El (imbécil) obispo de Córdoba
Dice el RAE en su primera acepción del término que un imbécil es alguien “alelado, poco inteligente”. Y define el término “imbecilidad” como “La carencia o escasez de inteligencia o buen criterio”. Sigan leyendo y juzguen ustedes mismos si llevo o no llevo razón.
Hace unos días, Demetrio Fernández pronunció una homilía con motivo de la celebración de la Fiesta de la Sagrada Familia que, oiga usted, no tiene desperdicio. Ya nos tiene este señor (por llamarlo de alguna manera) acostumbrados a sus bárbaras declaraciones, llenas de comentarios necios y de tonterías sin sentido, más propias de un anormal que de un hombre al que se le supone un (elevado) nivel cultural y unos estudios. Pero que va. Simplemente me da que este tío es tonto. Y ya se sabe lo que ocurre cuando uno es tonto, como dicen en mi pueblo, que se acaba la linde, y sigue el tonto.
Venía a decir el obispo de Córdoba en dicha homilía (si es que lo he entendido bien, que como no estoy acostumbrado al alambicado lenguaje de los curas, me cuesta horrores entenderlos) que la UNESCO ha puesto en marcha un plan para que en los próximos 20 años, la mitad de la población mundial sea homosexual. Según este hombre, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura tiene un arma secreta para conseguir su malvado objetivo: se trataría de usar "distintos programas" para ir "implantando la ideología de género (sic), que ya está presente en nuestras escuelas". Para quien no sepa muy bien qué coño es eso de la ideología de género, Demetrio Fernández lo deja bien claro, con esa labia que le ha dado su “Dios creador”: "uno no nacería varón o mujer, sino que lo elige según su capricho, y podrá cambiar de sexo cuando quiera según su antojo". Y dice todo esto sin sonrojarse.
Y no queda ahí la cosa. Cuando aún no se habían apagado los rescoldos de su homilía, Demetrio Fernández se descuelga con una carta que ya es la rehostia en versos alejandrinos. La carta en cuestión se titula “Huid de la fornicación” e incita a la gente a eso precisamente, a que no follen o, para ser más precisos, a que no se folle si no es con el objeto de procrear y dentro del “consagrado matrimonio”. En dicha carta, el obispo arremete contra algunos medios de comunicación (quiero creer que están exentos la COPE y los demás medios de ultraderecha) y contra algunos centros docentes (no sé cuáles, la verdad, imagino que se referirá a los públicos) que en su opinión, incitan descaradamente al fornicio. Dice el Obispo de Córdoba en su carta, y cito textualmente que “en estos tiempos que corren la incitación a la fornicación es continua en los medios de comunicación, en el cine, en la TV, incluso hasta en algunas escuelas de Secundaria, dentro de los programas escolares".
Todo esto no pasaría de un simple chascarrillo, algo con lo que echarse unas risas, si no fuera porque detrás de las palabras del obispo se esconde una política (la de la Conferencia Episcopal) de odio y rechazo frontal contra todo lo que supone igualdad de derechos entre hombres y mujeres y de avances democráticos entre los seres humanos. Y lo peor es que los deseos de la Conferencia Episcopal son órdenes para los ministros del gobierno de (los mejores) de Mariano Rajoy.
Y es que en vez de levantar su voz contra los poderosos, de denunciar las políticas de recortes contra los más desfavorecidos llevadas a cabo en el estado español, en vez de posicionarse abiertamente contra los desahucios (muchos de ellos ejecutados contra niñas y niños o personas discapacitadas que no tienen literalmente donde caerse muertas), en vez de denunciar la política filonazi de dejar sin asistencia sanitaria a miles y miles de inmigrantes puesta en marcha por el gobierno de Rajoy, en vez de lanzar un grito feroz contra tanto dolor y contra tanta miseria, en vez de posicionarse contra todo esto y contra otras muchas barbaridades, los cuadros de mando de la iglesia católica, los obispos, siguen fieles a sí mismos, como han hecho por los siglos de los siglos, poniéndose descaradamente del lado de los ricos, de los que ostentan el poder, de los que, en definitiva, ni sufren ni lo pasan mal, especialmente en lo más crudo de la estafa económica que padecemos.
Como creo ciegamente en la libertad de expresión, no seré yo quien pida que le pongan un bozal al obispo de Córdoba. Lo que si propongo es algo mucho más fácil de llevar a cabo: que nadie le haga ni puto caso a este imbécil. Por el bien colectivo.
0 comentarios