Cómo ser político sin parecerlo
ANTONIO Maíllo (Lucena, 1966) llega solo y eso ya es contracultural. El sol perfora la grisura del invierno, la plaza que oficia de meeting point hierve ligeramente esperanzada y nadie parece reconocer al coordinador general de IU en Andalucía. Posiblemente, otra buena señal: indigesta menos quien cultiva un perfil suave, alejado del animal político personificado en tantos apellidos ilustres o terrenales: Kennedy, Johnson, Nixon; Gorbachov, Kohl, Miterrand; más domésticamente, González, Guerra, Chaves y... Susana Díaz. "De lo poco que hay superávit en este país es de marketing. Pero no creo que haya efecto Susana: las encuestas siempre empeoran los últimos resultados del PSOE".
Maíllo no parece del clan. Su vida ha sido la docencia, con estancias en el extranjero y un buen italiano que brota cuando la conversación apunta a Beppe Grillo y su M5S. "Hay que tasar la actividad política. Sólo desde la estupidez intelectual alguien puede pensar en cambiar las cosas como individuo. La estructura te absorbe. Y si te excedes pierdes el pulso de las cosas". Ni Díaz ni su envés potencial, Juan Manuel Moreno (PP), se han labrado una carrera aparte. "Me revienta la profesionalización de la política. Tenemos que ser gente normal que venga a aportar y después regrese a su trabajo. Es importante saber lo que es una beca, tener un contrato en precario, conocer la vida en definitiva".
Su arquitectura gestual es otra ruptura de la ortodoxia. Ni guarda distancia de seguridad ni rehúye el contacto ocular directo. Tampoco frunce el ceño ante preguntas incómodas. "No, los logros de IU no quedan diluidos bajo la marca Junta de Andalucía. La percepción es que los elementos diferenciales de este Gobierno tienen causa en nosotros. El PSOE ha hecho de todo en el poder. Les hemos obligado a cambiar. A dialogar". ¿Pagamos demasiados impuestos? "No aportan lo mismo proporcionalmente las élites que las capas populares y medias. Ni las rentas del capital en comparación con las del trabajo. Necesitamos una reforma fiscal. Y luchar contra el fraude. Mientras usted y yo hablamos, en apenas una hora, en España se defraudan 10,3 millones. Además, la deuda de este país no es pagable. Estamos como Alemania en los años 40. Tenemos que abrir en España el debate sobre la condonación de la deuda. Eso sólo es factible desde una fortaleza en los ingresos que te permita sostener el Estado, porque en caso de conflicto se cierra el grifo".
Mecanismo cotidiano: la oposición de turno acusa al Ejecutivo de turno de todos los males catalogados e inéditos, incluido el callo del paro. ¿Es justo ensartarle a un líder esa responsabilidad? "Una sola administración no tiene capacidad para afrontar el problema. Ni siquiera la Administración central. Pero en cada ámbito son obligatorias líneas prioritarias que de alguna manera se traduzcan en la creación de empleo. Nosotros creemos en la pyme, en la economía social, en los autónomos, vinculando el desarrollo al arraigo: el corredor industrial de Jaén ha demostrado, por ejemplo, que la ubicación de empresas sin arraigo en el territorio es flor de un día".
A Maíllo se le cuelan eses de Lucena, antigua aljama, factoría de conversos, eses ventosas que menudean conforme se relaja. "Según las encuestas, IU crecerá. Incidimos en función del tamaño. Somos 12 diputados de 109, pero me gustaría que fuésemos 20 ó 25 para articular un programa de gobierno más audaz". Esas prospecciones de voto no reflejan en Andalucía la irrupción de nuevas (o no tanto) opciones de izquierdas como Podemos, Equo o Partido X. "En Italia, el M5S triunfó porque hay un hecho diferencial, y es que allí la izquierda se ha desmembrado. La articulación de un bloque político y social contra la troika [BCE, FMI y Comisión Europea] en España la asume IU. Lo de Grillo fue un casino [traducido del italiano al castellano en elegante, un lupanar]. Yo no valoro tanto la mayor o menor presencia de siglas en el Parlamento sino la mayor o menor capacidad democrática exhibida en el ejercicio del poder. Y ahí existen déficits".
El silencio más largo aparece tras la pregunta más filosófica. ¿Existe en la comunidad un sesgo patrimonialista de los recursos públicos, no en el sentido de apropiación indebida, sino de asignación interesada? "El ordenamiento constitucional otorga al gobernante un margen de discrecionalidad. Todo se puede revestir, claro. Yo no hablaría de patrimonialización, pero hay efectos indirectos porque ese ente ajeno te genera ciertos beneficios. Es un patrimonio inmaterial. Y alguien te puede decir que cuando construyes una escuela en un pueblo, vas a tener más votos allí".
Una duda corroe a menudo a los espíritus más puros, y es saber hasta dónde alcanza o en qué medida se ha corregido, el poder del carné en las unidades jerárquicas más elevadas de la Junta. "Después de muchos años en el poder, el PSOE ha identificado lo institucional con lo gubernamental. En Andalucía hay que profesionalizar el sector público, evitando cualquier tipo de interferencia desde los partidos. Dicho esto, a los funcionarios que han accedido al cargo con transparencia hay que respetarlos. Además, no se pueden equiparar por sistema empleados públicos y enchufados. Es injusto. ¿Que hay mecanismos que no nos gustan? Obviamente".
La última cuestión enlaza con la primera e incide en las contradicciones de un Gobierno de dos supuestamente de izquierdas pero fotográficamente alineado, vía presidenta, con estamentos y sectores tradicionalmente remotos. "Siempre he dicho que no me gusta ver a Díaz con Botín o Fainé. Hay una sobreactuación: quizás siente que necesita pedir perdón por gobernar con los rojos. Yo prefiero entrevistarme con los presidentes de las cooperativas, con pequeños y medianos empresarios... Botín no crea empleo en Andalucía".
Apura un vaso de agua, alisa su chaqueta, se levanta y se marcha tal y como vino, solo, camino de una reunión insondable.
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