Por un frente para la victoria en las elecciones europeas
Jorge García Castaño
¿Quiénes son tus enemigos?
¿Quiénes son tus amigos?
Esta es la pregunta más importante para la revolución.
Mao Tse Tung
El lanzamiento de Podemos, la posible candidatura capitaneada por Pablo Iglesias para las elecciones europeas, ha traído un fuerte debate en el conjunto de la izquierda. Otro movimiento en las turbulentas aguas de la izquierda que merece nuestra atención y nuestra reflexión.
En primer lugar, quiero dejar claro que la iniciativa me parece absolutamente legítima y que, dependiendo de cómo evolucione todo el escenario, puede tener efectos muy positivos en el conjunto de las fuerzas populares y de izquierdas. Por un lado, puede romper una situación de bloqueo en la que no se acababa de articular un proceso capaz de derrotar al bipartidismo en las elecciones europeas. Por otro, puede vincular a lo político-electoral a sectores que ahora mismo no lo estaban y generar entusiasmo en importantes núcleos militantes.
Evidentemente, el efecto que tenga Podemos sobre el conjunto del escenario político se verá cuando conozcamos los resultados electorales y dependerá sustancialmente de que haya sido posible construir una candidatura unitaria o no. Hace meses, a raíz del lanzamiento del Partido X, escribía en este mismo medio sobre la importancia de las elecciones europeas y los distintos planteamientos ante ellas algunas consideraciones que creo que siguen siendo válidas:
Como es sabido, el primer proceso electoral que nos vamos a encontrar son las elecciones europeas. Parece haber dos enfoques de cara a esa cita. Por un lado están los que piensan que al ser unas elecciones percibidas como poco importantes y con un sistema electoral prácticamente proporcional, es buen momento para probar nuevas propuestas políticas e intentar conseguir representación parlamentaria. Por otro, los que pensamos que es la mejor oportunidad de derrotar al bipartidismo: evitar que PP y PSOE sean primera y segunda fuerza. En nuestra opinión la cita más importante del ciclo electoral es esta, por su sistema electoral y sobre todo por ser la primera, con todo lo que esto puede suponer a la hora de evitar llamadas al voto útil de cara a los siguientes procesos. Además se trata de unas elecciones que tradicionalmente han tenido muy baja participación y, en este contexto, los grandes partidos van a tener muchas dificultades para movilizar sus electorados. En sentido contrario, podemos decir que un resultado mediocre de las opciones rupturistas puede recomponer la dinámica bipartidista y ser letal para los próximos procesos. Sí, crecerá la izquierda, con suerte entrará alguna nueva opción, pero nada sustancial habrá cambiado y, con toda probabilidad, tendremos bipartidismo para otros 30 años.
Mi opinión es que una candidatura que consiguiera agrupar a IU, ICV-EUiA, AGE, CHA, Batzarre, Podemos, Equo, CLI-AS, además de otras fuerzas políticas y referentes sociales podría sumar en torno al 20% de los votos y alteraría de forma sustancial nuestro sistema de partidos. Lo que se viene premiando en Europa en la mayoría de citas electorales son los procesos unitarios en la izquierda y creo que aquí también pasaría. Es decir, que el beneficio para todos los actores (no digamos para el país) de colaborar e ir juntos ahora va a ser mucho mayor que el de competir pensando en posteriores citas electorales. Por eso soy firme partidario de llegar a un acuerdo, en el que seguro nos vamos a dejar todos muchos pelos en la gatera. Evidentemente, IU es quien más tiene que poner de su parte por ser la fuerza más grande, pero el resto también tiene que querer. Sin duda, la responsabilidad de la atomización será de todos y tendrá mal arreglo a corto plazo.
Para esto, creo que lo primero que hay que hacer es convocar a una mesa a todos los actores susceptibles de participar del proceso, con la vocación de no levantarse sin acuerdo y sabiendo que no va a ser un proceso perfecto (tampoco lo han sido Siryza o AGE), pero que si salimos unidos será lo más importante que hayamos hecho nunca. Es posible que haya organizaciones o personas que puedan jugar un papel importante como facilitadores, como pueden ser el Frente Cívico o Julio Anguita.
No me parece crucial el debate sobre el método de elección de la candidatura, no porque los liderazgos no me parezcan importantes, sino porque creo que lo central es un resultado unitario y que el método debe ayudar a ese fin, no ser el elemento que haga encallar el proceso. Por un lado, es innegable que las fuerzas que hagan primarias abiertas van a tener premio electoral en las próximas citas. Por otro, soy partidario de procesos asamblearios y deliberativos más largos, sobre todo cuando se trata de encajar en un puzzle criterios de género, territoriales, políticos, sociales, liderazgos… No creo que haya un método perfecto (menos con estos plazos) y entiendo que éste no debe ser el centro de la polémica. Debemos aspirar al método más participativo posible y que más fácil haga el acuerdo, pero sin maximalismos ni fetichismos. Durante estos años se han multiplicado las exigencias de participación a las fuerzas políticas por parte de la ciudadanía pero, a la vez, el movimiento nos ha recordado el valor de las asambleas, la deliberación y el consenso. La línea roja que planteó nuestro compañero Pablo en torno a las primarias abiertas me parece inteligente pero no sé si adecuada y, desde luego, no se hubiera hecho en estos términos ante la CUP, la Izquierda Abertzale o el propio PSUV. Si de mí dependiera habría primarias abiertas, lo voy a defender, pero creo que no es lo esencial. No vamos a arreglar un día votando lo que no seamos capaces de articular políticamente antes.
Todavía queda tiempo para un acuerdo y eso es lo que nos están demandando las gentes de las izquierdas y los movimientos sociales. Está en nuestra mano decidir si convertimos estas elecciones en un juego entre las izquierdas alternativas o en un plebiscito sobre el régimen capaz contraponer dos proyectos de país. Para eso apelo a la responsabilidad de todos los actores y a mí me toca hacerlo, por encima de los demás, a la Dirección Federal de IU.
Milito en IU, me debo a IU y quiero ilusionarme.
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