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Democracia a la carta

Democracia a la carta

Felipe Villa

Decía Ernesto Guevara que la cualidad más linda de un revolucionario es ser capaz de sentir en lo más hondo de su ser  cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Y aunque yo no soy tan pretensioso de considerarme revolucionario, sí quiero seguir manteniendo viva aquella utopía humanista, en la medida de mis posibilidades. Por eso, tengo que rebelar mi voz frente a la ignominia que está ocurriendo en el Sáhara Occidental y que siento en lo más profundo de mi ser.

No voy a realizar una explicación histórica de la situación actual del pueblo saharaui, de la traición del Estado Español y la posterior internacional, con la ONU a la cabeza, ni tan siquiera sobre la actitud asesina del reino alauita, porque se ha escrito mucho de ello y bien. Pero sí tengo  que mostrar mi indignación ante dos circunstancias concretas que ponen a las claras cómo nuestro sistema democrático no está sustentado sobre valores inalienables y universales, como tanto les gusta decir a los dirigentes políticos mayoritarios.

El primero de ellos es la retención-detención de unos periodistas españoles en El Aaiún producida ayer. Me llama la atención que sea mucho más “noticia” y se dedique infinitamente más espacio a esa retención y sus consecuencias de comodidad personal, concretadas en la comida entregada de galletas y yogur más dos rollos de papel higiénico, que a la desaparición de cientos de personas y al asesinato de decenas de ellas.

Los medios de comunicación del “mundo democrático” dedican más tiempo informativo y más calificativos peyorativos a la expulsión de tres ciudadanos que a la vida humana atropellada impunemente por un régimen dictatorial feudalista. Y yo me pregunto, ¿pero, dónde han estado todos estos años los medios de comunicación y los periodistas cuando se conculcaban sistemáticamente los derechos de un pueblo y los derechos humanos de sus integrantes?  ¿es que no sabían lo que estaba ocurriendo desde hace años?. Lo ocurrido es parte del fruto alimentado por el silencio cómplice de los medios burgueses de comunicación que ahora se rasgan las vestiduras cuando les toca a ellos sufrir las consecuencias de esa política arbitraria impuesta en el Sáhara.

El segundo hecho es más indignante, si cabe, pues ante la atrocidad cometida de las desapariciones y asesinatos, en nuestro Estado Español se le pide más contundencia al gobierno, no frente a ese genocidio, sino para que no expulsaran a los periodistas.

Pero lo más llamativo, si también cabe cuando hablamos de vidas humanas, es la respuesta de la Ministra de Exteriores, Sra. Derrotada Jiménez, que dice que este hecho es lamentable pero que no se puede ir más allá porque con Marruecos hay que llevarse bien por nuestros intereses.

Es decir, que los derechos humanos y los valores de la sacrosanta democracia sólo se defienden en aquellos sitios donde nos interese y no de forma universal. Es decir, que el valor, mayor o menor, de la vida humana o la libertad de una persona estará en función del interés del mundo capitalista.

Esto, que no sorprende porque ya lo sabíamos, no deja de ser irritante cuando se dice con ese desparpajo por un dirigente político y sin importar lo que pensemos los demás, ya que hemos llegado al punto que nos importan más nuestros intereses individuales que los valores que dieron sentido a la sociedad moderna. Así de primarios nos hemos vuelto.

Para acabar quiero hacer dos preguntas retóricas: ¿si esto hubiera ocurrido en Cuba, Venezuela, Bolivia o Ecuador, el tratamiento informativo y político hubiera sido el mismo que con el Reino hermano de Marruecos? No podemos olvidar que así tildaba nuestro rey al monarca alauí.

¿Cómo es posible que la izquierda en Europa haya llegado a este nivel de indolencia, transigencia e impotencia?

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