Premisas en torno a la reforma de las pensiones
1- Soy de CCOO desde hace más de 10 años y seguiré siéndolo por mucho tiempo. CCOO ni el sindicalismo son mis enemigos, estos son las herramientas de la clase trabajadora. No obstante, la actitud crítica ante el estado de la cuestión ha de ser inherente a las expectativas de progreso intelectual y transformación social. Ésta no se contrapone a la responsabilidad, más bien la fortalece.
2- Creo honestamente que el acuerdo sobre pensiones es muy malo, más si lo situamos en el contexto de involución social estructural. Sobre todo, por lo que hace a una reforma laboral que no se ha modificado en ningún punto. Nadie que haya estado en contra de la propuesta del gobierno, puede ahora avalar este acuerdo. Todo lo que hemos escrito, escuchado o leído estos días acerca de esta reforma y en relación a la profunda precarización de la vida de los trabajadores que producirá, no dejará de pasar con este acuerdo. Esta reforma generará estados de pobreza en el sector más débil de la sociedad.
3- El elemento determinante no es el aumento de la edad de jubilación, que precisamente es lo que más ha publicitado el gobierno. El elemento que determinará la situación de exclusión y pobreza del sector social más débil, es sin duda el aumento del cómputo de cálculo de la pensión de los últimos 15 años a 25. Esto provocará reducir sustancialmente el montante de la pensión. Sobre todo si tenemos en cuenta un escenario de precariedad laboral acuciante, de temporalidad, de flexibilidad en las condiciones de trabajo, de contención salarial en progresión y de un paro estructural muy superior al que teníamos antes de la crisis. Todo ello consagrado por una reforma laboral que se verá complementada por la más que posible reforma de la negociación colectiva. Con esta se persigue un ataque sin precedentes al sindicalismo entendido como clase trabajadora organizada que reivindica y trata de ampliar sus derechos.
4- Las correlaciones de fuerza no viene dadas. Se generan por la relación que quiera establecer el uno con el otro y el otro con el uno. Por tanto, esta correlación no está sujeta únicamente al indudable e inmenso poder del capital y sus títeres, también depende de nuestra propia voluntad de cambiarla. Nuestra fuerza nace de asumir con naturalidad y elaborar la síntesis de la contradicción entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Podemos, o al menos debemos intentar cambiar esta correlación de fuerzas
5- La ética de la responsabilidad nos exige un acuerdo para que el retroceso no sea tan acentuado. Pero el retroceso ya es manifiestamente acentuado con el acuerdo, se mire como se mire. Más si tenemos en cuenta el retroceso sufrido des de la primera reforma de las pensiones de 1985, que dicho sea de paso, sí se contestó con una huelga general. Por tanto, la ética de la responsabilidad nos sitúa a la defensiva. Situándonos a la defensiva dificilmente vamos a cambiar la correlación de fuerzas.
6- La ética de la convicción nos permite actuar en un plano estratégico para dejar de situarnos a la defensiva. Para ello se deben articular discurso, contestación y alternativas. Estas deben canalizarse necesariamente mediante la movilización que sin duda ha de fortalecer la clase trabajadora organizada. De este modo se podrá variar la correlación de fuerzas. El modelo pactista es actualmente caduco.
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