Cómo deshacerte de un ministro de tu gabinete que te cae fatal y te puede hacer sombra en diez cómodos pasos
Rafael Calero
Si tú, querido/a lector/a, eres una de esas personas que está pensando en presentarse como cabeza de lista en las próximas elecciones legislativas por cualquier partido político para ser Presidente del Gobierno de España y en tu partido hay un tipo —o una tipa, no vamos a discriminar a nadie por razón de sexo— que te cae como el culo, que además se atreve a hacerte sombra, que está mejor valorado que tú en las encuestas, que ha gobernado una Comunidad autónoma y ha sido alcalde de la capital del estado, y que una y otra vez saca mayoría absoluta en las elecciones, como digo, si lo que de verdad deseas con todas tus fuerzas es deshacerte de esta incómoda persona, sin despeinarte, sin hacer sangre, con absoluta elegancia y encima pareciendo que ha sido un accidente, te voy a dar las claves para que lleves a cabo tu plan. La cosa es mucho más fácil de lo que parece. Sigue leyendo este artículo y verás.
1. Como dice el viejo dicho, a los amigos hay que tenerlos cerca, pero a los enemigos, mucho más. Así que el primer paso es atraerte a este tipo pedante y chulo, al que, como ya hemos dejado claro, no tragas ni en pintura. Nómbralo ministro de tu gabinete. Pero no se te ocurra hacerlo titular de cualquier ministerio. Tiene que ser uno que desgaste a la gente, que les deje poco margen para actuar, y que proporcione pocas alegrías a los ciudadanos. Y para eso, nada mejor que nombrarlo Ministro de Justicia. De esta manera lo tendrás bien cerquita, podrás controlar sus movimientos, escuchar sus puntos de vista, ver cómo respira en todo momento. Déjalo que se confíe.
2. A la mayor brevedad posible, reúnete con el nuevo ministro en privado y hazle un encargo solemne, aunque en el fondo sepas que lo que le estás pidiendo es más surrealista que una película de Buñuel. Tu encargo tiene que ser un regalo envenenado, algo que acabe molestando a todo el mundo, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, incluyendo a las feministas, a los curas, a los militares, a los jóvenes y a los viejos. Tu petición tiene que ser de un fuerte calado político e ideológico, por ejemplo, encárgale que reforme la Ley del Aborto.
3. Siempre que se presente la ocasión, elogia a tu ministro. No escatimes los halagos, no seas rácano con los piropos, deshazte en alabanzas hacia su figura. Defiéndelo a capa y espada, déjalo que hable en nombre de todos, que termine pensando que lo que él dice es palabra sagrada. Su“egotitis” galopante hará el resto.
4. Durante los meses que dure la tramitación de la Ley, déjalo que se bata el cobre en el parlamento con la oposición, que responda cada miércoles a una pregunta sobre la dichosa ley, que discuta a cara de perro con todo hijo de vecino, que acaben odiándolo hasta los de su propio partido, que defienda lo indefendible, incluso con argumentos que a veces rozan la estupidez. Total, tú ya sabes que aquello es papel mojado.
5. Una vez que la ley esté lista, y la criatura se presente en sociedad, hazte el loco, como si no fuera contigo, como si ese conjunto de normas y artículos hubiese sido pergeñado por una mente diabólica (que sí, que ha sido así) con la que tú, presidente del Gobierno de España, no has tenido nada, pero que nada, que ver.
6. Mientras tanto, deja que sean otros miembros de tu partido, por ejemplo, los barones territoriales, los encargados de decirle al ministro que esa ley es una vuelta a las cavernas, que es reaccionaria y machista, que acabará alejando al electorado más moderado, y hará que los jóvenes de tu partido terminen en los brazos de los malos, malísimos de Podemos. Y tú, Presidente, a lo tuyo, que en boca cerrada no entran moscas.
7. Ve anunciando diferentes fechas para la aprobación definitiva de la ley. Primero, di que será tras la Semana Santa; después, cuando pasen las elecciones europeas; más tarde, antes de que acabe el verano. Y así, hasta el infinito y más allá.
8. Vuelve a reunirte en privado con tu ministro. La Moncloa puede ser un buen lugar. Allí tú eres el que controla y partes con ventaja. Muéstrale unas encuestas realizadas por los asesores más influyentes de tu partido, que dicen que, de aprobarse la ley que ha preparado el ministro, el cuarenta por ciento de vuestro electorado no os votará en las próximas elecciones ni hartos de calimocho.
9. Tú, que por algo eres el Presidente del Gobierno, y te jactas de conocer a la perfección a tus ministros, sabes de la tozudez del Ministro de Justicia. Así que lo dejas que siga insistiendo. No hará falta que pasen muchos días para que el susodicho ministro se dé cuenta de que ha perdido, de que está en un callejón sin salida, de que la ley en la que ha trabajado durante tres años no verá la luz, y de que su carrera política está a punto de expirar.
10. Aprovecha cualquier excusa para anunciar ante los medios que el anteproyecto de Ley Orgánica de Protección del Concebido y los Derechos de la Embarazada ha sido retirado por falta de consenso con los demás grupos políticos. Hazlo como si tal cosa, sin darle la menor importancia. No olvides hablar de consenso. Es una palabra que tiene su cosa. De esta manera, tu ministro se dará cuenta, si no es imbécil del todo, de que lo has tratado como a una caca de perro, y si le queda una molécula de dignidad, presentará su dimisión. De esta manera, habrás conseguido lo que no había conseguido ni Esperanza Aguirre sacando toda la artillería pesada, que el Ministro de Justicia dimita de todos sus cargos políticos y de que abandone la política para siempre.
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