERISMO MUNICIPAL
Rafael Torres
La más básica de las instituciones políticas, aquella que articula en su primera expresión la convivencia, administra el común y atiende a la vida diaria de los ciudadanos, el Ayuntamiento, se ha convertido, por efecto del inmenso poder corruptor del dinero del ladrillo, en una institución bajo sospecha, cuando no, como en tantos casos, en imputada por cooperación necesaria en el execrable delito del despojo del suelo.
Cual bandoleros apócrifos e inversos, los ediles corruptos se dedican a robar a los pobres para dárselo a los ricos, esto es, que con una firma sobre un papel y sin despeinarse logran que lo que pertenece a todos, el tesoro comunal del suelo y de cuanta vida contiene, pase a las manos ávidas, predadoras, de los que a la velocidad que fragua el cemento lo convierten en dinero estéril.
Muchos han sido los casos destapados en 2007 de corrupción municipal por contacto con el urbanismo salvaje, y muchos más los que quedaron sin destaparse; pero incluso aquellos que no se relacionan directamente con la construcción, también se relacionan. Es el caso del Ayuntamiento más poderoso de España, el de su capital, Madrid, de cuyas interioridades podridas está dando cuenta la «operación Guateque» revelando la mafia funcionarial en la concesión arbitraria y delincuente de licencias de obras.
O también, aunque éste otro se dirime de momento en la indignación de vecindario y no en los tribunales, el caso del Ayuntamiento de Salamanca, el mismo que no quería devolver los archivos que robó Franco, que pretende que los ciudadanos paguen, mediante la brutal elevación de las tasas municipales, los veinte millones de euros que el Consistorio dejó de cobrar a los constructores -se dice que amiguetes- en concepto de sanciones. De amigo a enemigo, el poder local ha cambiado en muchos lugares de trinchera, llevándose, además, la munición, los planos y las llaves del arca.
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