La libertad de Rajoy
“He votado en contra porque creo en la libertad”, aclaró Montilla tras votar en contra de la prohibición de la tortura animal en el Parlamento catalán. El mismo argumento es el que utiliza el “libertario Rajoy” cuando expresa su opinión favorable a la tortura y matanza de toros, al tiempo que anuncia la intención del PP de llevar una moción al Congreso de los Diputados para que las corridas sean declaradas de Interés Cultural General y bloquear así la extensión de la norma catalana.
Ahí los tenemos a ambos erigidos en paladines de la libertad. Va y resulta que tienen más en común de lo que pensaban. Nosotros ya lo sabíamos, pero así las cosas, lo necesario será, obviamente, dilucidar a qué libertad se refieren. ¿Cuál es su idea de la libertad?
A ver si algunos ejemplos nos pueden aclarar la cosa un poco:
Para Rajoy debemos tener libertad para torturar publicamente a un animal, pero no para quemar un trapo rojigualdo en un descampado.
Es necesario garantizar la “libertad de las personas”, pero no la de las naciones ni las comunidades que no sean la suya. (De eso que él llama “personas” claro, que viene siendo algo parecido en su contenido al sentido etimológico del término).
Debemos respetar la libertad de los cazabombarderos estadounidenses, pero no la de los niños iraquíes.
La de Shell, General Motors o B.P. para elegir dónde instalarse, pero no la de los tripulantes de las pateras.
Según él, el patrón debe ser libre para despedir a sus trabajadores cuando le venga en gana, y estos libres para elegir bajo qué puente dormir.
Hay que respetar la libertad de empresa para inundar diez pueblos, pero no la libertad de sus vecinos para elegir quedarse en sus casas y oponerse al pantano.
Debemos ser libres para elegir qué centro comercial nos robará el alma, pero no para casarnos con el novio o novia que elegimos si, casualmente, resulta que es de nuestro mismo género.
Con Rajoy seremos libres para pagar religiosamente los servicios de una sanidad privatizada, pero no para decidir si queremos ser madres o no.
Por supuesto, debemos ser libres para animar a “La Roja”, pero no a la selección catalana, gallega o vasca en competición oficial.
Debe haber libertad para envenenarlo todo con transgénicos, pero no para vender flores comestibles o hierbas terapéuticas.
Para Mariano Rajoy se debe respetar la libertad de los padres para decidir que sus hijos estudien en gallego o castellano. En Galicia, pero no en Madrid.
Conviene mantener los crucifijos en las escuelas, por libertad, pero hay que prohibir el burka en las instituciones y el velo en las escuelas, también por “su” libertad.
En fin, libertad para el “diente de la serpiente”, pero jamás para el “ruiseñor en la flor”. Libertad para el torero, pero no para el toro. Y todo dentro de un preciosista y magnífico ejercicio de demagogia populista y panderetera. Nada de él que no supiéramos ya.
Con este tipo de libertad, con la libertad que propone Rajoy y el P.P., pasa como con la prometida en Auschwitz: a uno le entran unas irrefrenables ganas de ser esclavo...
Porque por lo que parece, para Rajoy nuestra libertad es hacer lo que él quiere. Y eso es todo.
Logicamente él, para que le vaya bien, ya procura querer lo que el Señor ordena. Y a sí le va...
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