17A: Una manifestación por la democracia
Hugo Martínez Abarca
Ayer por la mañana Ana Botella nos mostraba el camino: nunca hay que convocar manifestaciones anti (salvo, supongo, si son anti matrimonio homosexual, anti aborto o anti proceso de paz) y proclamaba que la manifestación por un Estado laico y la manifestación por un Estado laico de esta tarde “son ganas de provocar“. No fue un pensamiento original: la probable alcaldesa de Madrid desde este invierno coincidía con otro integrista católico en que era una provocación.
El Ayuntamiento de Madrid se había dejado provocar pidiendo reiteradamente que se violase el derecho de manifestación (Gallardón, Cobo, Botella…), pero en el CSIC había un químico que no tenía micrófonos desde los que presionar y decidió meterse a aprendiz de terrorista proponiendo en foros que alguien le ayudara mientras él iba preparando fórmulas que mataran a “400 o 500 manifestantes“. Horas antes Martín (el hombre más conocido por los manifestantes madrileños) recibió un navajazo por un cristiano de esos que llenan de sana alegría Madrid y que no entiende que les provoquemos pidiendo un Estado laico.
Si todo esto no hubiera sucedido la manifestación de hoy ya sería una manifestación por la democracia. Sin separación entre las iglesias y el Estado no hay democracia. Si las creencias de una religión, la que sea, tienen capacidad para introducirse en el código penal (eutanasia, aborto…), en los rituales políticos (tomas de posesión, funerales de Estado) e incluso como límite a la investigación científica (investigación con células madre embrionarias) la democracia no pasa de ser una orientación. Las creencias religiosas o supersticiosas afectan a quien las tenga: si usted considera que es pecado el sexo antes del matrimonio o evitarse el sufrimiento antes de la muerte, no peque; si usted considera que no hay que investigar con células madre embrionarias no use los medicamentos que se descubran así. Pero es ilegítimo imponer esos límites a nadie que no quiera incluso si el 99% de una sociedad se atiene a esas creencias. El 1% tenemos derecho a no vivir bajo más límites que la ética propia en aquello que no afecte a la convivencia y ninguno de los ejemplos propuestos lo hace. Y ese 1% es tan ciudadano como el 99% restante, por lo que los símbolos estatales tienen que incluirlo tanto como a esa abrumadora mayoría religiosa.
Ocurre que no estamos en un 99% de religiosos ni mucho menos. La ola de integrismos y (en menor medida) fundamentalismos que ha ido creciendo en los tres grandes monoteísmos desde finales de los 70 (a la vez que el neoliberalismo; supongo que casualmente) es probablemente un canto de cisne de las religiones organizadas. Conscientes de la imparable secularización (tanto en Israel como en buena parte de los países mayoritariamente musulmanes y cristianos), los religiosos más intransigentes optan por hacer piña tirando de fanatismo contra el escepticismo emergente. En España es una evidencia: en sólo diez años ha bajado un 10% el número de personas que se declaran católicas; entre los jóvenes de Madrid y Barcelona hay más personas que se declaran ajenas a cualquier religión que católicos; y hay más bodas civiles que canónicas pese a que muchos ateos no nos casemos cuando vivimos en pareja mientras que para los católicos el rito es obligatorio.
Son muchos los síntomas de una sociedad que se emancipa, que se quita las telarañas, que no acepta que los roucos, los ratzingers ni los martínezcaminos nos digan lo que tenemos que hacer con nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestras muertes, nuestras enfermedades. Incluso entre los católicos, encontrar a quien siga, por ejemplo, la moral sexual de la Iglesia es un auténtico milagro. Y su respuesta es intentar prohibirnos derechos fundamentales: desde las instituciones o desde los laboratorios. Saben que si es libre, la sociedad se les escapa: por eso la necesitan atada.
Hoy los demócratas tenemos una cita: contra la imposición financiera, moral ni educativa de ningún credo, contra los inquisidores, por la democracia, a las 19.30h en Tirso de Molina.
0 comentarios