Arenas misteriosas
Tomás Hernández
Costadigital
Las lluvias del pasado invierno nos trajeron derrumbes y desprendimientos de laderas; que la naturaleza, como el hombre, es a veces veleidosamente destructiva.
A la entrada de La Herradura cayeron unos peñascos enormes que cortaron el acceso al pueblo desde las carreteras que bajan de La Punta de la Mona. En un tiempo razonable, pues suponemos que la tarea no era fácil, visto el tamaño y la dureza de las piedras, la carretera quedó de nuevo transitable, limpia, e incluso se amplió unos metros la anchura de la calzada.
A los pocos días, muy pocos, allá por el mes de abril, se descargó un camión de arena en la curva donde antes estuvieron las piedras. Pensamos, lógicamente, que se trataba de una obra menor, y breve, para rematar, definitivamente, los trabajos de reparación del derrumbe.
El montículo de arena cortaba, corta, la mitad de la calzada y obliga a los coches a cederse el paso y a los conductores a prestar atención al sendero para paseantes señalado y reservado en la parte opuesta al montón de arena. Como el peligro era evidente, sobre todo de noche, a los pocos días lo rodearon de unas vallas de plástico naranja y un farolillo enclenque. Aún así el pasaje para transeúntes y coches era, es, estrecho y peligroso, y mucho más en el tráfico de verano.
Pero pasó abril, que es el mes más cruel, a decir de Eliot, y mayo, y junio, y julio entero, y el montón de arenas misteriosas cuya finalidad se ignora, sigue en su lugar. Algo debió de llegar a los responsables sobre el peligro de la carretera, porque una buena mañana el montón apareció, como en una mitosis celular, convertido en dos más pequeños, pero con el mismo riesgo.
Hace unos días encontré por allí unos operarios removiendo la arena. Les pregunté sobre lo que ya es un misterio para cuantos transitamos por ese camino. ‘Cuando nos paguen lo que nos deben, remataremos la obra’. No sé si será cierto o no, ni quién es quien les debe pagar; lo que sí es tangible y verdadero es el montón de arena y la desidia de los responsables. Quizá los mismos que andan ahora descubriendo placas de inauguración de otras obras, catastróficas también en su ejecución, y más duraderas en su culminación que las tres pirámides de Egipto.
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