Dies irae
Tomás Hernández
Nuestra indignación, nuestros malos humores, las iras cotidianas, solemos descargarlas, injustamente, en las personas que nos son más cercanas.
No quisiera descargar la ira de esta tarde en aquellos amigos que, amablemente, leen estos artículos en Costadigital.
Valle-Inclán, tan vehemente como persona, supo disfrazarse de bufón genial para apartarse del muladar que le tocó vivir. Por eso fue orgulloso tirano entre los suyos, sacristán cornudo o monstruo de feria, marqués decadente o dramaturgo inverosímil. Valle-Inclán transformó su ira en novelas impredecibles, alucinaciones teatrales imposibles de representar y algunos poemas modernistas.
Entre bromas y veras, oigo en el bar al que entro a tomar una cerveza y donde, cómo no, se habla de la crisis, que ‘cuando Franco no faltaba el trabajo’. Y me callo. Y no digo lo que he visto, y lo he visto, yo, a los hombres a las seis de la mañana esperando en la plaza del pueblo que llegaran los capataces para elegir a los afortunados que iban a trabajar aquel día por un salario de hambre. Quienes clamaban contra esto se pudrían en las cárceles.
Acrecienta mi ira un abogado culto, viajero, que no necesita exhibir carnet de excarcelado franquista, pero lo hace y esto no es lo peor.
Lo peor es que no se da cuenta de que está defendiendo, con otro estilo, mejores maneras y mucha más inteligencia, las mismas asquerosas ideas que vocifera un fascista canoso a su lado que señala con dedo inquisidor al sindicalista Cañamero. No voy a entrar en detalles sobre el aquelarre: un hombre culto, un fascista crecido y un sindicalista. ¿Qué ensueño de la razón engendró este monstruo?
El abogado al que oigo y leo porque es una de esas personas que siempre cuentan algo propio y no las tópicas majaderías de los tertulianos, se descuelga frente a los contundentes argumentos de Cañamero acerca de las subvenciones agrícolas a los terratenientes andaluces, se descuelga el abogado con que la ley está para cumplirla. Y argumenta que Cañamero está condenado por el asalto a un supermercado y Rodrigo Rato fue injuriado el otro día por un izquierdista sin habérsele demostrado culpabilidad alguna.
Y el Prestige navega.
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