Señor Presidente: escuche y no hable por mí
Jesús Maraña. Infolibre
Excelentísimo Sr. D. Mariano Rajoy Brey
Presidente del Gobierno de España
En el día de hoy, miércoles 11 de junio de 2014, el Congreso de los Diputados ha decidido por abrumadora mayoría (299 síes, 19 noes y 23 abstenciones) aprobar la Ley de Abdicación por la que el actual Jefe del Estado, Juan Carlos I, será sucedido en el cargo por su hijo y heredero Felipe de Borbón y Grecia, que reinará en España bajo el nombre de Felipe VI. Y así será. Nada que objetar desde el punto de vista legal y del funcionamiento democrático. Pero…
Como presidente del Ejecutivo y del Partido Popular, usted ha afirmado desde la tribuna de oradores: “A ningún español le intranquiliza la abdicación". "Nadie cree que se abra una etapa de incertidumbre". "España permanece tranquila”. (Pinche aquí, página 5).
Sin ánimo de molestar y desde la humildad de ese “grano de arena que los más pesados artefactos, aplastándolo todo a su paso, no consiguen romper” (Jean Pierre Vernant), permítame que por una vez utilice la primera persona para hacerle algunas observaciones:
1.- Dice usted que “a ningún español le intranquiliza la abdicación”. No lo sé, y tampoco se me alcanza el método sociológico utilizado para afirmar tal cosa. No creo que haya podido hablar con todos y cada uno de los españoles, y tampoco sería prudente por su parte fiarse de los escrutinios demoscópicos de su querido, admirado y mejor pagado Pedro Arriola, cuyo pronóstico para las elecciones europeas sobre “los frikis” de Podemos venía a ser que su penetración en el electorado español equivaldría a la del budismo en Irlanda (en expresión de Hobsbawn).
2.- Dice usted que “nadie cree que se abra una etapa de incertidumbre”. Con todos los respetos, ahí se ha pasado dieciocho pueblos. Le diré mi conclusión, en absoluto científica y sólo basada en la comprobación directa y personal en la familia, en el entorno de amistades, en el restaurante habitual, en el tren de cercanías…No conozco a nadie que no crea que los españoles vivimos “una etapa de incertidumbre”. Es posible, claro, que Arriola haya preguntado en Irlanda.
3.- Dice usted que “España permanece tranquila”. Aquí habría que empezar por ponernos de acuerdo sobre el concepto de España, pero cabe suponer que se refiere a la ciudadanía, puesto que los espacios geográficos, como las estatuas, no están “tranquilos” ni “nerviosos”, y debemos conformarnos con que simplemente “permanezcan”. (Como decía Dalí, "lo menos que se puede pedir a una estatua es que se esté quieta"). ¿Está tranquila la ciudadanía española? Yo no me atrevería a asegurar que una colectividad con casi un 26% de parados, entre ellos el 55% de los jóvenes, y con 800.000 hogares sin ningún ingreso ni ayuda pueda “permanecer tranquila”. Es más, lo natural sería que estuviera al borde de un ataque de nervios.
Ahora ya muy en serio, porque el panorama no está para la menor broma. Usted, señor Presidente, que se ha indignado cuando miles de ciudadanos gritaban ante el Congreso aquello de que “no nos representan”, haga el favor de respetar la representatividad democrática que tiene, pero no hable por todos los españoles o, al menos, no hable por mí.
Soy ciudadano español, contribuyente, cumplidor escrupuloso de las leyes vigentes y quiero comunicarle que me intranquiliza la abdicación, que creo que vivimos una etapa de incertidumbre y que me cuesta muchísimo permanecer tranquilo.
No me refiero tanto a la abdicación en sí, sino a la gestión legal pero opaca y paternalista de la sucesión en la Jefatura del Estado, como ya expliqué, y perdón por la autocita, en un artículo anterior. (Pinche aquí). La incertidumbre es obvia para cualquiera que viva la realidad de este país, y con más motivo si tiene hijas o hijos para los que desea un futuro digno, si fuera posible incluso más digno que el nuestro. Como ciudadano, como español, como demócrata y como padre no puedo permanecer “tranquilo” mientras mi presidente del Gobierno habla por mí sin entender (al menos en apariencia) absolutamente nada de lo que está pasando.
Y lo que está pasando, señor Rajoy, es que un porcentaje significativo de la ciudadanía (no sé cuánto, quizás Arriola pueda estudiarlo) se declara muy harta de una forma de hacer política que se guía más por camarillas del poder, aparatos de partido e indicaciones de las élites financieras que por los intereses de sus votantes.
Señor Presidente: ya que se ha permitido hablar por mí sin consultarme (y créame, ahora mismo es sencillo consultar a la gente cualquier cosa gracias a la revolución digital), al menos no se autoengañe con el resultado de la votación y escuche la principal coincidencia que en el Congreso han mostrado todos los grupos parlamentarios excepto el suyo. Hace falta abordar una profunda reforma constitucional, que en el momento oportuno debería incluir el pronunciamiento del pueblo sobre la forma de Estado que prefiere, ya sea para elegir una república (que puede ser tan moderna y pacífica como Alemania o EEUU, ¡qué manía con Corea del Norte!) o para legitimar democráticamente a Felipe VI.
Ni las transiciones, por definición, pueden ser eternas, ni eternamente puede funcionar el mensaje del miedo para justificar el ejercicio del poder de espaldas a la participación ciudadana, que hoy exige vías más eficaces, transparentes y fluidas que no se limitan a acudir a las urnas cada cuatro años sin el menor control posterior sobre quienes traicionan su propio programa. (Siempre, por supuesto, en interés de España).
Atentamente,
Un ciudadano español
P.D. El señor Rubalcaba merece otra misiva, pero tiene gesto de que ya le aburre casi todo lo que pasa a su alrededor, así que me limito a sugerirle (también a Eduardo Madina, a Pedro Sánchez...) que lea atentamente los argumentos que han llevado a su compañero Odón Elorza a la abstención.
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