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Almuñécar contra la corrupción

"Votantes exquisitos"

"Votantes exquisitos"

Javier Ortiz

Los dirigentes del PSOE están muy preocupados por el comportamiento que vayan a tener el próximo 9 de marzo aquellos a los que ellos mismos catalogan como "votantes exquisitos". Se refieren a la parte de la izquierda que se muestra más crítica con la acción del Gobierno y que, según vea las cosas de aquí al mes que viene, puede decidirse o por dar su apoyo a otras candidaturas o por no votar.

Me preocupa ese modo de encarar la realidad social. Es inquietante que den por hecho que ellos son la medida de toda la izquierda. En su concepción unilateral de la política, el ciudadano de izquierdas se define por votar o por no votar a Zapatero, y punto. Pero, si una persona de izquierdas se siente más cercana a otro partido, sea de ámbito estatal o autonómico, lo lógico es que dé su apoyo a la candidatura de sus preferencias. ¿Qué tiene de "exquisito" votar en conciencia? Tal como se expresan, se diría que lo que han convocado para el 9 de marzo es un referéndum sobre Zapatero, no unas elecciones legislativas.

Eso sin contar con el lado chusco que tiene que llamen "votantes exquisitos" a gente que puede optar por abstenerse. Si se abstiene, no será ni exquisita ni tosca: no será votante, sin más.

Reducen la condición de ciudadano a la de votante.

Convendrá tal vez recordarles que hay una abstención que es fruto de la despolitización, por supuesto, pero que hay otra abstención que nace del aburrimiento ante el triste espectáculo que ofrece el escenario político, y otra más que es militante y sirve para expresar el rechazo al tinglado electoral mismo, viciado por la desigualdad de medios económicos y propagandísticos que hay entre las candidaturas.

Que los dirigentes del PSOE hablen de "votantes exquisitos" para referirse a la parte de la izquierda a la que no consiguen motivar (o a la que han desmotivado) presenta otro aspecto digno de mención: en el uso del término queda implícito que, según ellos mismos, para darles el voto es condición necesaria no ser exquisito. O sea, estar dispuesto a votar sin hacerse demasiadas preguntas. "Con las narices tapadas", que se decía en tiempos.

Tiene todo el aire de un lapsus freudiano.

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