¿Y si IU pasa del 16 al 26%?
Hugo Martínez Abarca
Ayer hubo encuesta de El País y como casi siempre que hay encuestas últimamente aparecía un terremoto electoral. La encuesta de El País mostraba la continuidad imparable del declive del PP y del PSOE (22% y 20% respectivamente) y la irrupción de Izquierda Unida como alternativa real (un 16%, a sólo 6 puntos de ser la primera fuerza política) con UPyD un poco más abajo, pero alto, en el 13%.
La posibilidad real de que IU dé la batalla electoral no para ganar un puñadito de escaños sino para ganar unas elecciones la evidenció Ramón Jáuregui: uno no dice tal cantidad de patochadas si no tiene miedo real a IU.
No faltó alguna voz que dijera que a IU le basta seguir así: sentarse en la puerta de casa a esperar ver cómo pasa el cadáver del bipartidismo. Son las mismas voces que hace poco negaban la crisis de régimen y de su expresión electoral, el bipartidismo, y ahora parecen convencidos de que la crisis del bipartidismo es tal que no hace falta ni empujar. No haría falta, pues, ni pasos audaces (eso que llaman con tanto conservadurismo “experimentos”), ni analizar la respuesta, el tipo de movilización y discursos concretos que están dando los trabajadores hoy, que no son exactamente los que vienen en los manuales: un examen parecido al que hicieron en América Latina con algo que, si fueron experimentos, fueron experimentos exitosos.
Supongamos que, en términos electorales, fuera así: que realmente no hace falta cambiar nada. Aritméticamente IU ha subido 9 puntos en menos de media legislatura y si subiera otros 9 en lo que (supuestamente) falta hasta las próximas elecciones sin contar con lo que siguieran bajando PP y PSOE la primera fuerza política de este país sería IU. Además las distintas encuestas territoriales que van saliendo evidencian que en muchos sitios IU está en disposición de adelantar ya al PSOE, que en intención declarada de voto ya lo hace y que incluso en Extremadura, con todo lo que ha llovido, IU subiría un par de escaños: la marea es muy potente y lo arrastra todo hacia arriba.
Supongamos que así las cosas IU ganara las elecciones generales en noviembre de 2015. Obviemos que nuestras elecciones son parlamentarias y no otorgan una bonificación directa a la primera fuerza (como ocurre en Grecia) y pensemos que, si IU tuviera un 26% y ninguna fuerza obtuviera un resultado mejor, IU gobernaría.
Al día siguiente de trasladar las maletas a La Moncloa, al día siguiente, comenzarían los movimientos golpistas. Si alguien quiere sacar a España de la crisis tendrá que declarar el impago de la deuda ilegítima, la renegociación del resto de la deuda, el sometimiento de la economía al interés general y, en fin, arrebatar el poder a los poderosos y recuperarlo para las víctimas de la crisis. Eso nunca obtuvo la calma como respuesta del poder. Ni aquí ni en ningún lado. Y no sería sólo la reacción interna: ¿acaso se quedarían inmóviles los gobiernos títeres de Alemania, Francia y Gran Bretaña cuya banca es la acreedora de la mayoría de la deuda española?
Hay cientos de ejemplos históricos que evidencian que tener el cargo para redactar el BOE es necesario pero no basta. No hace falta recordar los golpes de Estado que han sufrido todos los gobiernos bolivarianos, los golpes que sufrieron la I República española (desde la semana siguiente a su proclamación), la II República (desde el año siguiente a su proclamación…) o el Chile de Salvador Allende.
Las amenazas que de toda Europa se dirigieron hacia Grecia cuando parecía que Syriza podía ganar evidencia que no estamos hablando de tiempos ni continentes lejanos. Muchos golpes triunfaron y otros pocos fueron parados. Y pararlos sólo ha sido posible con el favor de al menos una parte del ejército y sobre todo con la movilización y unidad popular en torno al gobierno democrático. Por bajar a ejemplos relativamente pequeños: el decreto de Andalucía de vivienda no se habría producido sin IU en el gobierno, pero tampoco sin un pueblo movilizado y muy concienciado contra los desahucios; es lo que ha frenado los ataques (incluso el recurso de inconstitucionalidad) de Moncloa y lo que frenará los intentos de la UE de cargarse el decreto; es lo que ha dado valentía a IU para tomar una decisión tan valiente.
Si en vez de ser alternativa fuéramos un proyecto de alternancia podría bastar efectivamente sentarse a ver cómo se despeñan PP y PSOE. A UPyD, por ejemplo, le valdría. Pero si queremos ser alternativa, no basta en ningún caso llegar a la imprenta del BOE. Para ser alternativa hay que cambiar el poder y eso se hace por muchos frentes, uno de los cuales es el electoral. Pero el frente electoral, sólo y sin estructurar una unidad popular que lo sostenga nunca conseguirá mantener el BOE en las manos o que en el BOE ponga lo que el pueblo y no el poder económico necesita o que lo que ponga en el BOE suceda en el mundo real.
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