Almuñécar rescata el patrimonio que fue arrumbado en cajas de chirimoyos
Ideal
MERCEDES NAVARRETE
En abril de 2012, los arqueólogos del Ayuntamiento de Almuñécar se quedaban de piedra ante el peculiar hallazgo que realizaron en los húmedos sótanos del centro de salud de Almuñécar. El Ayuntamiento tenía arrumbados en ese sótano los restos arqueológicos procedentes de 30 años de excavaciones en el municipio. Estos vestigios de gran valor, que guardan la historia de Almuñécar desde sus inicios como sociedad civilizada, estaban metidos en bolsas de plástico y cajas de chirimoyos. Ánforas fenicias y estucos romanos apilados y sin identificar junto a las hormigoneras, gasoil, escombros y materiales de obra que el Ayuntamiento también almacenaba en ese sótano, lleno de humedades y que se inundaba cada vez que había tormenta.
Una peculiar forma de conservar el patrimonio histórico, sin la más mínima protección, en ese recinto, los bajos del centro de salud, utilizado como almacén municipal y al que, por lo tanto, tenían acceso numerosas personas, como los propios peones y trabajadores municipales. Al descubrir tal desaguisado, el propio Ayuntamiento -ya con un nuevo equipo de gobierno- contrató a dos arqueólogos para poner orden en el caos y rescatar de allí los restos arqueológicos. Los dos arqueólogos han empleado 19 meses de trabajo en el mismo sótano, tratando de poner orden en el auténtico desastre que encontraron y, tras ordenar el material y obtener los permisos de Cultura para el traslado por fin, pueden decir que los restos arqueológicos ya están a salvo, custodiados en un lugar seguro y, al menos en buenas condiciones.
«Lo primero que hicimos fue avisar a Cultura del problemón», recuerda el arqueólogo Eduardo Cabrera, que se quedó espantado al descubrir el tratamiento que se había dado a los restos. La delegación provincial de Cultura de la Junta, al enterarse, aseguró entonces que no sabía nada y que creía que el Ayuntamiento de Almuñécar tenía los restos «identificados y en estanterías», según recoge IDEAL de esa fecha.
«Encontramos todo desperdigado, algunas cajas tenían etiquetas con el yacimiento, por ejemplo 'Puente de Noy', pero había muchas que ni siquiera especificaban la procedencia, había restos mezclados que no tenían que estar juntos... nos ha llevado meses poner orden en este desastre», explica el arqueólogo. Además, encontraron muchas de las bolsas desgarradas, con agujeros en el plástico, como consecuencia de la falta de protección y de control. Está claro que algún o algunos 'coleccionistas' de monedas antiguas le dieron un repaso a la bolsas almacenadas en los sótanos del centro de salud. Además, según cuentan los arqueólogos, el propio personal municipal les ha confesado que los restos fueron trasladados al sótano del centro de salud en maquinaria de obra, en sacos y por personal no especializado. O sea, que les dieron un tratamiento no mucho más delicado que el que recibe el cascajo de las obras.
Trabajo para años
Un transporte radicalmente distinto del que han tenido ahora -supervisado en todo momento por los arqueólogos- hasta la casa de la Cultura, donde han quedado depositados. Eso sí, por el momento no han librado de permanecer en cajas porque en el Ayuntamiento no tienen sitio para exhibirlos correctamente y además, todavía no están catalogados e identificados. Los restos están en 300 cajas con etiquetas que identifican los yacimientos de los que proceden, al menos, y a salvo, custodiados en una habitación cerrada y con una temperatura constante. Por delante queda un ingente labor que ya ha comenzado con un proceso de inventariado, porque hasta ahora no se había realizado un catálogo científico. Cabrera subraya que estos hallazgos arqueológicos tienen un valor incalculable y pueden servir de base para investigaciones que ayuden a determinar, por ejemplo, las relaciones comerciales entre los pueblos.
Los arqueólogos del Ayuntamiento de Almuñécar están contando con la colaboración de la Universidad de Granada y con técnicos de la Delegación de Cultura de la Junta para poder acometer el trabajo. «Aquí hay trabajo para años, más de cinco», advierte el arqueólogo. Lo que ya han podido identificar son piezas de enorme valor: «Por ejemplo hay una cantimplora de época romana que fue hallada en el acueducto y que ha sufrido daños por los traslados y la mala conservación, se ha roto en 12 partes, pero ahora la estamos arreglando».
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