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Almuñécar contra la corrupción

Trofeos de guerra

Extraído de un artículo de Santiago Alba publicado en la revista Rebelión. Si quieres leer el artículo entero, pincha aquí: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=114511

A un hombre se le roba su tierra, su casa, su familia, su fuerza, su salud y luego se le roba también su imagen. Se convierte así en un trofeo. Y cuando se le ha convertido en un trofeo mediante esta sustracción de cualidades; cuando ha sido limado, serrado, aislado y reducido a un despojo; cuando ya no tiene nada con qué defenderse, ni siquiera un lenguaje, entonces podemos quizás apiadarnos de él y hasta proporcionarle algunos cuidados. En nuestra tribu a esto le llamamos humanitarismo.

Iraq ha sido devastado por los estadounidenses, sus niños bombardeados desde el aire por los estadounidenses, sus centrales eléctricas y potabilizadoras destruidas por los estadounidenses, su patrimonio artístico saqueado por los estadounidenses, muchos de sus hombres encerrados y torturados por los estadounidenses y su petróleo les ha sido arrebatado por los estadounidenses, pero afortunadamente a continuación llegaron los estadounidenses y empezaron a repartirles botellas de agua mineral. ¿Deberían sentirse orgullosos?

El capitán Kevin Brown dirige la operación de distribución de salarios a ex-militares iraquíes en la calle A-Zaura de Bagdad y lo hace sin dejarse llevar por el rencor y refrenando al mismo tiempo la tentación de sentirse bueno: "No siento nada por ayudar a los que nos disparaban hace unos meses". Es la frase muy coherente de un invasor. El se limita a cumplir con sus deberes de criminal, con arreglo al nuevo código moral de nuestra tribu: matad, robad, humillad, pero acordados siempre de dejar una muleta y un dólar, aunque vuestros beneficiarios no os lo agradezcan. "Haz el bien y no mires a quién"; es decir, haz el bien incluso -incluso- a los que has matado de sed, de hambre, por enfermedad o por arma de fuego. Haz el bien incluso a tus víctimas.

Este es el gran abismo moral que media entre el capitán Kevin Brown y esos a los que llamamos "terroristas" con un criterio más bien borroso para designar, sobre todo, su común falta de humanitarismo. Porque si, después de un atentado, los "terroristas" dejasen como regalo en el cuerpo de sus víctimas un billete de lotería para la familia o un vale para un gabinete psicológico, entonces Aznar y Bush los apreciarían tanto como a los marines, aunque siguiesen operando a mucha más pequeña escala y produciendo muchos menos muertos. ¿O no?

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