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Sobre la prohibición de los actos de solidaridad con la población de Gaza por la Comunidad de Madrid: Una lección de iniquidad

Escucho perpleja a mi hija contarme que los responsables de educación de la Comunidad de Madrid han prohibido la celebración de un acto que los alumnos del Centro tenían pensado celebrar durante el recreo para reclamar el cese de los bombardeos contra la población palestina de Gaza.

Al parecer, la administración educativa madrileña se puso en contacto con la dirección del Centro para comunicar que en “SUS” centros bajo ningún concepto se iba celebrar ningún acto relacionado con Palestina.

Escucho a mi hija perpleja porque yo creía que eso de la “educación en valores”, de la que tanto se habla cuando se trata de cantar las excelencias del sistema educativo, debía consistir justamente en el fomento, entre nuestros hijos, del amor por la paz y la justicia. Pero ya veo que la Comunidad de Madrid sólo está dispuesta a que se fomenten tales valores cuando su defensa no afee lo que están haciendo sus amigos.

Cuando ETA comete un atentado, la Comunidad de Madrid nunca se ha puesto en contacto con los Centros para prohibir los actos de condena ni los minutos de silencio por las víctimas. Pero cuando el terrorismo lo practican sus correligionarios políticos, ni siquiera permiten la celebración, durante el recreo, de un acto de solidaridad con las víctimas.

Está claro, pues, que el compromiso de la Comunidad de Madrid con los valores de la paz, la justicia y la libertad es totalmente fingido, que las consignas a favor de la libertad que, de cuando en cuando, les gusta pasear con las calles, no son más que puro teatro y pura demagogia.

Sé que, tras un atentado etarra, en los centros de algunos amigos de mi hija se invitó a los alumnos a confeccionar un mural de condena al terrorismo. Los niños dejaron en el mural la huella de sus manos untadas en pintura blanca y escribieron sobre el mismo mensajes manifestando su indignación y su solidaridad con las víctimas. En esos casos, a la Comunidad de Madrid no le ha parecido mal que lo hicieran y a nosotros, los padres, tampoco. En cambio hoy, en una muestra clamorosa de racismo (y probablemente también de islamofobia) prohíbe que los niños del Centro de mi hija celebren un acto de solidaridad con los 900 palestinos asesinados en Gaza, así como la exhibición de cualquier tipo de pancarta relacionada con esta causa. Es que “no se puede perder clase”, les han dicho. ¡Pero si el acto se iba a celebrar durante el recreo! Y aunque no fuera así: no entiendo que perjuicio puede causar a la educación de nuestros hijos que “pierdan” diez minutos de “inglés” o de “conocimiento del medio” para recordar a los niños de su edad que están muriendo bajo las bombas unos miles de kilómetros más allá.

¿En qué valores pretenden educar a nuestros hijos los responsables de educación de la Comunidad de Madrid? ¿Qué “lección” es la que quieren que aprendan? ¿Que hay que solidarizarse con las víctimas siempre y cuando el color de su piel no sea demasiado oscuro y sean cristianos? ¿Que la institución sagrada de la familia debe ser defendida en las calles de Madrid sin reparar en que miles de familias están siendo despedazadas por las bombas en Palestina? ¿Qué la vida del feto de una adolescente debe ser defendida contra su voluntad de abortar con más ahínco que la vida de los niños palestinos?

He escuchado a algunos amigos del gobierno de la Comunidad de Madrid condenar como un atentado contra la libertad de expresión la retirada de los crucifijos de las aulas de los Centros públicos. Pero ¿no constituye un atentado mucho mayor y más grave contra le libertad de expresión la prohibición de un acto de compadecimiento con el dolor de los supervivientes de los bombardeos?

La administración madrileña acaba de dar a nuestros hijos una lección de iniquidad que les costará mucho llegar a entender.

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