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Almuñécar contra la corrupción

El valor de Izquierda Unida

El valor de Izquierda Unida La violencia cotidiana a la que fuerza el sistema capitalista, el modelo internacional de guerra permanente, la precarización laboral, el agotamiento de la naturaleza, la recuperación de espacios por la iglesia integrista, el aumento de la soledad y la depresión en nuestras sociedades, la conversión de los inmigrantes en los nuevos proletarios del siglo XXI, la exaltación del particularismo frente a lo que nos une, la sustitución de derechos por caridad o meras ayudas son todas señales de que la izquierda está retrocediendo espacios. Y cada espacio que retrocedemos, cada espacio que no avanzamos, es un ámbito más en donde crece la tristeza y el malestar en nuestras sociedades. El sentido común más democrático pertenece a la izquierda. Es momento de recuperarlo.

Tenemos que ser capaces de recuperar en una nueva dimensión, en un tiempo nuevo, en circunstancias diferentes, nuestra capacidad histórica, la que ayudó a construir la democracia, para hacer que nuestras explicaciones de las cosas sean recibidas como un nuevo sentido común aplicado a la política.

Y recuperar esto hoy pasa por afirmar cotidiana y regularmente nuestra identidad de izquierda alternativa y transformadora que ni se acobarda ni calla ni consiente. ¿Hemos tenido que esperar al año 2008 para entender que el modelo de crecimiento le da apenas diez años más al planeta? Es hora de recuperar una de las verdades más profundas de la izquierda: el capitalismo es la barbarie. Por eso,  reivindicamos un modo diferente de organizar la vida y la convivencia: el socialismo.

No seremos izquierda si perdemos esas referencias; no seremos izquierda si, al tiempo, no somos capaces de proponer con credibilidad, con seriedad respuestas veraces a los problemas que angustian y agobian a la gente, esos problemas que nos inquietan y nos llenan de incertidumbre. Nuestra capacidad de izquierda no la medimos solamente con el discurso. También lo hacemos con la capacidad real de transformar de nuestras políticas.

Pero tampoco lo seremos si no convencemos de que somos portadores de esperanza, de perspectivas de cambio, de una utopía con los pies en el suelo. Estamos aquí para decir eso: confiar en nosotros, confiar con nosotros, participar con nosotros en construir esa confianza para cambiar la vida.

Lo que la sociedad de izquierdas quiere de nosotros y nosotras es sencillo, aunque requiere de una enorme responsabilidad: propuestas de izquierdas, de cambio real, creíbles, realizables y que anuncien que es posible y deseable hacer las cosas de otra manera.

Estas próximas elecciones son el momento idóneo para esto:

*Mientras el PSOE bracea con desesperación para ocupar el centro político y se esfuerza por parecer de confianza a los que nunca apoyarán la transformación de nuestro país.

*Mientras un PP extremista que ha perdido toda capacidad de pactar con otras fuerzas políticas quiere hacer creíble, ahora, su voluntad de moderación.

En este tiempo de rebajas ideológicas y propuestas electoralistas, nosotros no queremos participar de esa subasta. Esa competencia por ver quien hace la propuesta más increíble y paradójica no está en la manera de entender la política de las personas que queremos representar. Que sigan los demás partidos con la cuadratura del círculo de querer incrementar el gasto social al tiempo que recortan impuestos.

Está en nuestra crianza democrática decir cosas sencillas que buscan recuperar la normalidad en el uso de las palabras y en su sentido:

*Decir que no es de izquierdas bajar los impuestos. Decir que es de izquierdas luchar por una justicia fiscal que permita a los poderes públicos promover políticas sociales de alcance universal.

*Decir que no es de izquierdas limitar derechos o proclamar reconocimientos sobre el papel sin posibilidad de que se cumplan. Decir que sí es de izquierdas impulsar derechos y asegurar, a través de los poderes públicos y de los presupuestos, su cumplimiento. No una promesa hueca de vivir mejor, sino la garantía de vivir bien con buena vivienda, con educación pública de calidad; con una sanidad a la altura del país que queremos ser.

*Decir que no es de izquierdas desregular el mercado laboral, flexibilizar el trabajo, privatizar los servicios públicos. Decir que sí es de izquierdas garantizar mercados de trabajo estables, previsibles y con derechos que hagan cierto lo de trabajar para vivir y no vivir para trabajar.

*Decir que no es de izquierdas condenar a millones de personas a la irregularidad, al miedo permanente, a un mundo sin derechos. Decir que sí es de izquierdas promover los derechos humanos para todos y todas, sabiendo que ningún ser humano puede ser ilegal.

*Decir que no es de izquierdas doblar la rodilla ante el imperio y sus exigencias. Decir que sí es de izquierdas promover una política internacional de solidaridad, de cooperación y de paz. Dejemos al PP el deseo de una política internacional "para que nos respeten". Por nuestra parte, queremos impulsar una política internacional para que nos quieran en el mundo, no para que nos tengan miedo.

*Decir que no es de izquierdas producir y consumir guiados por un productivismo que destruye el planeta, enmascarando ese crecimiento suicida con declaraciones vacías sobre la sostenibilidad o el Protocolo de Kyoto. Decir que es de izquierdas, y que reclama mucha valentía, asumir que capitalismo y sostenibilidad medioambiental son incompatibles. Y que por eso hay que empezar a cambiar YA el modelo de producción y consumo para poder dar en herencia a nuestros hijos y nietos un planeta habitable.

