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Almuñécar contra la corrupción

Urnas de síes... Y un vacío silencioso de noes

Urnas de síes... Y un vacío silencioso de noes

Ante el editorial del nuevo periódico de Benavides, publicamos aquí la columna magistral de un almuñequero que, libre como el viento, y sin encomendarse a dios ni al diablo, ha escrito antes que nosotros y mejor de lo que lo habríamos hecho nosotros, una respuesta impecable. Abusamos de nuevo de sus palabras, que ya son nuestras porque están en el aire. Las negritas son nuestras en ambos textos.

Urnas de síes. Infocosta. Editorial

Apenas acababan de poner las calles, cuando bajo un cielo gris, las urnas comenzaron a recibir tímidamente las primeras opiniones.

Sí quiero. –Dijo Juan- Quiero futuro, tener la seguridad de que no nos quedamos estancados viendo pasar el tren, el día que esté recuperado y listo para partir.
Sí quiero. –Dijo Carmela- Quiero tranquilidad, saber que mis hijos podrán trabajar aquí y no tendrán que marcharse.
Sí quiero. –Dijo Marcos- Quiero una ciudad pujante y moderna. Con infraestructuras de ocio y deportivas donde poder pasar mis horas de descanso sin morirme de aburrimiento.
Sí quiero. – Dijo Luisa- Quiero sentirme útil y que mi criterio sirva para dejar constancia de que no me gusta sentirme manipulada, frenada y conducida a la nada.
Sí quiero. – Dijo Manuel- Quiero saber que he hecho lo que debía. Y podré equivocarme o no, pero quiero apostar por un futuro mejor y esta es una vía más para lograrlo.

Eran muchos síes argumentados según los criterios y elementos de juicio de quienes dejaban caer la papeleta por la rendija acristalada. Nadie puede frenar la inquietud e ilusión de cada cual a la hora de tomar una decisión como esta.

Yo voto no. – Dijo Andrés- No quiero engrosar esa lista de seguidores fanáticos y de todo lo que huela a él y a su gente.
Yo voto no. – Dijo Encarna- Voto no porque me da la gana. Porque así les fastidiamos y porque va contra lo que llevamos predicando años.
Yo voto no. – Dijo Iván- Voto no porque no es mi proyecto ni mi propuesta. Yo voto no. - Dijo Ismael - No porque no puedo propiciar un triunfo que no es el mío ni el nuestro.

Eran algunos noes, algunos basados en la desidia, otros en la paralización y la sin razón. Eran criterios con o sin criterio. Defensa de lo indefendible en respuesta a los dictados marcados. Pero eran opiniones manifestadas, desafortunadas o no, pero válidas y de obligado respeto.

Los que se quedaron en casa, demasiados, renunciaron a sentirse parte de la realidad; se resignaron a seguir anclados en la mediocridad de un pueblo que quería ser pero no le dejaban ser; apostaron por fondearse en la inactividad y el pasado; Declinaron caminar por una vía de futuro aún por venir, pero que tarde o temprano tendría que llegar.

Y pudieron los síes contra los noes y la nada. Y como no podía ser de otra forma, aunque mejor hubiera sido mucho mas, en los que sí fueron imperó la lógica y la cordura, frente a la mediocridad, la ignorancia y la desidia de quienes no quieren evolucionar, no se atreven a crecer, y no saben mirar mas allá de lo que les imponen otros.

Y un vacío silencioso de noes. Tomás Hernández

La ciudadanía, como gusta de decirse ahora, no fue a votar. De cada cien personas, unas setenta se quedaron en sus casas, o se fueron a pasar el día al campo, o aprovecharon el puente para darse un ‘bureo’ fuera de las lindes de todos los días, o salieron a pescar, o sencillamente se negaron a participar en una lucha que les resulta lejana y que a lo mejor perciben como un enfrentamiento obstinado entre dos bandos políticos, o, simplemente, entendieron el referéndum como un acto simbólico de autoafirmación personal, que no tendría mayor incidencia ni en el pueblo, ni en sus vidas. Otros no irían a votar porque no votan nunca.

Algunas personas fueron a votar porque creían honradamente que era su deber y lo mejor para ellos y su comunidad, o por disciplina de partido, o porque pensaban que una participación numerosa y un ‘sí’ masivo doblegaría al gobierno autonómico, y que el municipio, libre de esa persecución, prosperaría. Eso es al menos lo que entendí que se decía en los días de campaña. El argumento es tan burdo que no merece una línea más, ni es ésa la finalidad de este artículo.

Es el maniqueísmo de manual con que se ha interpretado en este mismo periódico la escandalosa abstención lo que me lleva a pensar sobre ella.

Ningún referéndum de carácter autonómico (aprobación de Estatutos), tuvo incidencia en el sentir político de los convocados a las urnas y la abstención fue igualmente escandalosa. Así ocurrió en Andalucía, pero también en Cataluña donde hay un sentimiento nacionalista de tradición.

No creo que las razones de la abstención en el referéndum del Estatuto de Andalucía puedan aplicarse a nuestro referéndum local. Único en su género tras ardua, y no sé si costosa o gratuita, lucha en los tribunales, hasta llegar al Supremo.

No sé las razones por las que tantas personas, una amplia, silenciosa y desenganchada de lo político, o desengañada, mayoría no fue a votar. Pero sí sé que quienes no fuimos a votar no somos peores personas que quienes sí lo hicieron, como se reitera, con rotundidad insistente, en la nueva línea editorial de este periódico. Que no están, no estamos, en contra del progreso, ni del futuro, que es lo único que nos queda, dada la brevedad de lo presente, ni del desarrollo urbanístico, y general, y lógico.

A lo mejor decimos no a los modales de enfrentamiento con la Junta que recuerdan a los de los caudillos iberos Indíbil y Mandonio, y no queremos estar ni con uno ni contra otro. A lo mejor decimos no a que se ningunee a ningún partido por ser minoritario o su concejal incómodo. Quizá no nos guste que se responda con ironías a la pregunta de cuánto ha costado el referéndum. A lo mejor pensamos, equivocadamente o no, que quedarnos en nuestras casas era una manera de decir ‘os estáis quedando solos’, o probablemente seamos más perezosos, menos políticamente diligentes que quienes sí fueron a votar, pero no estamos movidos por las intenciones torticeras o de ignorancia que se nos suponen en ese editorial.

1 comentario

Tomás Hernández -

'Verba volant', que nunca dijo Platón, entre otras cosas porque hablaba griego, pero la idea de que las palabras una vez dichas son de todos, sí era suya y no le gustaba mucho, por cierto. Así que encantado y agradecido de que cojáis, en el aire, las mías.

Gracias por la observación sobre el uso de las negritas y, por supuesto, por vuestras palabras de ánimo.

Siempre creí que las divergencias ideológicas no deben entorpecer las relaciones personales y honra, creo, a Infocostatropical haber publicado un artículo como el mío, en una línea opuesta a sus planteamientos.

Sin esa libertad no escribiría en lugar alguno.

Un cordial saludo.