La repetición del Referéndum en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa es una desfachatez antidemocrática
Willy Meyer, europarlamentario de IU
El Consejo de la Unión Europea reunido en Bruselas esta semana tomó la decisión, entre otras medidas, de repetir en otoño de 2009 el referéndum en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa tras el No irlandés en junio de este año.
Esta decisión supone un ejercicio de desfachatez antidemocrática que vulnera las reglas básicas de la democracia europea. Irlanda es el único país donde se celebró un referéndum sobre el Tratado de Lisboa por mandato constitucional y el pueblo irlandés lo rechazó. Para que el Tratado de Lisboa entre en vigor es necesario el sí de todos lo países de la UE, e Irlanda dio su voto popular negativo, por tanto el Tratado de Lisboa está muerto.
El Consejo está intentando comprar el voto irlandés al hacer una serie de concesiones a su gobierno que suponen un trato de favor y un soborno en toda regla: privilegios en materia fiscal y tributaria, el respeto a las ley antiaborto irlandesa o el compromiso de que Irlanda mantendrá un comisario en la próxima Comisión Europea.
Tras el NO francés y holandés al Tratado Constitucional, el No irlandés supuso un gran revés a la Europa del capital. Los irlandeses fueron valientes y se opusieron al texto del Tratado de Lisboa que consagraba un modelo de Europa neoliberal, militarista, que antepone la economía de mercado a los derechos de los ciudadanos.
Por tanto, la voluntad del pueblo irlandés debe ser respetada. Convocar un nuevo referéndum es faltarle al respeto a los ciudadanos del pueblo de Irlanda. Esta maniobra del Consejo para repetir el referéndum es un juego sucio. Las reglas democráticas no se pueden reinterpretar según la conveniencia de algunos. No quiere decir NO.
La redacción de cualquier proyecto de nuevo Tratado debería emanar de una Asamblea Constituyente, elegida por sufragio universal directo de los ciudadanos de todos los Estados miembros y con mandato para ello. Tras la muerte del Tratado de Lisboa es el momento de relanzar un nuevo proyecto constituyente para Europa, donde los ciudadanos sean los protagonistas y donde prevalezca la verdadera construcción de una Europa social.
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