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La importancia de Izquierda Unida

La importancia de Izquierda Unida

Luis García Montero

Quisiera recordar aquí la importancia de Izquierda Unida. Quisiera recordárselo sobre todo a los compañeros de Izquierda Unida y del Partido Comunista. Como llevo años defendiendo la necesidad de un Frente Amplio y la configuración de una nueva mayoría social con voluntad de intervención política, me parece conveniente ahora afirmar que Izquierda Unida no puede diluirse en este proceso. Debe jugar un papel importante en la elaboración de la convergencia.

Después del éxito de Podemos en las elecciones Europeas, se han producido reacciones de diverso carácter. Un sector amplio de la derecha quiere demonizar a su líder Pablo Iglesias con calumnias y acusaciones disparatadas. La derecha es consciente del favor mediático que le hace. Por otro lado, un sector significativo de la izquierda ha corrido a confundirse con Podemos. Confieso que yo no me identifico con ninguna de las dos necesidades. No desprecio a Podemos y le deseo la mejor suerte. Pero tampoco me siento uno de sus devotos. No podría aportar nada a su mundo, y se trata de aportar. Quizá sea cuestión de edad, pero opino que otras perspectivas necesitan también mantener su protagonismo en la construcción de la izquierda real española.

Desde las elecciones Europeas sólo ha cambiado un detalle significativo en mi forma de pensar. Antes estaba convencido de que la configuración de un Frente Amplio, la respuesta unitaria de la izquierda alternativa al bipartidismo, era imposible sin Izquierda Unida. El que no aceptase transformar sus prácticas y abrirse a la pluralidad me parecía un tapón insuperable en las ilusiones ciudadanas y en las estrategias políticas. Ahora, después del protagonismo de Podemos, está en duda que los controles internos del aparato de Izquierda Unida puedan taponar una alternativa.

¿Pero qué alternativa puede esperarse sin Izquierda Unida? Me lo pregunto a mí y se lo pregunto a los compañeros que hace unos meses cerraron filas con el aparato y ahora corren en desbandada para confundirse con Podemos. Los mismos jóvenes que votaron contra las primarias, los mismos que han cortado los debates de la pluralidad en las elecciones internas, los mismos que pactaron la candidatura de Willy Meyer al Parlamento Europeo, poco tiempo después se convierten en grupo de presión para que Willy Meyer dimita y para santificar las primarias.

Confieso que me gustan poco los debates de renovación centrados en la dinámica biológica de los jóvenes y los viejos. El joven Pedro Sánchez acaba de ganar unas elecciones primarias en el PSOE que representan un verdadero éxito para el aparato más tradicional de su partido. La dinámica simple de la juventud contra la vejez propicia una renovación interna de los aparatos, pero no un cambio de políticas y actitudes. Tan peligrosos son los viejos que quieren taponar la entrada de políticas jóvenes, como los jóvenes que quieren matar al padre para ocupar un cargo y perpetuar las actitudes de siempre. Confieso también que considero un peligro cualquier debate sobre métodos que sustituya la discusión profunda sobre los programas y los diagnósticos de la realidad. Los buenos métodos naufragan en manos del infantilismo político, igual que los buenos programas naufragan sin un espíritu de democracia participativa.

El PP, en nombre de las élites económicas, está liquidando de forma vertiginosa las conquistas cívicas y sociales de la democracia española. Entre mordazas, decretos, recortes y procesos de privatización, está dejando al Estado en el esqueleto mínimo que le hace falta para asegurar la prepotencia de los privilegiados. En este panorama, expulsar del Gobierno al Partido Popular es una prioridad. Es algo urgente. Izquierda Unida con su experiencia de Gobierno resulta hoy fundamental para que sea posible una alternativa, por ejemplo, en Valencia y Madrid o en cientos de municipios españoles. Y, desde luego, en el Gobierno de la nación.

Así que vayamos con prudencia. Considero una necesidad objetiva de la izquierda comprender que el aparato del PSOE, el anterior y el nuevo, pertenece a un sistema bipartidista plegado por rutina a los intereses de las élites económicas españolas y europeas. Considero, sin embargo, que es una actitud de infantilismo izquierdista afirmar que el PSOE y el PP son lo mismo y que no se pueden firmar pactos de gobierno con el PSOE. Así lo mantiene Izquierda Anticapitalista, una de las columnas vertebrales de Podemos. Es un matiz en el que nos jugamos el futuro de España en los próximos años. El PP es consciente de lo que hace cuando le da a Podemos protagonismo mediático con sus calumnias.

Izquierda Unida ha demostrado en Andalucía que se puede gobernar, parándole los pies al PP y sin venderse a las políticas neoliberales del aparato socialista. En la crisis desatada desde la Presidencia sobre la Consejería de Fomento y Vivienda, Izquierda Unida demostró que no hay por qué plegarse a las presiones de los bancos y que es posible mantener con firmeza una política de vocación social contra los desahucios.

Estamos en España, en Europa. En un panorama en el que la derecha quiere ofrecerle al PSOE una gran coalición y una reforma electoral para limitar la representatividad democrática en los ayuntamientos y las Comunidades Autónomas, resulta más importante que nunca configurar una izquierda no populista, capaz de movilizar a la clase media y a la clase obrera en defensa de la democracia social. La reconstrucción de la dignidad laboral es la tarea democrática prioritaria en un país que ha decretado la libertad de explotación. Izquierda Unida es imprescindible en esa tarea más allá del festival de estrategias que provoca la derecha para desviar la atención. La derecha quiere silenciar, dar por jubilada, a una izquierda con la madurez política suficiente y necesaria para desalojarla del Gobierno.

Izquierda Unida necesita recuperar su orgullo. Esto no significa, claro está, que deba renunciar a la voluntad de sumar y de abrirse a la configuración de un frente amplio. Significa que no debe perder la conciencia de su importancia. Lo dicho: ni cerrar filas, ni correr en desbandada. Cada cual en lo suyo para enriquecimiento de todos.


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