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Almuñécar contra la corrupción

Ofertar y recepcionar

Ofertar y recepcionar

Tomás Hernández. Costadigital

Leo la autoentrevista de nuestro ‘edil primus’ en un medio local. Vuelve en ella a la súbita obsesión que le ha entrado este verano por erradicar lo que llama ‘turismo de alpargata’. Esperemos que el deseo de exterminio se refiera sólo al concepto como producto despreciable, para él, y no a los alpargateros también.

En la entrevista se leen cosas chuscas. Como que el retraso en la finalización de la autovía ha propiciado una avalancha de ese turismo impresentable que nos ha privado del otro, el deseable, ‘medio-alto’, como se lo define en la entrevista. El ‘turismo de alpargata’ es ‘come-pipas’ (sic), proclive al botellón y a las mochilas, por si no nos habíamos enterado de lo que se quería decir. Y es el culpable de la masificación veraniega y de que el turismo que nos merecemos no llegue hasta nosotros porque el PSOE no acaba la autovía. Digo yo que no pensará nuestro edil que el ‘turismo de alpargata’, haciendo honor a su denostado nombre, llega a nuestros costas andando y por eso le da igual que las autovías estén atascadas o expeditas y limpias como una vía láctea. Es más, algunos de la alpargata hasta las sufragan con sus impuestos.

El resto de la entrevista es del mismo rigor lógico. También hay que abolir la masificación. ¿Cómo? ¿Llenando de casas vacías, salvo en agosto, una ‘colina meridiana’ que diría Juan Ramón, sólo porque existía un afán y una oportunidad de especular y no por ninguna otra necesidad? ¿Construyendo, para rematar de arrasar lo que quedaba, un hotel de cuatrocientas o quinientas habitaciones en lo alto de esa colina y con unos precios de hospedaje más baratos que quedarse en casa comiendo pipas y viendo telecinco? ¿Así? Lo hecho, hecho está y alguien fue responsable. Por cierto, y como inciso, un tramo de la carretera de acceso a ese hotel sigue milagrosamente suspendido en el aire. Aún no se ha derrumbado desde hace meses, pero lo hará. Y el responsable no será la ley de Murphy.

Pero lo mejor de la autoentrevista es el lenguaje. Entre preelectoral, conciliador y moderno. ‘Ofertar’ y ‘recepcionar’, son dos, no las únicas, de esas perlas de modernidad lingüística que pueden leerse. Pero no se ‘oferta’ una cerveza fresquita o un vaso de agua al viajero, se le ofrece; y no ‘recepcionamos’ al huésped en nuestra casa, lo recibimos con un abrazo. Quizá mirar a quienes nos visitan como personas y no ‘sub especie monetae’, es decir, por lo que son y no por lo que gastan, fuera un buen y olvidado principio de antigua hospitalidad para atraer a los mejores, si es que es lícito usar la comparación para referirse a las personas, así calcen alpargatas como coturnos florentinos.

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