Y así llegó el fascismo
Pascual Serrano
Anteriormente, el 20 de noviembre del pasado año, el juez central de lo penal de la Audiencia Nacional, condenó también al pago de 2.730 euros a dos jóvenes acusados de quemar una foto del rey español y de su mujer durante una visita del monarca a Girona el 13 de septiembre, para que aprendan "que no pueden atacar a las instituciones básicas del Estado".
Es oportuno aclarar que si las imágenes de los humoristas condenados no hubieran sido las de los príncipes, sino otros ciudadanos y las fotos quemadas no tuvieran la esfinge de Juan Carlos I, pero en cambio sí la de otra persona cualquiera, no se hubiera iniciado ningún proceso por el fiscal general del Estado, ni habría actuado la Audiencia Nacional, ni estaríamos ante esas sentencias.
También el pasado lunes ingresaba en prisión un joven que descolgó la bandera española del Ayuntamiento de la localidad de Terrassa. El joven catalán está condenado por ultrajes a España tras arriar la enseña monárquica que se encontraba en el balcón de la casa consistorial, tras un proceso judicial que se ha extendido durante cerca de cuatro años. El Tribunal Supremo decidió hace unos días inadmitir —sin pronunciarse— a trámite el recurso de la defensa, ratificando así la condena impuesta a dos años y siete meses de cárcel.
Lo grave de todo esto es la pasividad con que la ciudadanía está viviendo esta escalada de ataque a las libertades. Que alguien pague el sueldo mínimo de cinco meses por quemar una foto o vaya a la cárcel por retirar un trapo sin que esta sociedad reaccione es una prueba de cómo pudo llegar sin oposición el fascismo en el siglo pasado.
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