La palestina
No pensaba escribir sobre la irrupción del alcalde Gordillo en el supermercado porque me pareció una banalidad anecdótica.
Ayer leí las declaraciones del presidente Griñán afirmando, rotundo y contundente, que había sido una acción poco ejemplar en un diputado y una aventura peligrosa.
Y sonreí con esa mueca de resignación que se nos va quedando a los españoles. La misma que hemos visto en los griegos, y luego en los portugueses, y que veremos después de nosotros en los italianos.
Aún así me aburría la idea de escribir sobre el asalto al supermercado. Así que sonreí ante el gesto adusto del señor Griñán y me fui a la terraza a leer ‘Jaén, la frontera insomne’. Lo leo con tanta afinidad que este mediodía quedé con Salvador Compán para hablar un rato sobre su libro.
Imposible. Agosto. El restaurante de Alicia y Luis Lombardo en la playa de Los Berengueles, lleno. No hablamos apenas de su libro, pero compartimos unas cervezas fresquísimas entre amigos, que es como sientan bien.
De vuelta a casa abro Internet para ver qué desdichas nos han pasado hoy y cuáles vendrán mañana. Y leo en IDEAL a la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, diciendo lo siguiente. Transcribo: ‘Lo de Sánchez Gordillo es robo con violencia hacia las mujeres’.
Esta afirmación me habría importado lo mismo que la de Griñán. La amargura de un sonrisa. Para qué recordarle al señor Griñán que defendió hasta el último momento el derecho a la inocencia de uno de sus consejeros que ahora acaba de salir de la cárcel bajo fianza. Que se sepa, el diputado Gordillo aún no ha sido juzgado, pese a las prisas por abrirle proceso del ministro del Interior.
Pero Soledad Becerril es la Defensora del Pueblo. O sea, quien tiene el encargo de defendernos, al pueblo, frente a los abusos de poder. Y según dice ella, el alcalde de Marinaleda ‘que roba y actúa con violencia hacia las mujeres’ es, obviamente, un enemigo del bien público. El pueblo. ‘Violencia contra las mujeres’ estaría expresado con mayor precisión, señora exministra que lo fue usted de Cultura.
Si no entiendo mal sus palabras, reitero, señora Defensora mía, el alcalde Gordillo roba supermercados y violenta a las mujeres. Se le ha olvidado añadir a las mujeres trabajadoras y habría quedado usted como dios… manda.
Yo esperaba de la Defensa del Pueblo una mirada de comprensión, no digo de justificación viniendo de usted, pero sí que podría usted entender el gesto simbólico de ese asalto como una llamada de atención sobre el hambre, la necesidad, el desamparo, los desahucios, que muchas personas sufren en sus casas cada día, cada hora, cada instante, cada segundo de sus vidas en vilo.
Son los mismos, señora Defensora del Pueblo, que esperaron, desesperados, que el señor Rajoy les diera ayer la esperanza, breve, y exigua, de cuatrocientos euros al mes. Cómo para irse de cabarets con el exconsejero de Griñán.
Señora Defensora del Pueblo, en la corrupción política y empresarial, en la insaciable avaricia de personas de carne y hueso que se esconden bajo ‘la economía financiera’, ahí está el enemigo del pueblo del que usted tiene el encargo de defendernos, no en el alcalde de la palestina.
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