Hasta luego, Paco
Fernando Alcalde
En algún lugar leí que los seres humanos pueden dividirse en tres grupos: los que cuidan su jardín, los que envenenan el pozo del vecino, y los que alegran la vida de los demás. Paco Tarragona nos regaló esto último a quienes tuvimos la suerte de conocerle y disfrutar de su amistad, que compartía sin ambages, desaforadamente, como un torrente que se despeña hasta agotarse.
Paco fue un creador de ideas capaz de arrastrar tras de sí, de su incansable trabajo y de su limpia valentía a gentes variopintas a las que su inagotable discurso convencía de conceptos medioambientales que en los años 70 sorprendían a todos. Fue impulsor de la educación ambiental en las aulas, realizó las primeras investigaciones sobre el medio natural de nuestra comarca, estuvo en el núcleo de casi todos los proyectos culturales que en los primeros años de la Democracia se realizaron en Motril, y tuvo tiempo para poner en marchar grupos de jóvenes en cada uno de los pueblos donde ejerció como enseñante. Más que geólogo fue uno de esos naturalistas del siglo XIX reencarnado: geólogo, ornitólogo y botánico que acabó siendo doctor en ciencias ambientales. Pero sobre todo fue un puro corazón, franco, sin metáforas ni dobleces.
Gracias a él, hoy, la Charca de Suárez es un espacio público, de todos, y no una mole más de cemento, para lo que no dudó en plantar una tienda de campaña delante de las máquinas; y convenció al delegado provincial del momento de que el Tajo de los Vados bien valía tirar la autovía inacabable por donde hoy va; y nos embarcó en un proyecto de más de quince años para sacar adelante el libro de Sierra Lújar e intentar protegerla, que en ello estamos. Gracias a él alguna que otra águila perdicera puede criar en cantiles salvados de las canteras, y el boje de baleares, el buxus, esa planta de la que estaba enamorado que resiste a todo, sigue prendida en ese refugio donde dejó dicho que quería descansar para siempre. Gracias a él este trocito de planeta donde nacimos, apenas unos marjales, es algo más bello y lo es no sólo para quien pueda pagárselo.
Todo esto, de lo que hoy la mayor parte de los motrileños nos sentimos orgullosos, lo construyó pese al catetismo más lacerante y la incomprensión desdeñosa de las voces más acampanadas de tertulias y recortes de periódico, y algún que otro prócer que hoy abraza como propios los logros que antes denostó (lo siento Paco, pero hay que decirlo). Sin duda esta es su mayor victoria. Por esto, desde la Asociación Buxus iniciamos hace casi cinco meses el procedimiento para otorgarle la medalla de oro de la ciudad, que desgraciadamente no pudo llegarle en vida y que esperamos le sea concedida sin mayores dilaciones, porque es una de esas raras ocasiones en las que el premiado prestigia al premio.
Hoy el mundo es algo más triste. Sin duda mañana seguirá girando y las desigualdades contra las que tanto peleó seguirán acrecentándose y mil luchas más, casi todas pérdidas, se librarán contra el expolio de lo natural. Pero nada volverá a ser igual. Hemos perdido la alegría, esa llamada a horas inoportunas urgiéndote a una nueva empresa, a denunciar otro atropello, a recoger las primeras endrinas para hacer un orujo intratable, a convencer a algún personaje inasequible para que defendiera alguna de las causas más ingobernables. Hoy la escala musical de nuestra vida ha perdido una octava. Y yo a mi mejor amigo.
0 comentarios