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Historia de un linchamiento mediático en Sevilla

Historia de un linchamiento mediático en Sevilla

Carlos Vázquez Galán. Delegado de Economía y Empleo del Ayuntamiento de Sevilla y Miembro del Consejo Andaluz de IULV-CA

Nunca la caída de una mesa en un establecimiento hostelero dio tanto de qué hablar y de qué escribir en los medios de comunicación. Jamás un hecho así fue utilizado tan vilmente por la derecha para arremeter con todas sus fuerzas contra un adversario político, en este caso contra un humilde concejal de IU que, merced a un pacto de progreso, dirige la Delegación de Economía y Empleo en la ciudad de Sevilla.
 
No importaba que yo no fuera el autor del famoso vuelco. Y mucho menos que lo reprobara públicamente varias veces desde que trascendió a través de un montaje audiovisual difundido en internet. Eso era lo de menos porque ya tenían la munición que necesitaban para urdir una campaña de desprestigio brutal; y no estaban dispuestos a desaprovechar la oportunidad que se les presentaba perdiendo el tiempo en respetar principios deontológicos elementales o contextualizando lo ocurrido.
 
La presencia de un cargo público en un piquete informativo durante la pasada Huelga General, donde se produjo un incidente puntual –el vuelco de una mesa, insisto--, le proporcionaba a la derecha el pretexto ideal para desviar la atención de la cuestión de fondo y evitar hablar del éxito de la jornada del 29 de septiembre.
 
Ante la imposibilidad de negar el apoyo mayoritario que la convocatoria sindical concitó entre los trabajadores y trabajadoras de este país, la estrategia pasaba por achacar a la coacción de los piquetes la falta de actividad o el paro laboral secundado. Tras haberse dedicado las semanas previas a deslegitimar los innumerables motivos que había para ir a la Huelga, tras haber desacreditado por todos los medios a las organizaciones convocantes y a los liberados sindicales, el guión requería criminalizar el derecho constitucional a participar en un piquete. 
 
A partir de ese momento se activó el dispositivo de acoso y empezaron a llover en cascada las críticas y las peticiones para que dimitiera o para que me cesara directamente el alcalde. Primero el PP, luego la Asociación Provincial de Comerciantes, la Confederación Empresarial de Sevilla (CES), los hosteleros, la Cámara de Comercio... Todos se plegaban al toque de corneta y procedían, gustosos y ordenadamente, a censurar con histérica vehemencia mi papel jugado el 29-S.
 
En este festín de condenas y reproches, hubo quienes proclamaron a los cuatro vientos una irrevocable ruptura de relaciones con mi Delegación –¡cómo si alguna vez éstas hubieran sido cordiales!—. Y no sólo eso: Hubo incluso quien me declaró persona non grata para el colectivo que decía representar y propuso vetarme el acceso a los bares y restaurantes sevillanos. De histórico llegaron a calificar esta designación sus artífices, quienes sin duda pasarán a la historia por ser los promotores de una resolución más cercana a una fatua talibán que a cualquier otra cosa.
 
Hasta algún dirigente provincial del PSOE y candidato socialista a la Alcaldía, animado por la efervescencia del momento, decidió sumarse al coro y apuntarse a esta “caza del comunista”, como muy acertadamente describiría en su artículo un periodista de Público, el único medio de comunicación que no participó del vergonzoso consenso mediático predominante en torno a este asunto. Era bochornoso comprobar cómo periodistas y columnistas cerraban filas con sus amos y reproducían cual papagayos la misma consigna, el mismo discurso reaccionario: Que yo tenía que irme porque, al haber formado parte de aquel piquete “violento”, había quedado inhabilitado de por vida como delegado de Economía y Empleo. Los menos duros se contentaban con que reconociera “mi error” en la plaza pública y abjurara de mi condición de militante sindical, desvinculándola de mi responsabilidad institucional. ¡Como si fuera posible separar ambas señas de identidad!
 
Mientras esto sucedía, se ocultaba intencionadamente que las relaciones del Ayuntamiento con la patronal no han sido buenas desde que la Delegación de Economía y Empleo recayera en Izquierda Unida y pasara a encabezarla un concejal comunista. Un hecho que desde un principio se negaron a aceptar. De modo que en esta ocasión sólo escenificaban una ruptura que, de facto, ya existía por la parte que les tocaba.
 
Por otro lado, quienes se escandalizaban con el vuelco de una mesa en un bar que se encontraba abierto en plena Huelga General, nada decían sobre las cargas indiscriminadas que ese día los piquetes de azul efectuaron en muchos puntos del país para salvaguardar los intereses de la patronal. En Sevilla, la Policía Nacional hasta llegó a entrar en la Universidad –algo que no sucedía desde hacía 30 años— para reprimir a los jóvenes estudiantes que allí realizaban piquetes pacíficamente.
 
Quienes solicitaban la hoguera para “el piquetero de IU” tampoco manifestaron en ningún momento el más mínimo repudio por la mayor de las violencias desencadenada  el 29-S: la amenaza a la que se enfrentaron muchísimas personas, a las que se les había dejado muy claro que si iban a la Huelga se quedarían sin trabajo.  
 
Entretanto, el Partido Popular de Sevilla mostraba su cara más ultra y echaba gasolina al fuego a través de las redes sociales. Así, quienes me acusaban de amparar la violencia, como el portavoz municipal y candidato a la Alcaldía del PP, Juan Ignacio Zoido, luego no tenían escrúpulos a la hora de permitir en su perfil de Facebook todo tipo de ataques, insultos y amenazas contra los cargos públicos pertenecientes a mi organización política. Sin embargo, nadie ha demandado su dimisión, que se sepa.
 
Pero si alguien pensaba que desde IU íbamos a ceder ante las presiones y el linchamiento sufrido estas últimas semanas, desde luego que lo llevaba claro. Porque nuestro compromiso con la Huelga General ha resultado desde el primer día total y absoluto. Y lo ha sido antes, durante y después de la jornada del 29-S. Por tanto, la coherencia nos exigía a los militantes, cargos públicos o no, estar tanto en las pegadas de carteles como en los repartos de propaganda, en los actos organizados para apoyar la convocatoria, en la manifestación y también en los piquetes.
 
No me siento especial por haberme limitado a cumplir una directriz de mi Organización, al igual que hicieron ese día muchísimos compañeros y camaradas a lo largo y ancho del país. Cada golpe recibido sólo ha servido para reafirmarme en mis convicciones. Igualmente,  ha quedado patente que mi único delito ha consistido en situarme del lado de la clase trabajadora y en oponerme al mayor recorte de derechos laborales y conquistas sociales que se le pretende imponer desde el fin de la dictadura. Por eso, la única lección que cabe extraer de esta experiencia es la necesidad de resistir y de seguir movilizándonos para evitar las nuevas agresiones que el Gobierno de Zapatero proyecta asestarnos en el futuro, si no se lo impedimos intensificando la lucha de la clase obrera.

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