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Almuñécar contra la corrupción

6 de diciembre: Nada que celebrar

6 de diciembre: Nada que celebrar

Rafael Calero Palma

El próximo jueves, 6 de diciembre, se cumplen 34 años desde que se aprobara la Constitución de 1978, pero, ¿realmente hay motivos para conmemorar algo?

El próximo jueves, 6 de diciembre, se cumplen 34 años desde que se aprobara la Constitución de 1978, con casi dieciséis millones de votos favorables. Aquel día, muchas mujeres y hombres de este país fueron a votar tragándose el cuento que les habían contado. Que aquel documento era la panacea, que sería la solución a todos los males habidos y por haber, y que su sola existencia, mejoraría de un plumazo sus vidas.

Es habitual en estos días previos al aniversario de la Constitución que se celebren actos conmemorativos en muchos ayuntamientos, y que en los centros educativos se hable al alumnado de las bondades de la Carta Magna, realizando diferentes actividades en torno a su articulado. En mi opinión, este año, como el anterior y el otro, y algunos más, no hay absolutamente nada que celebrar (en realidad lo que pienso es que nunca ha habido nada que celebrar). El tiempo ha demostrado que muchos de los artículos incluidos en su texto, que muchas de las esperanzas recogidas en sus párrafos, han quedado en agua de borrajas. No sirven absolutamente para nada, si no es para echarse unas risas a su costa, o simplemente para cabrearse un poco más de lo que ya estamos. Se ve que como una gran parte del texto constitucional salió adelante en interminables comidas y cenas en lujosos restaurantes madrileños, como los propios implicados han manifestado en más de una ocasión, los famosos padres de la Constitución debieron agarrar más de una melopea, y de ahí el resultado.   

Si uno coge la Constitución y se pone a leer con detenimiento sus artículos, verá la gran sarta de tonterías y mentiras que contiene. Desde el mismísimo “Preámbulo”, ya se puede observar esto que digo. Y es que en dicho “Preámbulo”, se habla de establecer “la justicia, la libertad” en la “Nación Española” y de “promover el bien de cuantos la integran”. La primera en la frente. Unas líneas más abajo, se hace referencia sin rubor a un “orden económico y social justo”. A nadie se le escapa que el orden social y económico en el que vivimos puede ser calificado de cualquier manera, menos, obviamente, de justo. También se citan en ese “Preámbulo”, términos como “Estado de Derecho”, “imperio de la Ley”, “voluntad popular”, “sociedad democrática avanzada” y otros vocablos grandilocuentes, de los que se suelen emplear en el lenguaje jurídico, que no significan nada, salvo palabrería barata. Porque ya sabemos todos que en este país, expresiones como “Estado de Derecho”, o “imperio de la Ley” tienen significados distintos dependiendo de a quién se aplican. No es lo mismo si eres un político corrupto del PP de la Comunidad Valenciana, o un policía torturador de Barcelona condenado en firme por un juez, pongamos por caso, que un chorizo de poca monta de Granada. Evidentemente, el pobre chorizo granadino lleva todas las de perder y con toda seguridad se pasará en la cárcel la mitad de su vida, mientras que el político corrupto valenciano y el policía catalán serán indultados por el Consejo de Ministros a las primeras de cambio.

Una de las mejores frases de ese “Preámbulo” es la que se refiere a la promoción “de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida”. Ahí, con un par. Riqueza y cultura para todo el mundo. Sin ningún condicionante. Di que sí. Sólo por el hecho de vivir en esta comunidad de vecinos llamada España. Exactamente todo lo contrario de lo que venimos viendo en los últimos tiempos.

Y todo esto, como digo, sin pasar siquiera del “Preámbulo”. Si uno se va adentrando en las aguas procelosas del articulado, entonces la cosa ya va adquiriendo tintes marcadamente surrealistas. Frases como “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”; “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo”; “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.”; “Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia.” o “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.”, son buen ejemplo de esto que digo, humor surrealista para tiempos de crisis, como si el paro galopante, los miles de desahucios diarios, el sometimiento a los mercados y a los poderes fácticos europeos y mundiales, las privatizaciones a mansalva, y un largo etcétera de despropósitos, no tuvieran nada que ver con este país.

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