La confusión de los números mágicos
Tomás Hernández. Costadigital.es
Creía Pitágoras que los números regían con sus correspondencias el orden del universo y el rodar de las esferas, y Fibonacci descubrió el orden invisible de los números en las hojas del trébol, en los cristales del cuarzo y en la circulación de nuestra sangre roja.
De entre todos los números, el siete es el mágico por excelencia pues reúne en su guarismo la representación simbólica de lo humano y lo divino. Las cuatro direcciones de la tierra y los tres dioses de todas las triadas, desde el Padre, y el Hijo y el Espíritu, hasta Sim, Samas e Istar, o Iris, Horus y Osiris, y la triada capitolina de Roma.
Nuestro todavía edil se aferró a esta creencia de la magia de los números y eligió, como no, el número siete. Él pensaba en estrellas para los hoteles, los campos de golf, los puertos deportivos. Pero los dioses, tan veleidosos como dioses, no pensaron en estrellas, no entendieron, torpes, el mensaje del edil y creyeron que les pedía siete concejales y eso le han dado, que no está mal.
Pero algunas victorias tienen el sabor de la más amarga de las derrotas, ¿verdad?
Siete es un buen número, mágico, no lo olvidemos, para poder gobernar. Pero no solos, o no tan solos. Porque si hemos desdeñado a los partidos minoritarios, a su único concejal, y a las personas, pocas, a quienes representa. Y hemos denigrado por incompetente a uno y aplaudido octavillas anónimas contra el otro. Si hemos prometido, en público, no pactar con los otros dos partidos, por corrupto y obstruccionista uno y por razones ideológicas, eso dicen, el otro. ¿Qué nos queda? Una agria victoria entre las manos.
¿Qué esperan algunos, todos los que fueron a votar y no lo hicieron por las siglas de CA?
Que no se repitan las respuestas insolentes, los cierres de micrófonos en los plenos cuando la oposición quiere expresarse, la designación de asesores áulicos por nepotismo y no por su competencia y preparación, que no se premie con generosas dádivas a los periódicos afines mediante descaradas subvenciones directas o con prebendas encubiertas, que no tengamos que pagar, entre todos, las minutas de una abogacía que año tras año salen de las arcas para defender a la alcaldía de litigios confusos donde se mezclan lo público y lo privado.
Con eso, tan poco, ya nos bastaría para celebrar este número mágico, siete. Sea en estrellas, en campos de golf, en puertos deportivos o en número de concejales. Que los dioses, como hemos dicho, son torpes y veleidosos, pero saben los números que mejor convienen a la soberbia de los hombres.
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