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Almuñécar contra la corrupción

El suelo

El suelo

Y en otro periódico digital de la comarca viene una interesante columna firmada por El Vándalo. El análisis es certero. Señor alcalde, sus palabras ante los promotores el día antes de dar a conocer la sentencia sobre el pgou tienen demasiadas contradicciones, aunque ya sabemos que eso no le preocupa demasiado. Hace cinco años, usted y sus amigos de la Asociación de Promotores alarmaban sobre la falta de suelo. Era urgente, vital, imprescindible, aprobar lo antes posible un PGOU nuevo porque de lo contrario, el pueblo quedaría sumido en la ruina. Y además, no cualquier PGOU, no el del PP-PSOE, sino el de ustedes, el de las 30.000 viviendas, los cuatro campos de golf y el puerto deportivo en la Sandovala. Sin ese PGOU no había futuro. Consiguieron convencer al PP para echar atrás aquel PGOU que, con todos sus defectos, era bastante menos malo que el que parieron ustedes unos años después y que aún sigue dando tumbos en busca de una legalidad que anda lejos de conseguir. Ahora, cinco años después de aquellas declaraciones catastrofistas, usted dice la verdad: hay suelo más que de sobra para seguir construyendo en Almuñécar. Que nadie se alarme, es su intención. Bien, pero entonces usted tendrá que explicar por qué ha bajado de manera tan alarmante el ritmo en la construcción. Y en esa pregunta usted lanza otra respuesta falsa: la construcción tiene problemas por culpa de la Junta y de todos aquellos que ponen trabas legales. No mienta usted tanto. En diez años se ha construido lo que tenía que haberse construido en 30 y se han puesto unos precios imposibles de asumir. Y ahora ya no hay a quien vender porque tenemos los bolsillos vacíos. Esa y no otra es la situación. El verdadero problema es que no tenemos instrumentos legales para echarle el guante a quienes se lo han llevado calentito.

Esta es la columna del Vándalo: 

Leo en estas mismas páginas que en Almuñécar todavía queda suelo para construir más de cinco mil viviendas y otras 4.500 camas hoteleras.
El plan urbanístico en vigor, del año 1.987 así lo recoge.

En el informe se comenta que el hecho de no evolucionar al ritmo normal en la actividad de la construcción se debe “a la gran crisis existente en este lamentable período de recesión que el país está sufriendo”.

Se culpa a esta circunstancia de la caída libre del empleo en el sector. Empleos directos e indirectos. Y las medidas para evitar dicha caída recaen en la responsabilidad del gobierno nacional y autonómico.

Me parece que huelga hacer comentarios a estas afirmaciones. De por sí ya establecen un agravio desmedido hacia toda inteligencia humana que se precie de sí misma.

El simple hecho de aislarse de cualquier participación en esta llamada recesión económica y situarse en el bando de las víctimas ya me parece de un cinismo apabullante. ¿Quién si no es parte directa de que hayamos llegado a esta situación? ¿Qué y quienes han conseguido con su codicia y rapacidad sin límites que un sector que había funcionado más o menos de forma regular, con sus altibajos periódicos, por supuesto, pero sin ser protagonista de la mayor fiebre especulativa producida en este país en muchas décadas, hinchando sin ningún escrúpulo esta falaz burbuja que no podía sino estallar en la forma en que lo ha hecho, se vea ahora en el desagradable candelero y sea triste protagonista de las peores cifras de desempleo en muchos años?

El tiempo de Alicia y el país de las maravillas ha tocado fondo y ahora, toda esta gran mentira del ladrillo por el ladrillo se está desmoronando como un montón de frágiles naipes arrastrando en su caída a propios y extraños, a culpables e inocentes. Lo peor es que los que salen peor parados, como siempre, los que pagan el pato de la injusticia y se las ven y las desean para cumplir con su hipoteca son aquellos que fueron cegados por promotores y banqueros.

Y no contentos con esa debacle en la economía familiar y en el empleo, que ha estado creciendo artificialmente durante los últimos cinco años, sustentado en una base de barro que algún día se iba a desvanecer, han contribuido a asestar un certero golpe en la salud de nuestro litoral, cada día más enfermo, tocado en su columna vertebral, que es la industria turística y en el más absoluto respeto que se le debe.

La costa andaluza ocupa por derecho propio, y para vergüenza de todos, el primer puesto en el ranking de despropósitos urbanísticos. Comunidad Valenciana, Murcia, Canarias…..Se sigue apostando por la masificación, en lugar de hacerlo por un modelo de turismo sostenible y de calidad, pensando en el futuro, adecuando una coyuntura que nos favorece, por clima y horas de sol, por situación privilegiada y porque desde hace cuarenta años sigue atrayendo a multitud de gentes del norte en busca de esa calidad de vida que algunos se han empeñado en ir destruyendo poco a poco, a base de licencias y proyectos, a base de convertir un entorno como el nuestro en un amasijo de hormigón irracional y sin criterio de calidad ni de lógico respeto al medio ambiente.

Pan para hoy y hambre para mañana. Esta parece que sigue siendo la tónica general de quienes no ven más allá de su propio enriquecimiento, de quienes piensan que por construir más viviendas y abarrotar un lugar como este sin ton ni son, sin las infraestructuras necesarias, incluso sin una demanda coherente que explique este proceder – así lo atestigua la caída de las ventas en el sector- van a contribuir al crecimiento de la economía local. No es así. A los hechos de flagrante actualidad me remito.

Confío que todos aquéllos que puedan verse atraídos hacia ese suelo todavía virgen que se ofrece para su sacrificio aprendan la lección que estamos viviendo a día de hoy, y que a buen seguro se prolongará más de lo que muchos piensan.

Agradezcamos pues el empeño que para ello han puesto los que en este rio revuelto de la especulación, del compadreo urbanístico, de las corruptelas e intrigas palaciegas, se han forrado y han desparecido misteriosamente del lugar del crimen. A ellos les debemos en parte esta recesión que acaba de comenzar y que es la herencia que nos dejan.

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