*Decir que no es de izquierdas expulsar a la ciudadanía de los grandes debates públicos como se ha hecho con el futuro de Europa. Decir que es de izquierdas apostar por la participación y profundización de la democracia y hacer que las instituciones modifiquen sus encorsetados rituales y se abran a la sociedad.

CUANDO A LA IZQUIERDA LE TIEMBLAN LAS CONVICCIONES

El comienzo de la legislatura pareció indicar que el partido socialista había entendido el mensaje. Pero tardamos poco, muy poco en comprobar que esto no era así. El PSOE ha vivido estos años en el gobierno mirando permanentemente a su derecha. Rara vez se ha equivocado. Si había que recortar una ley, limitar el alcance de un derecho o dar explicaciones lo hacía siempre mirando al tendido de derechas.

Al PSOE y al presidente Zapatero le han preocupado extraordinariamente las opiniones del PP, y a menudo éstas han tenido una enorme capacidad de condicionamiento político. Pactando con el propio PP o, cuando era necesario, con el apoyo de los nacionalistas de derechas, el PSOE no ha dudado en buscar salidas conservadoras que abandonaban los presupuestos de la izquierda. La actividad extremista del PP ha conseguido hacer mella en el partido del gobierno y le ha llevado a tomar medidas que han eliminado una buena parte del potencial de cambio que esta legislatura atesoraba. El PSOE se ha visto atrapado en esa lógica diabólica según la cual no puedes ser de izquierdas porque no ganarás elecciones y cuando éstas se ganan con un programa de cambio anclado en la regeneración democrática, surgido de la movilización popular, entonces hay que dejar de parecer de izquierdas para mantener el poder. Viejos tics de una vieja política.

El PP ha seguido en la línea marcada por los ideólogos neoconservadores que dirigen el PP: ningún espacio para el entendimiento, máxima confrontación, nulo reconocimiento a los demás de la capacidad y el derecho a gobernar, y, como última razón, criminalización política (o judicial) del adversario. Esta estrategia les ha permitido un cierto grado de fidelización de una parte de su electorado, el mismo que aún sigue pensando que ETA está detrás del 11-S y que alimenta y se alimenta de basura mediática como la que ofrece la emisora de los obispos. Sin duda se trata de los sectores más recalcitrantes en términos políticos y culturales de España.

Es una fidelización incapaz de superar el umbral del discurso confrontacional y desestabilizador. Con ese nivel del apoyo el PP no ganará nunca unas elecciones generales.

La estrategia de la "polarización máxima" puede rendir frutos óptimos solo en el caso de que el PP pudiese asegurar una mayoría absoluta sin apoyos. Y como se está viendo esto es prácticamente imposible a fecha de hoy.

En estas circunstancias, desde IU defenderemos un proceso de reforma constitucional que plantee el reconocimiento de nuevos derechos, una reforma de las instituciones, garantías constitucionales para los principales derechos sociales, reforma de la ley electoral, incorporación de la urgencia medioambiental y reforma del senado en un sentido federal.

Nuestra estrategia se confronta directa y frontalmente contra las prácticas y discursos del PP, al tiempo que reclamamos la fuerza parlamentaria suficiente para lograr que la política gubernamental de la próxima legislatura tenga garantía de izquierda, es decir, que necesite a IU para gobernar con sensibilidad de izquierda.

IU: LA FUERZA DEL CAMBIO

La afirmación de Izquierda Unida en un espacio inequívocamente emancipador y de transformación nos ha llevado a completar alianzas y acuerdos con otras organizaciones ecologistas, nacionalistas de izquierda, de derechos civiles, etc. que buscan compartir el discurso y la propuesta de cambio. Estos acuerdos se han traslado también a Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Esta ampliación del espacio electoral es un reconocimiento de la diversidad de propuestas políticas y sociales que hoy se confrontan con la derecha y con las políticas de derecha. La izquierda es plural y entender eso forma parte de nuestra propia madurez política.

De ahí que IU reafirme su voluntad de adelantar por la izquierda. Aún más: sabemos que para que sea de izquierdas, tiene que ser con nosotras y nosotros. Impulsar nuestras propuestas y acciones de cambio social y político debe ser un compromiso de todos. Nuestro objetivo será el de reforzar la oposición y la alternativa política y social, combinando iniciativa política y referencia social y cultural. El éxito de nuestra apuesta por una perspectiva de cambio dependerá en gran parte del nivel de movilización social de la izquierda y de la revitalización y relanzamiento de la propia Izquierda Unida. Por ello, las primarias han supuesto el inicio de la refundación desde la soberanía de las bases.

Todo ello hace imprescindible la revitalización y el relanzamiento de IU, el compromiso colectivo y la apertura para la articulación del polo transformador y alternativo desde un revulsivo de participación en el plano interno, que movilice nuestra base electoral de cara a este desafío electoral.

IU es una fuerza política confrontada radicalmente con el Partido Popular y con las políticas de derechas, cercana a la sensibilidad obrera, renovada y rejuvenecida con la sensibilidad ecologista, y todo dentro de una estrategia que implica, necesariamente, hoy más que nunca, un espacio autónomo y propio no subordinado a ninguna otra fuerza política.

Izquierda Unida debe ocupar, defender, construir y articular su propio espacio en la izquierda. Esa es una responsabilidad de todas y todos. Lo hemos hecho desde la debilidad. Ahora podemos hacerlo desde la fuerza de un grupo parlamentario acorde con nuestra condición de tercer partido más votado de España.

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