La estrategia Tarantino
Gaspar Llamazares
La actual fase de la crisis económica del neoliberalismo especulativo ha puesto en evidencia su carácter político. Ha quedado al desnudo la asimetría entre el nuevo macropoder económico y mediático sin control y la cada vez mayor impotencia de la política, primero en el ámbito de la economía (discurso neoliberal único), luego en el Estado del bienestar sometido a los embates del mercado y, más recientemente, en las propias instituciones democráticas.
El neoliberalismo prescinde ya de estas instituciones para legitimarse. Esta realidad, que corre el peligro de pasar de excepción a norma, es aún más evidente y dramática en la UE. Aquí, a falta de políticas económicas y fiscales comunes, el choque asimétrico de la crisis y los ataques especulativos se resuelven con la devaluación de las rentas de los de abajo y del Estado del bienestar.
Se ha apuntado deliberadamente a la línea de flotación de la cohesión social y territorial europea, a la ya precaria legitimidad de sus instituciones democráticas comunes y, lo que no es menos grave, a las democracias de los estados miembros más afectados por la crisis.
Es llamativa la ingenuidad de Joaquín Almunia, quien, después de avalar la política de ajuste impuesta por los mercados, el Ecofin y el FMI, se extraña de que las agencias de calificación castiguen a España por la negativa incidencia de ese ajuste en su potencial de crecimiento. ¡Como si no supiera que los mercados son insaciables y seguirán su ataque mientras no se adopten medidas contra la especulación financiera!
Estamos atrapados entre el pánico del Gobierno, su síndrome de Estocolmo con el Diktat de los mercados y el encarnizamiento de una derecha que con más o menos inteligencia apuesta por lo que, haciendo un paralelismo entre lo que está pasando y el contundente guión de Pulp Fiction, podríamos denominar estrategia Tarantino:
1. Se frotan las manos viendo al Gobierno adoptar una política de ajuste antisocial –muy similar a la que harían ellos– con el consiguiente desafecto de las clases populares. Lo adornan con demagogia sobre las pensiones y la falta de sensibilidad social de las izquierdas.
2. Al tiempo (como ya adelantó el portavoz de CiU en el Congreso), jalean al Gobierno a continuar con el trabajo sucio de las amputaciones de la reforma laboral impuesta y la reforma privatizadora de las cajas de ahorros, pese a que nunca les parecerá ni suficiente, ni oportuna. El bisturí sobre las pensiones queda blandido en el aire.
3. Cuando todo esté atado, la derecha, los mercados y los medios de comunicación afines acusarán a los sindicatos y a la izquierda política de pasar de colaboradores necesarios con el Gobierno a ser unos privilegiados iluminados antisistema por promover movilizaciones cada vez más intensas.
Lo que entendíamos como Estado del bienestar sirve de cadáver propiciatorio, al que se trocea adecuadamente y luego se llama a un buen equipo para limpiar la sangre y no dejar rastro. Pese al atrevido símil cinematográfico, es una estrategia muy real de la que las derechas –la económica y la política– sólo sacan beneficios: no aportan nada frente a la crisis, debilitan al Gobierno y tratan de hacerlo con la izquierda, al tiempo que aprovechan las contradicciones para embrutecer la política y desmovilizar a los trabajadores.
Es falso lo que proclaman los mercados y lo que propone la derecha menos hipócrita; a nuestro país no le sobran ni el sector público ni las políticas sociales; al contrario, le faltan. Seguimos muy lejos del Estado del bienestar europeo. Por tanto, no es tiempo de cirujanos del déficit ni de la política tecnócrata o plutocrática. Es la hora de recuperar la política y lo público frente al demostrado fracaso de los dictados del mercado. Es el tiempo de la medicina social, porque el causante de la crisis no fue el despilfarro público sino esa economía neoliberal de la especulación financiera y urbanística que engordó a conciencia el déficit público.
Todo este proceso contó en nuestro país con la provocación de la derecha económica que ha utilizado el despido improcedente, el fraude fiscal y la economía sumergida como armas de destrucción masiva; eso sí, con la pasividad y la renuncia del Gobierno a denunciar dichas prácticas y adoptar medidas para frenarlas. El Ejecutivo socialista, lejos de hacer frente a la ofensiva buscando un programa de crisis y unas alianzas sociales y políticas consecuentes, ha preferido contemporizar mediante el ajuste compasivo y la restauración de la política neoliberal con alianzas de geometría variable cada vez más orientadas hacia la derecha, esa misma derecha insaciable a la que sólo ha interesado la confrontación.
Dentro del Gobierno, los halcones neoliberales –en particular el Ministerio de Economía y Hacienda y la Oficina Económica de la Moncloa– se han hecho con las riendas no sólo de la política económica, sino del conjunto de la agenda política y la política de alianzas. La geometría variable, en sus manos, se ha tornado en aritmética conservadora que prescinde primero de la izquierda parlamentaria y, más tarde, de los sindicatos y la izquierda social al grito de “¡Precipitemos el ajuste sin hipotecas sociales ni sindicales!”.
Además de pedagogía, se torna imprescindible una alianza política y social que haga frente a estos cirujanos del déficit y que defienda la viabilidad de una salida justa y sostenible a la crisis. No sólo es posible, sino muy necesario.
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