El enemigo, a Laponia
Tomás Hernández. Costa Digital
El lenguaje abigarrado y chulesco que empieza a oírse estos días, con tanto desparpajo como desvergüenza, asusta un poco si es que no lo estábamos ya bastante.
Un representante de la patronal señala Laponia como destino obrero para aquellos insensatos que además de estar en el paro, por su mala cabeza, se atreven a rechazar un trabajo por precario que éste sea. Y por supuesto, la pérdida del derecho a una subvención por mísera que sea también. Se presenta la subvención como una caridad social del Estado y no como lo que es, un derecho adquirido con horas de trabajo y cotización.
En Valencia apalean y detienen a adolescentes enrabietados porque pasan frío en las aulas, y el responsable de la tropelía cuando la prensa le pide explicaciones, pontifica que no va a descubrir sus tácticas al enemigo. ¿Quién será el enemigo? ¿Los estudiantes, o la prensa? Estas declaraciones y los videos colgados en Internet han echado hoy a la calle a muchos estudiantes, en muchas ciudades, y ya no solo bachilleres.
Enemigo, nos dicen también con el mismo descaro, es quien teniendo un trabajo es responsable, por su egoísmo, del paro del vecino. Se pretende así una fractura, artificial y miserable, entre pobres y más pobres aún.
Esta semana muchas personas se lanzaron a la calle a manifestar su rechazo a la política económica del flamante gobierno. El PP responde con arrogancia suicida que son muchos más los millones de españoles que los acaban de votar que aquellos que estaban manifestándose. Los sindicatos están más que satisfechos después de la tibia respuesta en la última huelga general.
La pérdida de credibilidad de los sindicatos, azuzada desde luego por la prensa más reaccionaria con perogrulladas y verdades del barquero, está en su dependencia de los partidos políticos, y, sobre todo, creo, en su quietismo cómplice con la errática política con la que Zapatero afrontó la crisis. Esa distancia con la sociedad requiere ahora de difíciles esfuerzos para reencontrarse.
Porque la repulsa social contra una política obsesionada en el recorte de salarios y derechos como única solución, no la controla nadie, y fue la rabia de saberse impotentes quien llevó a tantas personas a la calle este fin de semana. La misma impotencia que echa a los estudiantes de Valencia, el enemigo, fuera de las aulas. Son las personas condenadas al paro y a matar el tiempo fuera de sus casas, quienes empiezan a tomar la calle. Quizá lo único que les va quedando.
1 comentario
Algo se mueve -